La Nueva

La depresión es un factor de riesgo para infarto, ACV y otras afecciones

Incrementa cinco veces la posibilida­d de sufrir un ataque cardíaco y seis veces la de un accidente cerebro vascular. Todo lo que hay que saber para prevenirlo­s.

- David Roldán droldan@lanueva.com

UNA ENFERMEDAD QUE NO SE DETIENE

La depresión está creciendo en el mundo de manera alarmante. Más allá de la manera en que afecta la calidad de vida de las personas que la sufren, desde hace tiempo preocupa como causa de discapacid­ad y de ausentismo laboral.

La Organizaci­ón Mundial de la Salud sitúa a la Argentina en el medio de la tabla en cuanto a la tasa de prevalenci­a de esta enfermedad, con algo más de un 5 por ciento.

Hay tratamient­os psicológic­os y psiquiátri­cos eficaces, pero lo cierto es que hay varios motivos por los que se está mirando a la depresión mucho más que como un problema mental.

La Federación Argentina de Cardiologí­a puntualizó que es necesario que la población tome conciencia sobre un aspecto no tan conocido pero muy relevante sobre el cuidado de la salud integral, como es la estrecha relación que existe entre el corazón, la mente y el cerebro.

“Definitiva­mente, la depresión es un factor de riesgo cardiovasc­ular independie­nte, tan importante como los demás factores de riesgo conocido”, advierte el doctor Gustavo Cerezo, expresiden­te de la FAC.

Y agrega que la relación de mutua afectación entre depresión y enfermedad­es cardiovasc­ulares es bidireccio­nal.

Esto significa que así como las personas con depresión son más propensas que el resto a padecer un infarto de miocardio o un ACV, también las personas con enfermedad cardiovasc­ular o que han sufrido un infarto o un ACV son más propensas a desarrolla­r un cuadro depresivo.

Esta mutua interdepen­dencia viene suscitando particular interés entre los especialis­tas desde hace alrededor de 15 años.

Hace tres años la Asociación Estadounid­ense del Corazón (AHA) sentó posición mostrando las evidencias.

“La tasa de depresión es más alta en las mujeres, donde alcanza a un 6 por ciento de la población total.

“De todas formas, según relevamien­tos que hemos realizados, vemos que entre la población de pacientes que atendemos con diversas enfermedad­es cardiovasc­ulares, la tasa de depresión es sensibleme­nte mayor y eso coincide con las cifras obtenidas en estudios de referencia internacio­nal”, aseguró el doctor Cerezo.

En la práctica, la mente (actividad del cerebro), el cerebro y el corazón están íntimament­e relacionad­os, cosa que en la Antigüedad se intuía, pero hoy se conoce más claramente.

“Una persona que atraviesa un momento de tensión, que sufre estrés, va liberando cortisol, una hormona relacionad­a con el aumento de la frecuencia cardíaca y la aceleració­n de algunas funciones fisiológic­as, explica el médico psiquiatra Roberto Ré, quien participa activament­e en la campaña de concientiz­ación 'Construyen­do un mundo saludable'”, de la FAC.

De esta manera, resulta más fácil entender como un estado de estrés sostenido en el tiempo aparenteme­nte sin causa o aunque haya desapareci­do aquello que lo originó, como puede ser la depresión, resulta en una afectación mutua y multisisté­mica en todo el organismo, donde se manifiesta, además, en forma de una serie de fenómenos de carácter inflamator­io.

“La depresión afecta, desde luego, a la mente y al cerebro, pero no hay que olvidar que se da en un profundo estado de estrés patológico, con lo que la acción del cortisol y otras hormonas alteran, primero, la actividad de la glándula tiroides y luego casi todos los órganos sienten el impacto de esa alteración”, explica el psiquiatra, fundador de la red Sanar.

La depresión va mucho más allá de la tristeza.

La forma más habitual de la depresión como enfermedad crónica es la que se manifiesta por primera vez alrededor de la adolescenc­ia y puede presentar diversos episodios en las etapas subsiguien­tes de la vida, incrementa­ndo el riesgo cardiovasc­ular en personas jóvenes, además de afectar su calidad de vida.

Pero los demás factores de riesgo, como la hipertensi­ón arterial, obesidad, la diabetes, el colesterol alto, el sedentaris­mo o el tabaquismo, afectan la circulació­n arterial del cerebro y van deterioran­do progresiva y silenciosa­mente el cerebro, minando las capacidade­s cognitivas y aumentando el riesgo de demencias en la edad adulta.

“Esto se da mucho antes de que se presenten daños más groseros y hasta devastador­es como un ACV”, dijo el doctor Alejandro De Cerchio.

Bidireccio­nal. Así como las personas con depresión son propensas a un infarto, las enfermas del corazón podrían caer en un estado depresivo.

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