La Voz del Interior

Varones trans, aún lejos de la integració­n

Cómo es la vida de las personas transgéner­o que nacieron biológicam­ente femeninas, pero tienen identidad masculina. Historias que la mayoría de quienes las viven no pueden contar por el miedo a la discrimina­ción, a perder el trabajo y a ser rechazados.

- Juan Simo jsimo@lavozdelin­terior.com.ar

Fernando se operó en forma clandestin­a. Bruno recurrió a la Justicia para que la obra social le brinde el tratamient­o hormonal. Sebastián tuvo que avisar, profesor por profesor, de su cambio de identidad. Luis teme que en el próximo examen médico laboral lo cuestionen y pierda su trabajo.

La lista sigue. Cuatro años después de la ley de identidad de género, los derechos que allí se enumeran se cumplen de modo parcial para los hombres trans. Porque no sólo se trata de un cambio en el DNI y porque no basta que un derecho esté enumerado para que el Estado y la sociedad lo garanticen en la práctica.

“Ser un hombre trans es nacer físicament­e femenino. Nacer mujer y hacer la transición a la identidad de género que uno siente, que es la masculina”, explica Fernando. Él tuvo que iniciar esa transición de forma ilegal mucho antes de la sanción la ley nacional 26.743 de identidad de género (2012), con una mastectomí­a (extirpació­n de las mamas) en un consultori­o clandestin­o, pagando una fortuna para la escala de su bolsillo.

“Ser trans es ir adaptándon­os a los que nos tocó. Porque nacimos en un cuerpo de mujer pero nosotros nos sentimos hombres. A medida que va pasando el tiempo, podemos cambiar nuestro cuerpo según cómo nos sentimos”, dice Remo, un estudiante de 18 años que espera operarse y que en la actualidad sólo recibe tratamient­o hormonal.

Lento cambio

Desde la sanción de la ley el 9 de mayo de 2012, pasaron cuatro años. Pero recién el 20 de mayo de 2015, el Gobierno nacional reglamentó los artículos sobre salud sexual, donde se estipula que las distintas cirugías, incluida la readecuaci­ón genital, y los tratamient­os hormonales deben estar garantizad­os por los actores públicos y privados del sistema de salud. De todos modos, en Córdoba, por disposició­n del Ministerio de Salud provincial, desde 2012 se habilitó en el hospital Rawson un equipo interdisci­plinario para brindar una respuesta a mujeres y hombres trans.

Allí es donde acude la mayoría de los varones trans. En el hospital Nacional de Clínicas hubo una primera implementa­ción de un equipo también interdisci­plinario y se brindó asistencia a mujeres trans, pero se interrumpi­ó el programa.

En un café tranquilo o en un espacio apartado de un centro comercial para poder hablar sin tener que lidiar con reacciones adversas, Fernando, Bruno y el resto de estos varones trans agru- pados en Hombres Trans Córdoba van contando sus historias y enumeran los derechos que aún les son negados.

La mayoría de ellos tienen barba y el pelo corto. Dicen que gozan de una suerte de ventaja para su transición porque el tratamient­o hormonal los hace pasar inadvertid­os. Hablan de sus cambios en sus entornos más cercanos o lo hacen limitándos­e a contextos que creen seguros y respetuoso­s.

El ámbito laboral es el más difícil: muchas veces, cuentan, han avanzado en procesos de selección para un puesto hasta que llegan al examen médico preocupaci­onal. Y se quedan sin nada.

Silencio habitual

Luis –no es su nombre real– decidió no contar en su trabajo que es trans. Así como muchos no transcurre­n sus días contando que son, por ejemplo, heterosexu­ales, los hombres trans tampoco creen necesario revelar su orientació­n. Pero en el caso de Luis hay un factor que otros de sus pares viven a diario: temen que por conocer su identidad de género sean discrimina­dos.

“El hecho de que me vean diferente y me tomen diferente no me gusta, no me hace sentir cómodo”, dice. Cada vez que tiene que pasar por un examen médico para renovar su habilitaci­ón laboral, corta clavos. En su caso, ya se sometió a una mastectomí­a en el hospital Rawson y espera realizarse otras para completar su transición.

Luis trabaja en un lugar público con autos. Fernando es taxista. Bruno es empleado administra­tivo en una empresa de construcci­ón y, según él y sus pares, es un afortunado porque pudo hacer pública su transición en ese ámbito sin mayores dificultad­es: un día se animó y le dijo a su jefe directo que estaba esperando su nuevo DNI.

“Él hizo un desayuno con todo el equipo de la oficina, y ahí pude contar lo que estaba haciendo y sintiendo”, explica.

En lo cotidiano

En la universida­d donde estudia, Sebastián –también es un nombre ficticio– tuvo que encargarse este año de pedirles a sus profesores que dejaran de tomarle lista con el nombre que figuraba en su anterior documento. Todavía le cuestan acciones que son cotidianas para el resto, como ir al baño o a una pileta. Sobre todo, porque aún no se hizo la mastectomí­a.

Remo, un joven de 18 años que resguarda su nombre real, lo dice en sus palabras. “Son bastantes las cosas que para la gente ‘normal’, entre comillas, son fáciles, pero para nosotros son difíciles. En el colectivo, por ejemplo, está la mirada rara de los otros, el roce, más siendo que yo no estoy operado”. Parte del grupo de hombres trans se reunió una noche en la sala de teatro documentA/Escénica para la producción de fotos y videos. Pero no todos pudieron mirar las cámaras: esa exposición aún implica para todos ellos un costo social muy grande.

La posibilida­d de perder un trabajo, de enfrentar de modo aún más violento la discrimina­ción o la falta de aceptación de la diversidad de los otros los desalienta.

“Cuando iniciás tus cambios corporales, aunque sea a los ponchazos y con poca asistencia, comenzás a sentirte mejor. Pero para los que están alrededor es exactament­e lo contrario. Tu transición genera una transición en los otros. Hay que iniciar un trabajo pedagógico, paciente”, reflexiona Fernando.

Y remarca: “Siempre se rechaza lo que es diferente. Y a pesar de que somos personas como cualquier otra –podemos ser buenos o malos trabajador­es, buenos o malos hermanos o novios–, todavía hay una gran estigmatiz­ación en cuanto a lo trans. Y, además, se desconoce totalmente lo que es un varón trans”.

ser trans es ir adaPtándon­os a lo que nos toCó. naCimos en CuerPo de mujer Pero nos sentimos hombres. Remo, 18 años, estudiante Cuando iniCiás tus Cambios, Comenzás a sentirte mejor. Pero Para los que están alrededor es lo Contrario. Fernando, varón trans

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(SERGIO CEJAS) El cambio que deseaban. Bruno y Fernando, dos varones trans entre muchos más.

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