Para Instituto, recontra vale hasta donde llegó
dejaron el camino abierto a sus vecinos de Alta Córdoba, que en aquellos inicios de la Liga Nacional (1984) los acompañaron en la competencia para discutirles la representatividad, aunque rápidamente tuvieron que ceder el protagonismo, ya que los mayores esfuerzos del club se concentraron en el fútbol, la disciplina central de los albirrojos, que por entonces los tenía entreverados entre los mejores de la Primera División de la AFA. Así las cosas, Instituto desapareció de la Liga en 1986 y su regreso al círculo superior se convirtió, por décadas, en una utopía.
La apuesta de una comisión encabezada por Mario Cavagliatto le devolvió al básquet albirrojo su mejor perfil en el inicio del nuevo siglo.
No fue un proceso sencillo y hasta se encontró con sectores opositores dentro del mismo club. Pero cuando todo parecía volver a naufragar –se rumoreó que vendería la plaza en el TNA–, en 2015 logró un épico ascenso al vencer a Ferro Carril Oeste en el mítico Héctor Etchart.
En sólo cuatro años, Instituto construyó un presente que hoy honra a la institución y reverdece un mote que estuvo asociado a su equipo de fútbol y que por estos días le cae de maravillas a su versión basquetbolística: la Gloria. Y para llegar a la cima sólo pudo ser frenado por un poderoso San Lorenzo que, Tinelli mediante y después de comprarle la plaza a 9 de Julio de Río Tercero, se ha transformado en una suerte de invencible Dream Team nacional.
Instituto es hoy la cabeza del básquetbol cordobés y marcha a la vanguardia como alguna vez lo hicieron Atenas, Hindú Club, las Estrellas Blancas de Juniors, Belgrano y los pioneros del Velocidad y Resistencia.
Todos marcaron época y se ganaron el bronce, tal cual lo intenta ahora Instituto, para mantener la vigencia de una provincia emparentada como pocas con los éxitos que seguramente ya volverán.