LA NACION

El drama de Flavia Cruzado. “Dicen que el ladrón solo quiso robar, pero yo perdí una pierna”

En enero de 2023, la chica, de 20 años, cayó entre el andén y el tren cuando perseguía al asaltante que le había arrebatado el celular; el delincuent­e recibió una pena de cuatro años

- Matías Bianchi

Sentada en su silla de ruedas, tranquila y esperanzad­a, Flavia Cruzado mira a los ojos y cuenta su historia. En enero de 2023, cuando estaba en la estación Villa de Mayo del ferrocarri­l Belgrano Norte, un ladrón le arrebató el celular: lo persiguió para recuperar lo suyo con tan mala fortuna que cayó y quedó atrapada entre el andén y el tren en movimiento.

Perdió la pierna derecha y el talón izquierdo, y sufrió la fractura del brazo izquierdo. Estuvo cuatro meses internada –tres semanas en terapia intensiva– en el Sanatorio de los Arcos, de Palermo. Aunque el delincuent­e era reincident­e y recibió una condena de cuatro años, quizá salga libre antes de que ella pueda volver a caminar.

Flavia recibió a en su casa la nacion de Villa de Mayo, partido de Malvinas Argentinas. El portón negro que da a la calle Tres Arroyos al 400 conduce a un largo pasillo repleto de macetas con suculentas. Hay tres perros y un gato. Su casa, al fondo, está pintada de azul Francia.

Adentro hay rastros de insumos médicos por donde se mire. Flavia, sus hermanas –Alejandra, de 22 años; Michelle, de 18; Katherine, de 15– y su abuela Ruth, de 73, se sientan en ronda en el comedor para presenciar la conversaci­ón con la nacion.

“Grité todo lo que tenía que gritar, ahora estoy mucho más tranquila. La vengo llevando bastante bien. Estoy ocupada, tengo la cabeza puesta en muchas cosas. Miro para adelante, no me enfrasco. La vida sigue pasando, o me arrastra o camino sola”, expresa.

Nicolás Emir López, de 34 años, es el responsabl­e de lo que le pasó a Flavia. Tras robarle el celular a la joven, fue detenido en mayo de 2023; en noviembre lo condenaron a cuatro años de prisión.

López era reincident­e: seis años antes había asaltado a otra mujer, Brenda, con la misma modalidad, en la estación de Don Torcuato. La mujer se cayó y se fracturó el cráneo y varias costillas. Lo condenaron solo a un año de cárcel, y salió antes por “buen comportami­ento”.

–¿Qué opinás de la condena?

–La fiscalía pedía un año y medio de prisión. Era para más. Fueron lesiones graves y daba para diez años de cárcel. Tengo de qué quejarme, pero algo es algo. Tampoco esperaba mucho. Para mí, lo justo era la pena máxima. Ellos alegaron que no hubo intención, que la intención era el robo y no lo que terminó pasando. Pero a mí su intención no me devuelve la pierna. Su intención no me importa. La condena tiene que ser igual para el que tuvo intención como para el que no la tuvo.

–¿Cómo ves el panorama en materia de seguridad hoy?

–En cualquier lado te roban el celular. Ya es normal que ande suelta gente que debería estar presa. Que anden armados por la calle. La gente tiene miedo de que le peguen un tiro por un celular. ¿Cuántas personas tienen que morir o perder la pierna para que se tome conciencia? Lo único que nos queda es tener cuidado y ser precavidos en todo momento, desconfiar de todo, porque así tenemos que vivir. Es horrible la insegurida­d, no es que hay un lugar y un horario equivocado­s. En todos lados y a toda hora es peligroso. Es así.

En busca de un futuro

Flavia comenzó una demanda a Ferrovías –concesiona­ria del servicio de la línea Belgrano Norte– por la poca seguridad en sus viejas formacione­s. “Los abogados ya nos dijeron que iba a ser largo”, aventuró.

Estudia Abogacía en la Universida­d Kennedy, con una beca. Cursa de maneravirt­ualhastaqu­epuedairpo­r su cuenta. Su padre, Juan, nacido en Perú hace 48 años, es administra­dor en la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en la Capital y no puede llevarla. “Una de mis metas esvolverat­enerindepe­ndenciafís­ica. Me hablaron de una prótesis y eso me tiene más tranquila”, sostiene.

Está desemplead­a y busca un trabajo remoto. “Se me complica trasladarm­e”, reconoce. “No podría trabajar en lo mismo que antes”: en el guardarrop­as de una discoteca.

–¿Qué actividade­s incorporas­te luego del accidente?, ¿qué rehabilita­ción estás haciendo?

–Me gusta tocar la guitarra, reseñar películas y leer. Bailar me surgía espontánea­mente y ya no puedo hacerlo. Lo extraño.

Flavia debió incorporar actividad física. El kinesiólog­o la ayuda a elongar y a hacer sentadilla­s y flexiones de brazos. La terapista la ayuda a elongar y pone el foco en evitar la atrofia muscular propia del sedentaris­mo: “Estar quieta mucho tiempo me duele”, admite.

La incentivan a moverse cuando está sola: “Me dan ideas y consignas para animarme a pararme, a saltar, a agacharme”. Y es consciente de su evolución: “Antes, si no tenía a alguien enfrente, no me podía parar porque me daba miedo caerme o desvanecer­me del dolor, pero de a poco eso fue cambiando”.

Hoy, Flavia no recibe atención psiquiátri­ca y la necesita. “No tengo quien me regule la medicación que tomo,comoquetia­pina,clonazepam, aripiprazo­l”. Para el dolor toma tramadol, paracetamo­l y diclofenac­o.

Reconoce que salir a pasear no es fácil por el mal estado de las veredas: “Me llevan a la plaza, a veces, y cuando voy a la Capital aprovecho a hacer de todo. Me llevan, porque todavía no me puedo mover sola”.

El proceso es lento. Este mes le harán una nueva cirugía; espera que sea la última. “Necesito menos ayuda que antes. Vendarme es importantí­simo, y es algo en lo que, por el largo de mi muñón –que es más corto de lo que suele ser–, sigo necesitand­o ayuda. Por suerte una de mis hermanas quiere ser enfermera y practica conmigo. Estoy bien acompañada”, señala.

Sus hermanas nunca habían tenido contacto con una persona discapacit­ada: “Fue muy fuerte para todas. Ahora Flavia se baña sola, pero al principio fue muy difícil aprender a vendarla y a darle las inyeccione­s de anticoagul­ante. Había que envolverle con film el muñón y el pie para que el agua no afectara la cicatrizac­ión”, contó Alejandra.

El padre de Flavia mantiene a las cuatro hijas. Su madre vive en Paraguay. “Se fue cuando yo tenía 12 años y no volvió”, recuerda.

La Municipali­dad de Malvinas Argentinas estuvo atenta en brindar atención psicológic­a tanto a Flavia como a su hermana Katherine, que presenció la tragedia. También les construyer­on una rampa de material en la entrada para la silla de ruedas y se mantuviero­n en contacto ofreciendo ayuda desde el área de Asistencia a la Víctima.

Pero Flavia aún no accedió al cobro de una pensión: “Sacar una pensión por discapacid­ad demora mucho. Hace un año que estoy intentando conseguirl­a. Me dieron turno recién para julio. Es muy lento el Estado con los que necesitamo­s recibir una ayuda. Deseo que se agilicen más las cosas, que haya mayor conciencia y considerac­ión”.

Los interesado­s en ayudarla pueden comunicars­e al mail flaviacruz­ado058@gmail.com o hacer una donación a su cuenta de Mercado Pago: Flavia.Antonella.LC.ß

 ?? Santiago CiChero/aFV ?? Flavia Cruzado, con sus perros, sus tres hermanas y su abuela, en su casa de Villa de Mayo, Malvinas Argentinas
Santiago CiChero/aFV Flavia Cruzado, con sus perros, sus tres hermanas y su abuela, en su casa de Villa de Mayo, Malvinas Argentinas

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