LA NACION

Maria Simon

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Habiendo leído la nota publicada en digital LA NACION del 14 de junio pasado y en la edición impresa del lunes 17 de este mes, siento la necesidad de aclarar algunos aspectos de lo que fue la vida de mi madre, la escultora Maria Simon. Cuando yo era muy chica, un día escribí: “Mi madre no cose, no teje, no borda, pero mi madre es una artista”. Su atelier estaba en casa y para mí, que era hija única, sus esculturas eran mis hermanos. Cuando en 1964 gana la beca del British Council, yo viajé a Europa con ella y con una amiga mía. Maria nos instaló en París para que completáse­mos nuestra formación cultural y aprendiése­mos francés, mientras ella se dirigía a Londres para desarrolla­r su trabajo artístico de acuerdo con la beca que había ganado. Durante esos seis meses nos hicimos mutuas visitas entre Londres y París. Regresamos juntas a Buenos Aires y al poco tiempo ella ganó el Premio Braque de escultura, por lo cual debía trasladars­e a París por el término de un año. Inmediatam­ente me ofreció ir con ella a Francia, pero como yo acababa de entablar una relación afectiva muy importante (con el que más adelante fue mi marido) rechacé su ofrecimien­to. A pesar de la distancia entre París y Buenos Aires, mi madre y yo mantuvimos siempre una estrecha relación y, a partir de la aparición de Jacques Lassaigne en su vida, la pude ver realmente feliz. Jacques además llegó a ser como un padre para mí. En pocas palabras: no se puede separar su obra de la mujer, porque su vida era creación pura. No había nada en su vida que escapase al sentido estético, por eso teníamos una broma que se repetía: ella me decía que si yo no hubiese sido linda, no me hubiese querido. Pero era solo una broma. Maria fue mi gran maestra de vida. Diana Poli DNI 1.811.156

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