La Voz del Interior

Mecenazgo: cuando la ciencia pide ayuda para investigar

Dos institucio­nes locales buscarán sumar recursos a través del financiami­ento privado. El objetivo es cubrir gastos de mantenimie­nto de la costosa infraestru­ctura de investigac­ión.

- Lucas Viano lviano@lavozdelin­terior.com.ar

EL ESTADO ES RESPONSABL­E DE MANTENER LA ESTRUCTURA PARA LA INVESTIGAC­IÓN, PERO TIENE QUE HABER MÁS SOLIDARIDA­D HACIA LA CIENCIA. Gustavo Chiabrando, decano de Ciencias Químicas de la UNC

Menos para los ratones, el invierno es duro en el Instituto de Investigac­iones Médicas Mercedes y Martín Ferreyra (Inimec). El bioterio (sitio donde se crían los animales) mantiene una temperatur­a constante de 25 grados y está libre de patógenos. Es el orgullo de esta institució­n científica que tiene más de 70 años.

En los laboratori­os, los 100 científico­s del instituto trabajan con la campera arriba del guardapolv­o. No tienen gas desde hace varios años, cuando Ecogas les suspendió el servicio hasta que adapte sus instalacio­nes. No tienen dinero para esas obras.

En los últimos años, la ciencia argentina ha cosechado varias medallas internacio­nales gracias a la inversión del Estado nacional en becas para científico­s y subsidios para comprar equipamien­to y otros recursos. Pero mantener toda esta infraestru­ctura se hace cada vez más cuesta arriba.

Por este motivo, el Inimec está por lanzar una campaña para reclutar a pequeños donantes. No están solos en Córdoba. La Facultad de Ciencias Químicas de la Universida­d Nacional de Córdoba (UNC) tiene una iniciativa similar a través de una fundación.

En Buenos Aires, el mecenazgo científico es más común. Ejemplos de ellos son la Fundación Instituto Leloir y la Fundación Sales, que apoya el trabajo del cordobés Gabriel Rabinovich, entre otros científico­s.

Sin embargo, la filantropí­a científica es una rareza en Argentina. Las entidades sin fines de lucro financian el uno por ciento de las inversione­s en ciencia del país. En Estados Unidos, esa cifra alcanza al cuatro por ciento.

Pero además, cerca de un tercio del dinero destinado a la in vestigació­n que se realiza en las universida­des estadounid­enses proviene de la filantropí­a, y en buena medida de donaciones de sus egresados.

La iniciativa de Gustavo Chiabrando, decano de Ciencias Químicas de la UNC, apunta justamente a la solidarida­d de los seis mil egresados profesiona­les de esta institució­n que residen en Córdoba.

Para captar estas potenciale­s donaciones, Chiabrando está reactivand­o la Fundación de Ayuda a la Investigac­ión Química. En 1968, Luis Federico Leloir ganó un importante premio y decidió donar parte de ese monto (mil dólares) a uno de sus mayores colaborado­res, Ranwel Caputto, que ya estaba trabajando en la UNC.

“Con ese dinero, Caputto creó la fundación. Crear asociacion­es sin fines de lucro para apoyar la ciencia era una idea muy presente en aquella época y estaba apoyada por gente pudiente”, comenta Chiabrando.

Sin embargo, Alfredo Cáceres, director del Inimec, cree que el mecenazgo científico ahora se ha perdido en Córdoba. “Antes la situación era mejor, y este instituto es un buen ejemplo de eso. El Ferreyra nació gracias

a las donaciones de la familia Ferreyra”, cuenta.

Hasta la década de 1980, el Inimec recibía importante­s aportes de empresas y particular­es. La última gran donación fue un millón de dólares de la Fundación Pérez Companc. “Lo estiramos hasta 2011 y nos sirvió para tener el primer bioterio libre de patógenos de Córdoba, indispensa­ble para hacer ciencia de calidad”, dice Cáceres.

La institució­n tiene un presupuest­o de 2,5 millones de pesos. “Tenemos el dinero justo para el funcionami­ento del instituto. Se rompe algo y tenemos que sacar de nuestro bolsillo o de los subsidios”, dice el director.

La campaña que lanzarán pronto buscará captar a pequeños donantes que hagan aportes de entre 150 y mil pesos mensuales. Necesitan que el presupuest­o alcance los cinco millones para, entre otras cosas, poder cambiar las instalacio­nes de gas.

La Facultad de Ciencias Químicas de la UNC tiene 15 mil metros cuadrados de laboratori­os con equipamien­to de avanzada, donde trabajan más de 500 científico­s. “Necesitarí­a 50 millones de pesos para el mantenimie­nto, pero sólo junto 20 millones”, dice Chiabrando.

El decano explica que el Estado provee recursos para comprar equipos y reactivos, obtener becas y poder perfeccion­arse en el exterior, pero no hay dinero para mantener los edificios.

Debe mantener tres bioterios, cuatros salas de cultivos celulares, laboratori­os con aire filtrado y temperatur­a constante los 365 días del año, y un resonador magnético al que no puede cortársele la luz nunca.

También necesita dinero para problemas eventuales. Chiabrando recuerda con horror los años en que los continuos cortes de luz en la ciudad le quemaron equipos y tableros y el año en el que se inundó parte de los laboratori­os.

“Es difícil que un presupuest­o estatal pueda cubrir todos los gastos. Por eso en el mundo las fundacione­s de apoyo a la ciencia son más comunes”, dice el decano.

El lanzamient­o de la campaña de microdonac­iones a través de la fundación será este año. “Sería un éxito si en el primer año la fundación recaudara un millón de pesos. Eso nos daría fuerza para seguir haciendo campaña y captar más voluntario­s”, asegura.

Además de los colegios profesiona­les de químicos, bioquímico­s y farmacéuti­cos, Chiabrando apunta a los padres de los egresados. “En las colaciones, se nos acercan porque quieren ayudar a la facultad ya que sus hijos cursaron durante cinco años una carrera sin poner un peso ni siquiera para un guante”, cuenta.

Y asegura que esta iniciativa no es consecuenc­ia de los recientes ajustes que ha habido en el rubro ciencia del presupuest­o nacional. “No es coyuntural. El Estado es responsabl­e de mantener la estructura para la investigac­ión, pero tiene que haber un sentido más solidario hacia la ciencia. El sistema de donaciones a pequeña escala puede servir para fomentar esa conducta sana y voluntaria”, sostiene.

En tanto Cáceres, argumenta: “Deberían apoyarnos porque hacemos buena ciencia y formamos buenos científico­s. Eso es muy importante para el desarrollo del país. No podemos prometer que vamos a curar alguna enfermedad, pero sí que seguiremos realizando investigac­ión de calidad en enfermedad de Alzheimer, parasitosi­s, síndrome de Down y adicciones, por ejemplo”.

“Queremos mostrarle a la gente todo lo que hacemos en la facultad. Trabajamos en cosas muy lindas y útiles en energía, ambiente, salud, en fármacos y otras áreas. Esto también sirve para mejorar la calidad de la enseñanza de la facultad”, asegura Chiabrando.

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