Puede ser todo posible
Ya pasaron 12 años. El 28 de agosto de 2004 Argentina se colgaba la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Atenas. También transcurrieron 11 días desde el 17 de agosto. Ese día, Manu Ginóbili y Chapu Nocioni confirmaban su decisión: el partido contra Estados Unidos en los Juegos de Río había marcado el retiro de ambos de la Selección.
En medio de estas dos fechas pasaron 4.372 días. El puente entre la consagración del oro olímpico y el último adiós de los pocos pasajeros que quedaban en el tren de la alegría unió generaciones.
De los que marcaron época sólo queda Luis Scola (36 años) y algo de Carlos Delfino, con 33 años y siete operaciones encima. El resto, atrás, viene marchando. A ellos, los mayores con su trayectoria les fueron marcando el camino.
La realidad es que su preparación hoy es superior a la que tuvieron en su momento los propios campeones olímpicos en los primeros pasos. Las épocas cambiaron para mejor.
La evolución y proyección de varios de los que seguirán defendiendo la celeste y blanca los posiciona en un importante nivel para ocupar un rol de acompañantes, o como alternativa momentánea de liderazgo.
Faltan centímetros para el juego interno -una histórica carencia-, y comprobar cuánta fuerza alcanzan quienes están empujando de abajo.
Después de hacer base en la Liga Nacional, emigrar a Europa será decisivo para que ellos continúen desarrollándose, forjen su nombre propio y tengan la capacidad de alcanzar -y si es posible superar- la vara que quedó a una altura insospechada para el básquetbol argentino. Necesitarán dar un salto en alto. Muy alto.
Deben recordar que hasta lo que parece imposible puede ser posible. Así se los enseñó la generación anterior.