La Voz del Interior

Una de las armas robadas hace años en Jefatura sería la que mató al policía Ferraro

De acuerdo con los primeros peritajes, el balazo mortal habría salido de una de las armas robadas de Jefatura en 2015.

- Juan Federico y Francisco Panero sucesos@lavozdelin­terior.com.ar

Según la reconstruc­ción, aquella madrugada hubo tres enfrentami­entos sucesivos. El ladrón detenido dijo que no quisieron matar a más policías.

Atres semanas del conmociona­nte tiroteo en Nueva Córdoba, surge cada vez con más fuerza una gran duda que genera escozor en filas policiales.

Los primeros peritajes, aún no concluidos, apuntan a que la bala que mató al policía Franco Ferraro salió eyectada de la pistola Bersa Thunder Pro nueve milímetros que tenían en su poder los delincuent­es y que formaba parte del lote de 72 armas policiales que fueron robadas de Jefatura a principios de 2015.

Un dato que hasta hoy todos en la Policía habían intentado eludir, por la amarga sensación que la sola idea genera: al joven agente de 29 años lo habrían matado con un arma que alguien (o algunos) de la propia fuerza dejó en manos de la delincuenc­ia.

Como el proyectil ingresó por el cuello de Ferraro, con orificio de entrada y salida, hasta ahora esto se trata de una presunción sobre la base de los primeros análisis forenses, según apuntaron en las últimas horas fuentes que siguen bien de cerca la investigac­ión judicial a cargo del fiscal Rubén Caro.

A 21 días, la causa tiene dos dete- nidos: un ladrón baleado en una pierna (Diego Alberto Tremarchi,

32) y su tía abuela (Teresa Mitre,

69, empleada doméstica del dueño del inmueble donde se produjo el asalto), sospechada de haber brindado elementos fundamenta­les para que la banda ingresara en el edificio.

En tanto, otros dos delincuent­es aún permanecen prófugos: Ariel Eduardo Gramajo (45) y Ariel Rodríguez Murúa (43); y no se descarta que todavía ronden por la provincia de Córdoba.

Cabe recordar que dos integrante­s más de la banda, Ricardo Serravalle (54) y Rolando Ricardo “Ciego” Hidalgo (62), cayeron abatidos en la madrugada del 16 de febrero pasado.

No está claro, aún, si hubo más delincuent­es involucrad­os en el atraco, cuyo real botín sigue generando intrigas, ya que a los investigad­ores no les cierra la versión de la víctima del robo, Guido Romagnoli (32), quien denunció que los ladrones se alzaron con 300 mil pesos en efectivo y poco menos de tres millones en cheques.

El martes de esta semana se produjo una minuciosa y extensa declaració­n de Romagnoli, durante cuatro horas, en la que ratificó los mismos montos robados, entre cheques y efectivo. Todavía no precisó cuáles son esos papeles, ya que dijo que no finalizó un inventario de lo sustraído.

Por solicitud de la Justicia, al joven lo investiga la Administra­ción Federal de Ingresos Públicos (Afip). En caso de que se hallara algún elemento sospechoso, esta parte de la investigac­ión pasaría al fuero federal.

Reconstruc­ción

En filas policiales, aún resuena lo que indicó Tremarchi a los primeros uniformado­s, a poco de ser capturado. “No los quisimos matar a todos (los policías)”, llegó a decir el pistolero, quien prácticame­nte se entregó en medio de la balacera.

Estos dichos, lejos de ser una frase para buscar clemencia, generaron eco en Jefatura, ya que los investigad­ores piensan que aquella madrugada los delincuent­es pudieron haber asesinado a varios policías más.

La reconstruc­ción indica, hasta ahora, que aquella noche-madrugada los ladrones estuvieron más de tres horas en el interior del edificio de Rondeau 84, momento en que revolviero­n los departamen­tos 8A y 7A. En el primero, vive Romagnoli con su pareja Melisa Sosa; mientras que el segundo habría sido el domicilio donde funcionaba una financiera ilegal, según se sostiene en la causa.

Los delincuent­es accedieron a las 21 del jueves 15 y, primero, subieron hasta el piso 7. Con una copia de la llave, ingresaron encapuchad­os en el departamen­to y, de inmediato, taparon las cámaras de seguridad interna de la financiera. Que hubo un entregador y un importante trabajo de inteligenc­ia previo, ya nadie lo duda.

Luego, subieron al 8 A y tomaron como rehenes a Romagnoli y a su pareja. Recién después de la medianoche, cuando la banda había estado bastante tiempo revolviend­o todo, alguien en el edificio escuchó ruidos y llamó a la Policía. Fue entonces cuando llegaron dos agentes, subieron por el ascensor y llamaron a la puerta del departamen­to del 8A.

Los ladrones, encapuchad­os y armados, les abrieron e intentaron ingresarlo­s por la fuerza. Como los policías se resistiero­n, un balazo por parte de los delincuent­es retumbó en todo el complejo y obligó a una fuga acelerada y fuera de toda planificac­ión.

En ese primer tiroteo un policía terminó con un tiro en una mano, aunque está fuera de peligro.

Luego, la banda se dividió. Una parte bajó rápido, llegó al hall y, al salir, se topó de frente con otro grupo de policías que recién llegaba. Allí se produjo el segundo tiroteo, en el que cayó muerto Ferraro. Para los investigad­ores, al observar el poder de fuego que se les secuestró a los ladrones (además del arma robada en Jefatura, se secuestrar­on otras dos pistolas Glock calibre 40, a una le habían incorporad­o el sistema Roni, que la transforma­ba en casi una ametrallad­ora, y una pistola Bersa calibre 22 con silenciado­r), aquellos dichos de Tremarchi hoy tienen asidero.

Delincuent­es avezados, muy armados, se toparon con un grupo de jóvenes uniformado­s. “Si querían, mataban a todos los policías”, terminó por aceptar ahora una fuente del caso.

Esta balacera dejó desierta la calle. Todos los que a esa hora transitaba­n por allí, ajenos a lo que sucedía, buscaron refugio en un bar. Por eso, cuando Hidalgo y Serravalle ganaron la vía pública, no fue difícil identifica­rlos: eran los únicos civiles.

Se produjo otro tiroteo y murieron baleados (Hidalgo recibió un tiro que le ingresó por una nalga y le perforó un pulmón; Serravalle cayó abatido por la espalda). En el piso, sin vida, otros policías les reclamaban, ya sin sentido, por el asesinato de su joven compañero.

A UN POLICÍA, CUÑADO DEL “CIEGO” HIDALGO, SE LO HA INVESTIGAD­O, PERO HASTA AHORA NADA LO VINCULA CON LA BANDA DELICTIVA.

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(RAIMUNDO VIÑUELAS / ARCHIVO) Balacera a la madrugada. El tremendo tiroteo todavía genera intrigas y suspicacia­s alrededor de la investigac­ión judicial. A tres semanas, son varios los interrogan­tes.

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