Romy Schneider, la princesa rebelde que fue el gran amor de Alain Delon
La actriz nacida en Viena conquistó al mundo en el papel de Sissí, pero su vida personal fue atravesada por las pérdidas
Una adolescente manejada por su entorno, como Sissy. Una joven inteligente de belleza inquietante, como la inocente Scampolo. Una mujer madura atormentada por la vida, como Nadine Chevalier, la protagonista de Lo importante es amar. Por un capricho absurdo del destino, los roles más importantes que Romy Schneider interpretó en su exitosa carrera, tuvieron un ineludible correlato con su vida personal.
Rosemarie Magdalena Albach, tal su verdadero nombre, nació en Viena en 1938, seis meses después de que el régimen nazi anexara Austria al imperio alemán. Por eso, con cuatro semanas de vida, sus padres decidieron llevarla, junto con su hermano mayor, Wolf Dieter, a Schönau am Königssee, en Baviera, donde vivían sus abuelos paternos, que fueron los que se encargaron de la crianza a partir de ese momento.
La decisión tomada por sus padres -Wolf Albach-Retty, un reconocido actor de teatro, y Magda Schneider, protagonista de varias películas musicales- no tenía que ver con la situación geopolítica, sino con sus ansias de seguir con sus compromisos laborales. De hecho, Magda mantenía muy buenas relaciones con el gobierno alemán, a tal punto que Romy estaba convencida de que su madre había sido amante de Adolf Hitler, y que por ese motivo el regimen nazi la había dispensado de pagar impuestos.
La educación que le brindaron sus abuelos se complementó con la que recibió en los institutos de Berchtesgaden y Salzburgo en los que estudió, en calidad de interna. Y si bien durante sus primeros años Romy aseguraba que quería dedicarse a la artes plásticas, apenas comenzó su adolescencia tomó la determinación de que seguiría los pasos de sus padres.
Cuando apenas tenía 15 años, Magda -que ya se había divorciado del padre de sus hijos- le consiguió un papel en la película Lilas blancas, de la que era protagonista. La belleza y la frescura de Romy no pasaron desapercibidas ni para el público ni para la industria, y así nació una carrera meteórica. Sin embargo, aún retumbaban en sus oídos los crueles comentarios que su padre solía hacerle: “Tenés cara de rata, pero sos fotogénica”.
Secundada por su nuevo marido, el empresario Hans-Herbert Blatzheim, Magda se convirtió a partir de ese momento en manager de la joven promesa. Y, de esa manera, no solo aseguraba ingresos familiares que su alicaída carrera ya no le proporcionaban, sino que también comenzó a negociar su propia participación en los films para los que Romy era convocada.
Eso fue lo que ocurrió en Sissí, la película de 1955 basada en la vida de la Elizabeth de Austria, y que convirtió a Schneider en una estrella. El éxito fue tan rotundo que luego se filmarían dos más: Sissi emperatriz (1956) y El destino de Sissi (1957).
Quizá para dejar atrás su imagen de adolescente, en 1958 prefirió protagonizar dos remakes de películas polémicas: Mädchen in Uniform, un film que retrata la historia de una alumna enamorada de una profesora, y Christine, una película romántica que 15 años atrás había protagonizado su madre.
Estatus de estrella
Su estatus de estrella le brindó a Romy la potestad de elegir a su coprotagonista. Fue así como el director, Pierre Gaspard-Huit, le entregó fotografías de varios aspirantes, ella no lo dudó: escogió a un desconocido, de fina estampa y mirada gatuna: Alain Delon.
Se conocieron en el aeropuerto de Orly, antes de que comenzara en rodaje en Viena, y la primera impresión que se causaron no fue la mejor, pero a las pocas semanas ya no necesitaban hablar: se habían enamorado perdidamente.
Nunca llegaron a casarse. Al poco tiempo de estar juntos, Romy fue convocada por uno de sus actores favoritos, Orson Welles para protagonizar junto a él y Anthony Perkins El proceso. La propuesta significaba su esperado desembarco en Hollywood y, por supuesto, ella aceptó. Además de aquella película, Romy filmó en suelo estadounidense Los Vencedores (1962), El cardenal (1963) y Préstame a tu marido (1964). Al volver a París, se llevó una gran sorpresa: Delon ya no estaba allí. Había dejado sobre la cama un ramo de rosas y una carta de despedida. Tras cinco años de pasión, el romance se había acabado. Poco se sabe sobre la reacción de Romy en aquel momento, pero con el tiempo, ella y Delon demostraron ser muy cercanos. De hecho, cuando la carrera de Schneider comenzó a tambalear, él la propuso como protagonista de La piscina (1969), otro de los grandes hitos cinematográficos que compartieron a lo largo de sus carreras.
En 1965, mientras se encontraba en Los Ángeles filmando ¿Qué pasa, Pussycat? junto a Woody Allen, Ursula Andress y Peter Sellers, conoció a Harry Meyen, un actor y director de teatro alemán del que se enamoró perdidamente. Tres años más tarde, se casó con él en la Costa Azul, para luego instalarse en Berlín. Al poco tiempo, nació David Christopher, el primer hijo de la actriz.
Después de nueve años de convivencia, decidieron separarse. La actriz encontró consuelo en su secretario personal, el periodista y escritor Daniel Biasini. Con él volvió a pasar por el registro civil y tuvo a su segunda hija, Sarah.
En 1981, mientras filmaba junto a Marcello Mastroianni Fantasma d’amore, conoció al productor Laurent Petin y se enamoró de él. Mientras su segundo matrimonio se desmoronaba irremediablemente, la actriz encontró en su joven amante una compañía para sus noches de insomnio y amparo en sus mañanas de resaca.
En 1981, mientras filmaba su última película, La passante du Sans-Soucisi se quebró un pie y tuvo que ser operada de urgencia de un riñón, con principio de cáncer. Meses más tarde, su hijo David, de 14 años, tuvo un accidente y murió.
Schneider falleció al año siguiente. El mismo día de su entierro, Delon publicó una carta de despedida en la revista Paris Match. “Te miro dormir. Me dicen que estás muerta. Te quiero. Te amo, mi puppelé”, expresó. Años más tarde, reconocería que Schneider fue el gran amor de su vida.ß