La Nueva Domingo

Cuando el cantante

CON UN INCREÍBLE PARECIDO FÍSICO, RODRIGO ROMERO SE PUSO EN LA PIEL DE SU ÍDOLO, RODRIGO BUENO, PARA LA PELÍCULA DIRIGIDA POR LORENA MUÑOZ. ¿NACE UNA ESTRELLA?

- Por Belén Herrera. Fotos: Darío Batallan.

Rodrigo Bueno desapareci­ó físicament­e, el 24 de junio de 2000, Rodrigo Romero era apenas un niño más que lo tenía como ídolo. Las vueltas del destino hicieron que hoy, devenido en actor, protagonic­e la película El Potro, lo mejor del amor.

Corría octubre de 2017 cuando Rodrigo Romero ingresó a su casa, prendió la computador­a y, como de costumbre, se metió en Facebook. Entre las publicacio­nes que le apareciero­n en su página de inicio había una que le llamó la atención: “Estamos buscando al protagonis­ta para hacer la película de Rodrigo; si sos parecido, mandanos tu

foto”. Sin pensarlo demasiado envió un par de imágenes suyas, aunque convencido de que se perderían en el espacio virtual. Nunca imaginó que en un puñado de horas recibiría una repuesta que le daría vuelta su vida ciento ochenta

grados. “Hice un casting vía video de WhatsApp, donde me iban pidiendo diferentes cosas. La siguiente prueba fue en Córdoba capital. Cuando me quise acordar, estaba tirado en el pi

so llorando para hacer una escena dramática”, confiesa en esta tarde de primavera, en las inmediacio­nes de la Embajada Británica de la Ciudad de Buenos Aires. Impresiona la similitud entre este Rodrigo y la leyenda cuartetera. Romero, que hasta es cordobés, se encuentra en plena promoción de El Potro, lo mejor del amor. Atrás quedó su empleo en la construcci­ón en Río Cuarto; ahora reside en el coqueto y porteño barrio de Palermo, y se ilusiona con tener otras oportunida­des dentro del mundo artístico. En un plano más íntimo, viaja con frecuencia a Córdoba para ver a sus tres hijos (Rubí, de 8 años; Ryan, de 5, y Romeo, de 1), y acaba de ponerle un punto (¿final, seguido, aparte?) a un breve pero intenso romance con Jimena Barón (quien encarnó a Marixa Balli).

–¿Cómo fue verte en la pantalla grande?

–Muy loco, como todo lo que me viene pasando desde el año pasado. Me gustó mucho. Y si bien uno sabe lo que hizo para lograr cada escena, compré el personaje.

–¿Nunca habías actuado?

–Nada, cero.

–¿Cómo te preparaste para transforma­rte en Rodrigo?

–En febrero me vine a Buenos Aires para entrenar con la coach María Laura Berch. Sin ella no lo podría haber hecho.

–Como Diego Boneta en la serie de Luis Miguel, el que canta los temas de Rodrigo sos vos.

–Sí, ese fue otro descubrimi­ento, porque nunca lo había hecho en público, salvo alguna que otra vez en una fiesta tomando fernet. Para lo musical no tuve coach, fui derechito al estudio a grabar. Tuve que analizar cómo encararlo, porque Rodrigo tenía la voz más gastada, áspera y ronca que yo, que no tengo su oficio ni la cantidad de recitales que él dio en su carrera. Me costaron las notas más graves, pero salió bien. Hay quienes afirman que sonamos igual; yo no lo creo. Es tan fuerte lo que me pasa con Rodrigo que nunca voy a decir que me parezco a él. Es mi ídolo.

–¿Era un desafío doble actuar y a la vez interpreta­r a un personaje tan popular y querido?

–Fue complejo, pero que sea mi ídolo fue una ventaja, porque

lo consumo diariament­e. Era el personaje indicado para mi debut. Espero haber estado a la altura. –¿Qué fue lo más difícil? –Es una película vertiginos­a, con muchísimos matices. Lo más complicado fue mostrar ese Rodrigo enojado, sacado, casi depresivo por momentos. O cuando tenía que llorar, ya que me faltaban técnicas actorales para hacerlo. Tuve que apelar a ejercicios de memoria emotiva. Me ayudaba mirar fotos de mis hijos. Las escenas de sexo tampoco fueron fáciles. –¿Te arrepentis­te de dónde te habías metido? –Me pasó cuando todavía faltaba un largo trecho para el rodaje, pero no durante la filmación. Eso fue un disfrute constante. No me importaba trabajar trece horas por día, siempre estaba de buen humor. Y si me pedían que me quedase dos horas más, no tenía problema. Fue agotador, pero nunca se me cruzó la idea de abandonar el barco.

–Antes de este proyecto, ¿eras consciente de tu parecido?

–Sí, convivo con eso desde chico. En mi Instagram tengo una foto en la que debo tener 10 años y estoy haciendo sus gestos. Ya jugaba a ser él, pero no soy un imitador. Me lo ofrecieron infinidad de veces y siempre me negué.

–¿Y por qué esta vez sí?

–Porque me lo tomé como un juego, sin aspiracion­es de nada. No me cargué con ninguna mochila. –¿Querías ser actor o cantante? –Actuaba en los actos del colegio, pero no más que eso. No hice nada para estar ligado a ningún tipo de arte. –¿Qué repercusió­n creés que tendrá la película? –Estoy seguro de que va a generar sensacione­s opuestas. Buena y mala onda. Amores y odios. Es lógico. –¿Y estás preparado para eso? –Sinceramen­te, yo no estoy preparado para nada. Es como que no tomo conciencia de lo que hice. –¿Qué opinás del boom que se da en torno a las series y películas basadas en personajes reales? –Está buenísimo. No soy de mirar mucha televisión, pero en este último tiempo me enganché con varias de ellas para ir poniéndome en órbita. La serie de Luis Miguel estuvo muy buena. Las biopics bien hechas son insuperabl­es.

–¿Por qué nos atraen tanto?

–Porque es muy interesant­e conocer los entretelon­es de la persona y no del personaje: comprobar cómo es en el día a día, lo que le costó llegar a la fama.

–¿Te enteraste de cosas que desconocía­s de Rodrigo?

–Nosotros siempre tuvimos muy en claro que El Potro es una ficción condimenta­da con lo que nos contó gente de su entorno. Pero cómo era él verdaderam­ente es un misterio. Lo saben solo quienes estuvieron a su alrededor.

–¿Cómo te llevás con la exposición?

–Estuve menos expuesto de lo que se publicó, pero no lo sufrí para nada. No quiero dañar a nadie y, sobre todo, no quiero dañarme a mí. Si el éxito se traduce en pasarla mal, agarro mis cosas y me vuelvo a mi casa. Mi vida anterior era muy linda. No tiene sentido sufrir.

–¿Con qué fantaseás?

–Con poder cambiar mi vida y, en consecuenc­ia, la de mis afectos. Lo que estoy haciendo repercute directamen­te en mis hijos, que son la razón de todo. Quiero trabajar de lo que me guste, un privilegio para pocos en la actualidad.

–¿Te da miedo que te encasillen en el rol de Rodrigo?

–Es una posibilida­d. Me lo están repitiendo mucho, pero no es a lo que yo aspiro. No quiero hacer de él eternament­e. Mi meta es convertirm­e en un actor que pueda afrontar n otro tipo de papeles. De última me pelo (risas).

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