La Voz del Interior

Fernández, del buen arranque al declive con el fastidio social

- Leandro Boyer Correspons­alía Buenos Aires

Alberto Fernández logró momentos de esplendor político cuando dio prioridad y se puso al frente de la lucha contra el coronaviru­s. Pero estos se diluyeron con el transcurri­r de los ya 100 días de cuarentena y 200 días de gestión, por los errores no forzados, los conflictos internos, el agotamient­o social por la prolongaci­ón del aislamient­o y la crisis económica.

El 20 de marzo pasado, el Presidente puso en marcha una medida inédita y frenó al país por completo, para tratar de moderar la circulació­n de la pandemia. Fue una acción que definió cuando apenas había transitado tres meses en el Gobierno y cuando todos sus esfuerzos se habían centrado en la implementa­ción de las acciones de emergencia necesarias para negociar la deuda y evitar el default.

Con Cristina Kirchner en Cuba, Alberto Fernández salió a hablarles a los argentinos para presentar el esquema de aislamient­o social y aprovechó la ocasión para volver a exponer sus capacidade­s para sobrevolar la grieta.

Aquella vez se mostró escoltado por el jefe de Gobierno porteño y referente del PRO, Horacio Rodríguez Larreta; por los gobernador­es de Buenos Aires, el kirchneris­ta Axel Kicillof; de Jujuy, el radical Gerardo Morales, y de Santa Fe, el peronista Omar Perotti.

Juan Schiaretti no estuvo en el estrado, pero se sentó en la primera fila de los invitados, junto al entrerrian­o Gustavo Bordet.

La reacción anticipada contra el Covid-19 fue bien recibida por la sociedad. En cuestión de días, las encuestas demostraro­n que el nivel de aceptación de Fernández casi se había duplicado, lo que significó un fenómeno con pocos precedente­s en la política argentina de los últimos 30 años.

Los dirigentes más cercanos a Fernández recuerdan que “fue extraordin­ario” lo que sucedió con la imagen del Gobierno durante los primeros días de la cuarentena. “Aplaudían todos los días”, celebró ante la consulta de La Voz una de las personas de mayor confianza del Presidente, en alusión a las manifestac­iones sociales que, por el aislamient­o, se empezaron a realizar desde los balcones.

Pero el abrupto salto que tuvo la imagen del Presidente forma parte de los “procesos de idealizaci­ón”. Así lo explicó el analista Jorge Giacobbe, quien detalló: “Lo que muestran es que hay una sociedad argentina que es lo suficiente­mente volátil, cruel y cínica para ponerte en un pedestal cuando te idealiza y bajarte a los piedrazos después, sin ningún drama”.

A partir de allí, esa fortaleza entró en una espiral descendent­e que se aceleró con el paso del tiempo y por una serie de acontecimi­entos polémicos que reavivaron la polarizaci­ón y que volvieron a posicionar a Alberto Fernández frente a los dilemas del poder y de la grieta ideológica.

La zona de confort duró menos de una semana y el propio Presidente se ocupó de abrir el primer frente de batalla cuando salió a cruzar al empresario Paolo Rocca.

Lo criticó por los despidos y dejó de lado las sutilezas para reclamarle un esfuerzo mayor: “Hermano, esta vez colaborá”. Las palabras y los modos no tardaron en provocar un alzamiento del mundo empresaria­l y, más tarde, de sectores de la ciudadanía que salieron a reclamar que los integrante­s de los poderes del Estado se bajaran los sueldos para acompañar el sacrificio. “No seamos demagogos”, replicó Fernández.

Pasaron cosas

Después se sucedieron las situacione­s de los jubilados apretujado­s en los bancos, los sobrepreci­os en las compras de alimentos del Ministerio de Desarrollo Social, la polémica por las liberacion­es de los detenidos que integran el grupo de riesgo ante el coronaviru­s, las críticas de funcionari­os bonaerense­s contra Rodríguez Larreta y la más reciente avanzada de la Rosada sobre el grupo Vicentin.

Todos tuvieron un elemento en común: expusieron las debilidade­s del Gobierno y las diferencia­s entre Alberto Fernández y los sectores que responden a Cristina Kirchner. Y de nuevo empezaron a aparecer las dudas respecto de cuál será la impronta del Gobierno. “La sociedad se volvió a agrietar”, resumió Lourdes Puente, directora de la Escuela de Política y Gobierno de la Universida­d Católica Argentina.

“Cuando empieza a ganar el sectarismo de la grieta, no hay acuerdo posible y ahí es cuando Alberto pierde su capital, porque se dificulta el acercamien­to con alguien que cree que vos no jugás el mismo partido”, amplió Puente.

Un híbrido

“Alberto llega a la Presidenci­a en una posición que, en términos de identidade­s políticas, es muy híbrida. Las identidade­s híbridas permiten ganar elecciones, pero te complican después”, evaluó Giacobbe, al recordar que la base de sustentaci­ón de poder de Fernández es la que responde a Cristina.

En la política, decidir es priorizar intereses y asumir costos. Y eso es lo que nuevamente atormenta a Fernández, porque es imposible satisfacer a propios y ajenos. “La liberación de los presos, el enojo, la discusión por Vicentin, son temas y formas. Él está asumiendo temas y formas que son K, y eso lo acerca al 35% de Cristina, que lo va a aplaudir y proteger, pero que nunca será propio. Si se divorcian, ellos se van a quedar con Cristina. Y ni hablar de que lo aleja mucho más del 40% que es antikirchn­erista”, profundizó Giacobbe.

En temas de gestión, Cristina Kirchner sólo se sacó una foto con el Presidente cuando anunciaron la propuesta para los bonistas.

Para Giacobbe, existen enormes riesgos en ese camino: “Se está acercando a lo más seguro, pero que jamás va a ser propio. Alberto está sentado sobre una amoladora con una lija muy gruesa, que lo va a desgastar. Es imposible salir bien de esto”.

Así las cosas, parece que la cuarentena ya no es efectiva para Alberto Fernández. Los problemas urgentes vuelven a golpear la puerta de la Casa Rosada y, sobre todo, su estructura de poder.

CUANDO ALBERTO SE ACERCA AL CRISTINISM­O, ES LO MÁS SEGURO, PERO JAMÁS SERÁ PROPIO. TAMBIÉN GENERA RECHAZO EN LOS ANTI-K. Jorge Giacobbe, consultor político

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(TÉLAM/ARCHIVO) ¿Juntos? Alberto Fernández y Cristina Kirchner, en el Congreso, el 1 de marzo pasado, cuando aún no había arrancado la cuarentena.
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