DETRÁS DE LOS ALIMENTOS
EN PLENA ERA FOODIE, UNA MIRADA AL LADO MÁS OSCURO DE LA PODEROSA Y MULTIMILLONARIA INDUSTRIA ALIMENTICIA.
Abrir una palta, sacarle la semilla, extraer la pulpa y pisarla con un tenedor. Agregar cubitos de tomate y cebolla picada. Condimentar con cilantro, limón y sal. ¿Existirá felicidad más instantánea que la de hundir un nacho crujiente en un tazón de guacamole? La creciente popularidad de esta salsa mexicana –proclamada el snack favorito del Super Bowl, el evento deportivo más visto del planeta– ha hecho aumentar vertiginosamente la demanda mundial de palta en los últimos quince años. Pero ¿cuántos de sus fanáticos conocen la peligrosa ruta que recorre esta fruta antes de llegar a sus platos?
Los aguacates del diablo (2017), un reportaje realizado por el programa periodístico francés Envoyé Spécial, muestra por qué producir paltas es una actividad de alto riesgo en Michoacán, el estado mexicano de donde proviene la gran mayoría de las paltas que se consumen en la Argentina y el mundo. Su exportación reporta a México más de mil millones de dólares al año.
En Michoacán, el reino del aguacate, los productores –que deforestan ilegalmente cientos de hectáreas de bosques para sembrar “oro verde”– viven bajo la amenaza de los cárteles de la droga, que los extorsionan, secuestran y asesinan para quedarse con una parte del botín.
La zona, por otra parte, se encuentra al borde de una catástrofe sanitaria. En las plantaciones clandestinas de palta, la utilización de agroquímicos no está regulada por el gobierno. Para asegurarse una buena cosecha, los productores emplean pesticidas ilegales. Estas sustancias altamente tóxicas ya dejaron secuelas en decenas de trabajadores y pobladores de la zona: enfermedades degenerativas, malformaciones, abortos y problemas reproductivos. Pero el miedo hace que todos callen.
Elevada a la categoría de “superalimento” por sus cuantiosas propiedades nutritivas, la palta es solo una de las modas gastronómicas cuyo escalofriante detrás de escena es desconocido por los consumidores.
Nunca como en nuestra época se rindió tanto culto a la comida: múltiples programas de cocina plagan la TV, los chefs son venerados como estrellas de rock y ningún millennial que se precie de foodie da un bocado a su cena antes de sacarle foto. Pero a la par de esta gourmetización, crece la ignorancia sobre el origen y la calidad de los alimentos que consumimos a diario. Una serie de documentales, disponibles en Netflix, pone bajo la lupa a la industria alimentaria, con revelaciones que dejarán sin apetito a más de uno.