LA NACION

Un monoambien­te revuelto, lleno de basura y con cajas de balas

Así encontraro­n la vivienda de San Martín donde vivía el agresor de Cristina Kirchner; el dueño del lugar fue quien alertó a la policía

- María Nöllmann

En la casa del chofer Sergio Paroldi (46), en el barrio Villa Zagala, San Martín, nadie había dormido en toda la noche. “Ayer [por anteayer] llegué tarde a casa. Prendí la tele para ver qué se sabía del atentado a Cristina y de repente vi una foto de mi inquilino en el noticiero. ¡Era Fernando!”, cuenta el dueño de casa, entre el estupor y el temor.

En el estar de la casa donde él vive junto a su novia, la televisión sigue prendida. “Todavía no lo puedo creer”, dice, mientras camina en dirección al monoambien­te que le alquilaba a Fernando Andrés Sabag Montiel, quien fue arrestado anteayer tras apuntar y gatillar un arma contra la vicepresid­enta Cristina Kirchner.

Hace unos ocho meses que Sabag Montiel vive en aquella habitación de 15 metros cuadrados sobre la parte trasera del terreno de Paroldi. Pero hasta la madrugada de ayer, cuando oficiales de la Policía Federal ingresaron a allanar el lugar, el dueño de casa no estaba al tanto de las condicione­s en las que vivía su inquilino.

Al hedor del inodoro, que parece tapado desde hace varios días, se suman la pileta rota, las ollas sucias y, en el suelo, una pila de mantas, prendas y alimentos, entre los que se destacan numerosas bolsas de papas, lencería femenina, varios consolador­es y un látigo de cuerina negro. La policía secuestró cajas con cerca de 100 balas.

“Todo esto no está así de desordenad­o porque fue revuelto por la policía. Estaba así antes de que empezaran a revisar”, cuenta Fabricio Pierucchi, trabajador social y mejor amigo del dueño de casa, quien se encontraba en el domicilio desde anteanoche. Fueron ellos dos, junto a dos amigas que trabajan en la municipali­dad, quienes se presentaro­n a eso de las 3 en la comisaría para hacer una exposición civil. “Lo que más sorprende, además del olor y la suciedad, es la cantidad de elementos fetichista­s. No teníamos idea de esta faceta suya”, agrega Pierucchi.

Coincidenc­ia

Son varias las personas que conocen a Sabag Montiel: su arrendador, los amigos del arrendador y los otros inquilinos. Sin embargo, todos coinciden en algo: el brasileño de 35 años parecía una persona normal. “No parecía un loco en lo más mínimo. Siempre era muy educado. A mí me llamaba ‘señor’, siempre con respeto. Por eso estamos tan sorprendid­os”, cuenta Paroldi, quien ahora se preocupa por cambiar las cerraduras de su casa cuanto antes.

Según les contaba el agresor de la vicepresid­enta, trabajaba como chofer. Tenía tres autos: dos los alquilaba y uno lo utilizaba él mismo para hacer viajes. Los autos, decía, los tenía en el centro, en un domicilio en La Paternal. Por eso, solía viajar en colectivo desde San Martín hasta Capital.

Lo que sí llamaba la atención era su poca vida social. “En la zona nadie lo conoce. No hablaba nada. Conmigo era ‘hola’ y ‘chau’. Lo veía poco y nada. Y siempre entraba y salía solo. Recién hace unas semanas apareció con una pelirroja. La habré visto entrar unas dos o tres veces. Y pensé: ‘Qué bueno que ahora tiene novia’”, cuenta el propietari­o. Sus inquilinos ingresan en el patio común a través de una puerta diferencia­l.

Sabag Montiel llegó recomendad­o por un matrimonio que solía alquilar el monoambien­te antes que él. Habían dicho que era una persona de confianza. Y así lo parecía para todos, hasta la noche de anteayer.

Según se ha podido investigar a partir de su perfil de Facebook, el joven nacido en Brasil sigue las páginas “Ciencias ocultas herméticas” y “Coach antisicópa­tas”. Además, es parte de varios grupos de internet que comparten contenido de ideología neonazi. Tal como puede observarse en una de las fotografía­s publicadas en su perfil, el acusado tiene tatuado sobre su codo derecho un “sol negro”, dibujo que hace referencia a una rama ocultista del nacionalso­cialismo alemán, el partido político de Adolf Hitler.

“Veía que tenía un tatuaje grande sobre el brazo, pero nunca le presté mucha atención. No se me hubiese ocurrido que se trataba de algo raro”, comenta Paroldi. Su gran temor, actualment­e, es que su exinquilin­o o algún compañero suyo vengan a buscarlo. “Si apuntó así contra Cristina, me podría haber apuntado a mí también. Yo no sé si él actuó solo, eso todavía la policía no lo sabe. Me da miedo que ahora vengan amigos neonazis de él hasta acá a buscarme por haber llamado a la policía”, dice.

“No parecía un loco en lo más mínimo. Siempre era muy educado”

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Santiago Filipuzzi Fernando Sabag Montiel vivía en una habitación de 15 metros cuadrados, en Villa Zagala

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