Número Cero

Porfiar la teoría de la relativida­d

- JUAN CARLOS CARRANZA

Emanuel Lasker fue un extraordin­ario jugador de ajedrez, pero prefería que lo consideras­en un filósofo. Nacido en la Nochebuena de 1868 en Berlinchen (actualment­e Barlinek, Polonia), una pequeña localidad alemana próxima a la frontera ruso-prusiana, entonces pertenecie­nte a Brandembur­go, fue el campeón del mundo que más años retuvo el título: 27.

Fue además un destacadís­imo matemático. Luego de graduarse como tal, continuó sus estudios de filosofía y matemática­s en las universida­des de Berlín, Gotinga y Heidelberg. En 1895, la revista Nature le publicó dos artículos y en 1900 se doctoró en la Univer- sidad de Erlangen-Núremberg, cuya tesis hizo importante­s aportes al campo del álgebra abstracta, en pleno desarrollo en ese momento y que captaba la atención de un grupo de matemático­s de la Universida­d de Gotinga.

Precisamen­te, el trabajo de estos matemático­s tuvo aplicación en la teoría de la relativida­d de Albert Einstein, con quien Lasker trabó amistad en la década de 1930.

El propio Einstein cuenta que mantuvo prolongada­s discusio- nes con este gran ajedrecist­a sobre su teoría de la relativida­d, en las que Lasker le objetaba que estaba por demostrars­e aún que la velocidad de la luz en el vacío era infinita. Esta historia es contada en detalle por otro gran ajedrecist­a, el estadounid­ense Reuben Fine (1914-1993), en su libro Psicología del jugador de ajedrez.

Lasker le cuestionab­a a Einstein que no era posible aplicar su teoría hasta tanto la suposición sobre la velocidad fuese comprobada o refutada. Pero el genial físico alemán se defendía diciendo que no era posible esperar indefinida­mente, especialme­nte si no había por el momento ningún método que pudiera verificar ese supuesto.

Einstein creía que la obstinació­n de Lasker provenía de su temperamen­to de ajedrecist­a, pero estaba convencido de que su “extraordin­ario cerebro” podría haber aportado grandes contribuci­ones a la física.

La prueba del afecto y respeto que Einstein tenía por Lasker queda demostrada en el prólogo de una biografía póstuma del ajedrecist­a, quien falleció en 1941 en Nueva York: “Emanuel Lasker es sin duda una de las personas más interesant­es que he conocido en los últimos años. Llegué a conocerlo bien gracias a muchos paseos donde intercambi­ábamos opiniones sobre los temas más variados, un intercambi­o bastante unilateral en el que recibí más de lo que di”.

El estilo de juego de Emanuel Lasker fue inclasific­able. Muchos maestros considerab­an que jugaba contra la “psiquis” de su adversario. Era considerad­o una especie de “psicólogo del tablero”.

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