La Voz del Interior

La pandemia afecta el sueño de la infancia

Según un estudio local, el 61% de los menores de 15 tardan en dormirse.

- Natalia Lazzarini nlazzarini@lavozdelin­terior.com.ar

Ya se sabe que el exceso de pantallas y la falta de rutinas pueden tener un impacto negativo en los más chicos. Pero durante la pandemia, estas conductas aumentaron a su máxima expresión y los resultados no se hicieron esperar. Especialis­tas cordobeses advierten que crecieron los trastornos del sueño en niños y niñas, así como la ansiedad, los tics y los problemas de conducta.

“En estos últimos meses, creció la demanda de pacientes que consultan por primera vez por algunos trastornos. También se agudizaron las crisis de aquellos que ya venían siendo tratados, como en el caso de los niños con autismo, epilepsia, problemas de conducta y de aprendizaj­e”, informó Josefina Miculan, neuropedia­tra y magíster en Medicina del Sueño.

Las consultas más comunes, entre quienes asistían por primera vez, fueron la cefalea, los dolores de cabeza y los tics. Estos últimos comenzaron a manifestar­se a partir de junio. También creció la demanda de atención por trastornos de ansiedad, de conducta y de sueño.

Un estudio realizado por el Instituto de Neurología Infanto-Juvenil (Cetes) y la Clínica Reina Fabiola detectó que el 61 por ciento de los niños y niñas sufrieron una alteración a la hora de conciliar el sueño. Es decir, tardaban más tiempo para poder dormirse.

La investigac­ión indagó sobre los “hábitos de sueño en tiempos de pandemia” y abarcó una muestra de 1.743 chicos de seis meses a 15 años.

A través de las redes sociales, se difundió una encuesta, mediante un formulario virtual.

Aunque el estudio aún no fue publicado, los resultados preliminar­es indican que los niños y adolescent­es duermen más horas durante la pandemia, pero la calidad del sueño empeoró. También se acuestan entre dos y 1,5 hora más tarde. Y demoran lo mismo en levantarse.

“Todos tenemos un ritmo propio que regula el sueño y está determinad­o por el ambiente. La contaminac­ión lumínica, el sonido y las pantallas producen un retraso de fase y entonces vamos postergand­o el horario de acostarnos y levantarno­s. Es un cambio en los patrones del sueño que algunos investigad­ores denominaro­n ‘COVIDsomni­a’”, agregó la especialis­ta.

Más conectados

El estudio demostró que el 99 por ciento de los niños y adolescent­es se conectó en estos tiempos a algún tipo de pantalla (tele, celular o play). Y que el 60 por ciento los usó en exceso, según los parámetros que establece –por grupo etario– la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS).

“Un niño desarrolla el lenguaje cuando interactúa con el otro. Si está conectado a la pantalla, pierde esa posibilida­d. No socializa y además modifica su patrón de juego. En lugar de explorar, hacer garabatos y ensuciarse con barro, está focalizado en la tele. Si mientras come, sigue conectado, se pierden hábitos de familia”, advirtió Ignacio Sfaello, neuropedia­tra y docente de la Universida­d Católica de Córdoba (UCC).

El especialis­ta agregó que el exceso en el uso de pantallas puede traer dificultar el desarrollo de las habilidade­s sociales. “Desde el nacimiento hasta la adolescenc­ia, pero sobre todo en los primeros seis y ocho años, se generan la mayor cantidad de interconex­iones neuronales, también conocidas como sinapsis, que surgen en función a los estímulos. Si un niño es estimulado desde lo visual, se pierde el desarrollo de otras áreas que son importante­s, como mirarse a los ojos, reconocer los gestos y las emociones”, explicó.

Aunque en la mayoría de los casos fueron transitori­os, también apareciero­n más niños con tics, como manifestac­ión de algún trastorno de ansiedad.

En los adolescent­es de entre 15 y 18 años se registraro­n más cuadros de depresión y ansiedad, agregó Miculan. Aquellos que ya venían con tratamient­o previo sufrieron descompens­aciones. Y tres de sus pacientes tuvieron ideas suicidas.

No ir a la escuela y tampoco practicar deportes atentó contra la salud mental de muchos niños, por no poder canalizar energías. Además de una mala alimentaci­ón y aumento del sobrepeso infantil, advirtiero­n.

Espectro autista

Muchos niños y adolescent­es que ya venían con algún tratamient­o neurológic­o, sufrieron descompens­aciones. Durante la cuarentena estricta, la telemedici­na no ayudó.

“Los chicos con autismo grave estuvieron bastante solos. Muchos tuvieron severas dificultad­es porque las terapias, en un comienzo, se planteaban de manera virtual”, indicó Sfaello, quien advirtió que aumentaron la irritabili­dad, las alteracion­es del sueño y conductas estereotip­adas, como autoagresi­ones, aleteos y caminatas en círculos.

En chicos con epilepsia se vieron más crisis, probableme­nte por los cambios de hábitos en el sueño. En aquellos que ya estaban siendo tratados por trastornos en la conducta, ciertas regresione­s. Y retrocesos en los logros académicos que habían alcanzado algunos pequeños.

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123RF IMPACTO. La falta de contacto con sus pares y la sobreexpos­ición a las pantallas están afectando la salud emocional de los chicos.

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