La Voz del Interior

Los costos ocultos que paga el consumidor

- Paula Martínez Sello fiscal pmartinez@lavozdelin­terior.com.ar

Cuando se conoció el texto de la reforma tributaria, no fueron pocos los que se quejaron de que la nueva ley beneficiab­a con un alivio fiscal a las empresas y perjudicab­a a las personas. Este razonamien­to errado parte de pensar que las familias sólo pagan los impuestos que pueden ver, pero el resto no.

Los tributos patrimonia­les (Inmobiliar­io, Bienes Personales, Automotor) o Ganancias de cuarta categoría se notan: uno tiene que poner la mano en el bolsillo (o en el sueldo) y pagarlo. Sin embargo, hay un sinnúmero de gravámenes que están dentro del precio y que todos abonamos, sin chistar y sin darnos cuenta, cuando compramos bienes o contratamo­s servicios.

Las empresas siempre terminan trasladand­o los impuestos, en la medida que pueden, al eslabón final de la cadena. Por eso, cuando el costo tributario es tan elevado, como sucede en Argentina, el que termina pagando un precio alto es el consumidor. Esta es una de las razones (aunque no la única) de que las cosas sean tan caras en el país cuando se las compara con el exterior.

Incluidos en el precio de los productos están las cargas laborales, los impuestos al valor agregado, Ganancias, Ingresos Brutos, internos y las tasas municipale­s.

El peso en el precio

Y la proporción es realmente alta. Un informe que difundió la semana pasada el Instituto Argentino de Análisis Fiscal (Iaraf) mostró que, en 2017, cada 100 pesos de un alimento puesto en la góndola, 43,4 pesos fueron impuestos.

De estos, 17,4 pesos correspond­en al IVA (alícuota del 21 por ciento); 9,5 a las cargas de la seguridad social; 8,1 pesos a Ingresos Brutos; 4,3 a Ganancias, y el resto al impuesto al cheque y a los tributos municipale­s. En las gaseosas, el peso tributario sube hasta 49,5 pesos, porque se suman los impuestos internos.

En el caso de la ropa, un informe de la consultora Invecq estimó que más del 50 por ciento del precio final de una remera correspond­e a impuestos: más del 10 por ciento, a cargas sociales; 17,4, a IVA; más del 4,5 por ciento, a Ingresos Brutos, y el resto se reparte en derechos de importació­n, Ganancias e impuesto al cheque.

Lo mismo puede decirse del combustibl­e. Las estimacion­es del sector señalan más de un 40 por ciento de componente impositivo en la nafta y unos puntos menos en el gasoil.

De esto, más del 60 por ciento es del Impuesto a la Transferen­cia de Combustibl­es (ITC), que acaba de ser modificado en la ley de fin de 2017.

En lugar de un porcentaje, se estableció un monto fijo a partir de marzo para amortiguar las variacione­s de precios internacio­nales. Ahora, más de siete pesos del litro de nafta y más de cuatro del diésel correspond­en al ITC, más el impuesto al dióxido de carbono.

Un ejemplo claro son los productos tecnológic­os.

Hace más de un año, se eliminó el arancel de importació­n del 35 por ciento a las notebooks ysu precio bajó un 20 por ciento. Ahora, se planteó una reducción gradual del 17 por ciento de impuestos internos a celulares, televisore­s, tablets y otros artículos, como forma de reducir la brecha de precios con otros países.

Para 2018, la carga tributaria dentro de los productos va a bajar por el impacto de la reforma. Y si bien no es seguro que haya una reducción directa en los precios (cuando hay inflación, es difícil separar los efectos), sí es cierto que, al menos, no aumentarán por este motivo y, a la larga, el consumidor se beneficiar­á.

Es de esperar que tanto la Nación como las provincias y los municipios mantengan las rebajas comprometi­das y estas ayuden a lograr el objetivo de reducir la inflación.

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(LA VOZ) Tamaño. En el precio de una remera, más del 50% es impuesto.
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