Voyeurismo casual, el símbolo de estatus social
Nueva York. –El último símbolo de status social aquí es uno que deja poco a la imaginación. Y no, no estamos hablando de que los que quieran ser percibidos como ricos lleven más tajos, escotes, la ropa interior para afuera o unos pectorales trabajados bajo la camisa desabrochada aunque haya tormenta de nieve.
No, lo nuevo de lo nuevo es dejar las cortinas o persianas abiertas. Todo el día y toda la noche –igual, a las cuatro de la tarde acá (suspiro, llanto) ya no hay luz hasta la mañana siguiente–. Desde The New York Times,a The Atlantic pasando por el Robb Report, la revista de lujo y estilo de vida típica de Wall Street, todos están señalando lo mismo: si uno pasea por barrios distinguidos, en particular aquellos con una población de entre 30 y 40 años, en seguida puede ver qué es lo que está pasando adentro de las mejores casas y departamentos. Mucho más que lo que ocurría antes.
Algunos lo adjudican a los medios sociales. Si uno comparte todo allí, mostrar cómo se vive en la vida real es una extensión natural. Y de hecho, en Tik Tok se multiplican las cuentas de usuarios que se escandalizan/deleitan con la tendencia.
Otros dicen que es simplemente a causa de una moda en la decoración. Los nuevos millonarios son mileniales con una estética más minimalista que la de neoyorquinos ricos de generaciones anteriores. Están, también, los adelantos tecnológicos. Los vidrios actuales suelen ser más eficientes energéticamente, con tintes especiales para bloquear los rayos UV, por lo que no se requiere cubrir las ventanas para proteger las obras de arte o mantener la temperatura.
En el Robb Report se señaló que muchas veces estos vidrios, son, además, a prueba de balas. Y luego están los datos históricos. Los ricos se sienten más seguros (esos paneles antibalas ayudan) y no le temen tanto a la cuenta de gas. De hecho, ya en 2013 el Departamento de Energía realizó un estudio nacional y encontró una correlación entre mayor nivel de ingresos y proclividad a dejar las cortinas abiertas.
“Camine por las calles limpias y arboladas de muchas zonas exclusivas de día o de noche, como West Village, Brooklyn Heights o Park Slope, y verá representaciones de vidas de extraños ante sus ojos”, recomendó el crítico cultural Guy Trebay en el matutino. Enumeró lo que nunca falta adentro: arte, artefactos eléctricos de diseño, tecnología de avanzada, espacios abiertos. Tan parecidos son todos los interiores que los catalogó de “dioramas etnográficos”, asimilándolos a las maquetas tridimencionales creadas por los sociólogos y antropólogos para ilustrar los elementos de la cultura típica de una comunidad específica.
Este “voyeurismo casual” ya se volvió parte del circuito turístico oficial de la Gran Manzana. En el Highline el principal atractivo son las vistas a la costa del Hudson, las plantas dignas de jardín botánico, lo que pasa dentro de los edificios que atraviesa.
El parque elevado cumplió 15 años, la gente que se muda allí sabe perfectamente en qué se está metiendo al elegir no cubrir las ventanas. Muchos aprovechan para promocionar a algún artista, o diseñador de interiores. Le pasan por delante ocho millones de personas por año; difícil encontrar mejor vidriera o propaganda para el mundo design. En el Hotel Standard adyacente, el
New York Post reportó a huéspedes que filmaban una película para adultos. Las actividades sexuales medianamente visibles a traves de las ventanas del Standard devinieron un clásico desde su inauguración, por lo que no causan, en general, un interés inusitado. Pero, esta vez, para descansar entre toma y toma, los protagonistas se apoyaban contra el vidrio.
La moda de las cortinas abiertas aquí no tuvo nada que ver con comunicar un cierto estatus social. Pero contribuyó en la promoción de algún tipo de producto que pondrá al mercado XXX en una curiosa sintonía con el de la decoración.