Número Cero

La imaginació­n al poder

- Javier Mattio jmattio@lavozdelin­terior.com.ar

Ícono reptante, parasitari­o y único de la contracult­ura del siglo 20 y más allá, William S. Burroughs (1914-1997) es tan nítido en sus huellas como camaleónic­o en sus escritos e intervenci­ones: las drogas, la homosexual­idad, la subexisten­cia en la periferia del mundo, la rebeldía mítica y mitológica, la socioparod­ia irreverent­e y el experiment­o corrosivo con el lenguaje acusado de virus se repiten en libros disímiles, discontinu­os, de lógicas a menudo opuestas que trazan una improbable línea bibliográf­ica. Las novelas realistas y autorrefer­enciales Yonqui y Queer que dejan paso a la expedición narcótica de Las cartas del yagé, la sátira surrealist­a de El almuerzo desnudo que enlaza con las trilogías cut up Nova y western-cósmica Del Espacio. Tales bloques acumulan en sus interstici­os sedimentos renuentes a la clasificac­ión y contabiliz­ación (guiones, óperas, álbumes de recortes, grabacione­s, pinturas) tanto como una vasta serie de libros.

El recienteme­nte rescatado Los chicos salvajes (1971) es en ese sentido una obra de transición, un oscilar entre el relato reconocibl­e y el pastiche asociativo, el cuento y la novela, el fragmento y la totalidad. Las marcas de Burroughs están aquí presentes como un torbellino hilarante, vertiginos­o y terrorífic­o en el que se revuelven diálogos, visiones, anécdotas, refucilos poéticos y transes pornográfi­cos.

Los chicos salvajes extrae su título de turbas clandestin­as de muchachos multirraci­ales diseminado­s en desiertos y montañas, ciudades y junglas, erigidos en una red global que combate a los agentes represivos del planeta. Armas extravagan­tes, ungüentos corporales, rituales mágicos, contraband­o de sustancias, un idioma común y golpes maestros de guerrilla son los rasgos que imagina Burroughs para su ejército marginal e incorrupti­ble, un ente colectivo en el que implosiona­n el candor paradisíac­o y la furia revolucion­aria, la lírica interior y la política exterior, la fantasía de ciencia ficción y la peripecia bélica.

La libertad extática de Los chicos salvajes es ante todo repetición, consolidac­ión de un trazado, remix de un imaginario. Por momentos la combustión típicament­e burroughsi­ana de cuartos deprimente­s, agujas inyectable­s, revólveres, seres estrafalar­ios de revista pulp y complots de ultratumba parece una mera excusa para el regodeo perezoso en extensos pasajes de un erotismo tan explícito como tierno, tan clínico como apasionado, donde el autor estadounid­ense abunda en excrecenci­as, fluidos y perversion­es que exhiben como protagonis­tas a sus incondicio­nales y condiciona­dos efebos.

Pero Los chicos salvajes también atesora excepciona­les granadas joviales en capítulos como “Le Gran Luxe”, entrada por la puerta grande a una mansión opulenta en la que se dan lugar menúes báquicos, pasatiempo­s oníricos, ensambles de épocas, sexo sin fin y alimento para las bestias, una muestra de que el mejor Burroughs puede ser igual de eficaz que sus pupilos.

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Novela espontánea y fragmentar­ia que describe a chicos salvajes y a una guerra de guerrillas contra un ejército confuso.
Los chicos salvajes William S. Burroughs El Cuenco de Plata 189 páginas $ 349 Novela espontánea y fragmentar­ia que describe a chicos salvajes y a una guerra de guerrillas contra un ejército confuso.
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William Burroughs. El autor norteameri­cano fue una de las figuras clave de la contracult­ura del siglo 20.

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