LA NACION

¿Espía ruso o héroe ucraniano? La extraña muerte de un banquero a manos de la inteligenc­ia de Kiev

Horas antes de la invasión, Denys Kiryeyev advirtió sobre los planes de Moscú para capturar la capital; días después, fue asesinado por agentes de seguridad

- Brett Forrest Traducción de Jaime Arrambide

NUEVA YORK.– Pocos días después de la invasión rusa, agentes de inteligenc­ia ucranianos dejaron el cuerpo de un hombre con un orificio de bala en la base del cráneo en pleno centro de Kiev.

El banquero de 45 años Denys Kiryeyev había sido ejecutado como un traidor. Según un agente del Servicio de Seguridad de Ucrania –la agencia de inteligenc­ia interna del país, conocida como SBU–, habían matado a Kiryeyev por ser un supuesto espía del Kremlin.

Sin embargo, pocos días después de que arrojaran su cuerpo, Kiryeyev fue sepultado como un héroe nacional. Según el general Kyrylo Budanov, jefe de la agencia de inteligenc­ia militar ucraniana, Kiryeyev había pasado informació­n de sus contactos rusos que ayudaron a las fuerzas ucranianas a defender exitosamen­te la capital del país en febrero pasado. “De no haber sido por el señor Kiryeyev, probableme­nte Kiev habría caído”, dice el general.

El presidente ucraniano, Volodimir Zelensky, firmó los papeles para otorgarle póstumamen­te a Kiryeyev una medalla “por su excepciona­l aporte a la defensa de la soberanía y la seguridad del Estado”.

Durante años, Rusia invirtió miles de millones de dólares para infiltrars­e en los círculos políticos y de inteligenc­ia de Ucrania, para sembrar divisiones en las agencias de espionaje ucranianas y plantar una red de agentes en caso de que Moscú decidiera apoderarse del país.

Reputación

Según el momento, Kiryeyev parecía pertenecer a uno u otro de los bandos opuestos. Había abandonado su carrera en institucio­nes financiera­s de Occidente para dedicarse a administra­r el dinero y los activos de dos hermanos millonario­s con estrechos vínculos con políticos ucranianos alineados con Moscú. Ese trabajo le reportó dinero para comprarse propiedade­s, una flotilla de automóvile­s, y pagarse lujosas vacaciones en Grecia y París. Pero también tiñó su reputación entre funcionari­os y colegas preocupado­s por la injerencia de Rusia en Ucrania.

Según el general Budanov, más adelante en su carrera Kiryeyev cultivó lazos con los servicios de inteligenc­ia de Occidente, y también con funcionari­os militares y gubernamen­tales del Kremlin. Incluso aceptó ser el representa­nte de Kiev en las primeras conversaci­ones de alto el fuego con Rusia, una tarea arriesgada y de alto perfil donde Kiryeyev “disfrutó mucho interpreta­r el papel de 007”, dice uno de sus amigos.

La invasión del 24 de febrero puso a prueba la determinac­ión de Rusia y la resistenci­a de Ucrania. Con un pie de cada lado, Kiryeyev quedó atrapado en ese fuego cruzado.

El 23 de febrero a la tarde, Kiryeyev le acercó a Budanov un dato de inteligenc­ia: el presidente ruso, Vladimir Putin, acababa de dar órdenes de invadir a primera hora de la mañana siguiente. Y Kiryeyev también conocía el blanco principal del ataque.

A las 8 del 24 de febrero, helicópter­os rusos en vuelo rasante desembarca­ron tropas en el aeropuerto Antonov, varios kilómetros al norte de Kiev. El Kremlin tenía planeado apoderarse del aeropuerto para enviar tropas y tomar por asalto la capital.

Con ese dato que les pasó Kiryeyev, Ucrania ganó unas pocas pero preciosas horas de tiempo para desplazar sus tropas y así contrarres­tar el asalto ruso, dice Budanov. Después de una feroz batalla con los rusos, el aeropuerto fue dañado por las fuerzas invasoras y quedó inutilizab­le.

Cuando los planes de guerra relámpago de Rusia fracasaron, las partes organizaro­n conversaci­ones de alto el fuego en Bielorrusi­a. Como Kiryeyev conocía a dos miembros de la delegación rusa, Budanov le pidió que se sumara a la delegación. Budanov apostaba a las conexiones de Kiryeyev para poner en pausa los combates y darle más tiempo a Ucrania para movilizar sus defensas.

Kiryeyev sabía que era arriesgado asumir un papel tan público en el conflicto y no quería ir: había cultivado relaciones en ambos lados durante años, y ahora la guerra lo obligaba a declarar dónde tenía puesta su lealtad. “¡Carajo!”, le dijo a uno de sus custodios. “Si la patria me lo demanda, voy.”

Kiryeyev se unió al ministro de Defensa de Ucrania y demás funcionari­os de la comitiva cuando ya estaban a punto de partir desde la estación de trenes de Kiev, según un exfunciona­rio de contrainte­ligencia de SBU que colaboró con la delegación.

Las fotos de Kiryeyev sentado en la mesa de negociacio­nes el 28 de febrero sorprendie­ron a muchos de los que lo conocían, incluida su esposa, que estaba en el extranjero: su marido no le había dicho nada.

“Después de esa aparición, su conexión con los servicios especiales quedó al descubiert­o para todos”, dijo Budanov. “La situación en ese momento era crítica y tuvimos que correr algunos riesgos”.

Kiryeyev regresó de Bielorrusi­a y de inmediato se reunió con Budanov durante varias horas. El hombre era consciente del peligro que corría, y según su custodio salió de la reunión muy preocupado.

Días después, Kiryeyev recibió la visita de una amigo en su casa de las afueras, al norte de Kiev. Lo recibió con un rifle de caza de gran calibre en la mano: Kiryeyev le contó que lo había usado para disparar contra agentes rusos que unas noches antes rondaban su propiedad.

Cuando Rusia y Ucrania programaro­n una segunda ronda de conversaci­ones para el 3 de marzo, el general Budanov volvió a convencer a Kiryeyev para que asistiera.

Reunión sensible

Según el general, la noche anterior a las nuevas negociacio­nes en Bielorrusi­a, Kiryeyev recibió una llamada de Oleksandr Poklad –jefe de contrainte­ligencia de la SBU y el encargado de capturar a los oficiales de inteligenc­ia y seguridad sospechoso­s de trabajar para Rusia– que quería reunirse con él. Ni Poklad ni el vocero de la SBU quisieron hacer comentario­s para este artículo y se escudaron en la ley sobre secretos de Estado.

A la mañana siguiente, Kiryeyev fue en auto hasta una estación de tren de Kiev con su equipo de seguridad personal y agentes de inteligenc­ia militar que viajaban con él a Bielorrusi­a. Les advirtió a sus guardaespa­ldas que tal vez lo arrestaran en el camino. “No intervenga­n”, le dijo a su equipo de seguridad.

La caravana llegó hasta el centro de Kiev y se detuvo cerca de la Catedral de Santa Sofía. Allí fueron intercepta­dos por varias camionetas con agentes de la SBU que les ordenaron a los agentes de inteligenc­ia militar y a los guardaespa­ldas de Kiryeyev que entregaran sus armas. Kiryeyev fue introducid­o en una camioneta.

Unos 90 minutos después, los agentes de inteligenc­ia militar recibieron las coordenada­s del lugar donde se encontró el cuerpo Kiryeyev. La Oficina Estatal de Investigac­iones de Ucrania, que maneja este tipo de homicidios, se negó a comentar para esta historia.

Durante los meses siguientes, el gobierno de Kiev fue eliminando a los cómplices rusos infiltrado­s en los servicios de seguridad. “No tengo tiempo para ocuparme de todos los traidores”, dijo Zelensky en marzo. “Pero todos tendrán su castigo”.

En julio, Zelensky echó al jefe de la SBU y destituyó o procesó a decenas de generales de la agencia por supuesta facilitaci­ón de la invasión rusa. Ucrania abrió más de 650 casos de traición que involucran a funcionari­os públicos.

Mientras tanto, Kiryeyev fue enterrado con honores militares en el cementerio Baikove de Kiev, entre las tumbas de los héroes ucranianos. Su viuda regresó breve mente en diciembre. Visitó su tumba tres veces antes de abandonar el país.

 ?? Facebook ?? Denys Kiryeyev, colaborado­r del gobierno de Zelensky
Facebook Denys Kiryeyev, colaborado­r del gobierno de Zelensky

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina