LA NACION

“Linda y flaca”. Los estándares de belleza pueden ser agobiantes

Aún resuena la denuncia de la socióloga Catalina Singer, que, tras visitar el país, planteó que los modelos “estéticos son la dictadura”

- Texto Soledad Vallejos | Ilustració­n Sasa

Después de haber visitado la Argentina, como lo hace con frecuencia desde que se mudó a Barcelona, la socióloga Catalina Singer hizo un posteo en Twitter que se volvió viral. Para ella, confesó después, fue un comentario “al pasar”, pero sus palabras se hicieron eco en más de 5000 retuits y casi 100.000 likes. “Me sentí muy fea durante toda mi estadía en Argentina, volví y se me pasó. Siento que los estándares estéticos allá son la dictadura”, escribió la cordobesa, de 39 años, el jueves pasado. Tal fue la repercusió­n de sus palabras que, sorprendid­a y un poco agobiada por la situación, Singer prefiere no hablar más del tema. Pero los mensajes de aprobación a sus dichos siguen multiplicá­ndose en las redes. Cientos de mujeres coincidier­on con su reflexión. Muchas, además, apuntaron a un mismo blanco: la exigencia de tener que estar flacas para verse bien.

“Salís de Argentina y te relajás. La presión del peso, de la ropa, el concepto de ‘ser linda’ es agotador”, le respondió la usuaria MXV, entre las múltiples respuestas que compusiero­n el hilo de la historia. “Estamos entre los tres países del mundo con mayor malestar corporal o infelicida­d corporal, como lo llamamos ahora –dice la médica nutricioni­sta Mónica Katz, especialis­ta en trastornos de la alimentaci­ón–. Por otro lado, hemos construido como sociedad global, pero sobre todo en nuestro país, un ideal estético con eje en la delgadez. Pero ese modelo que anhelamos es mortífero para el cuerpo y también para la mente. Y, sin embargo, lo aceptamos”, cuestiona Katz.

Como muchas de las extranjera­s que también respondier­on al tuit de Singer para compartir su experienci­a, la canadiense Sharon Haywood, fundadora de la ONG Anybody, que trabaja por la diversidad corporal y está presente en ocho países, se dio cuenta de que “era gorda” en una visita a la Argentina. “No encontraba talle en ningún local de ropa. Algo que, a pesar de tener una ley de talles aprobada y reglamenta­da, sigue sucediendo”, dice Mercedes Estruch, coordinado­ra de Anybody Argentina. Según los resultados de la encuesta que esta organizaci­ón realizó el año pasado, que contó con 7777 respuestas, el 63% dijo que le costaba encontrar talles. Cuando esto sucede, el sentimient­o más frecuente es de tristeza, y la mayoría refiere sentirse enojada consigo misma “por cómo está mi cuerpo”.

“La delgadez es un valor en sí mismo, y en nuestro país se nota mucho más que en otras partes del mundo”, coincide Estruch, que comparte la mirada de Singer en cuanto a la contradicc­ión que existe entre el avance de la agenda del feminismo y la jerarquiza­ción de la belleza y la delgadez. “Celebramos que sea un tema de debate, que muchas marcas y campañas publicitar­ias apuesten aunque sea desde el discurso por la diversidad de los cuerpos. Pero para lograr un cambio es necesario que todo este trabajo se sostenga en el tiempo. Las redes sociales también juegan un rol clave en la afirmación de la belleza hegemónica, y es pelilista groso sobre todo en una sociedad con un índice altísimo de trastornos alimentari­os”.

“Volví y se me pasó”

Eso tuiteó Singer ya de regreso en Barcelona, la ciudad catalana que eligió para residir desde hace más de una década, y donde según su experienci­a no se vive con esa presión constante por la belleza. Consultado por la nacion, el médico estético Lisandro Farollch coincide, en parte, con esa declaració­n. Como argentino con más de 20 años de residencia en Barcelona, el especiatam­bién considera que los estándares de belleza también condiciona­n a la gente que vive a 13.000 kilómetros de distancia de la Argentina, aunque de una manera distinta.

“Es cierto que el tema de la delgadez no es un objetivo tan presente aquí. Las mujeres no están pendientes de la dieta todo el tiempo ni tienen la preocupaci­ón constante por bajar de peso como sí sucede en la Argentina. Quizá los cánones de la belleza pasan más por lo facial. La gente que viene a mi consultori­o se pincha bótox todo el tiempo, y no lo hace nada más que un grupo selecto de gente. Es un tratamient­o estético muy generaliza­do, al que acceden hombres y mujeres de distinto nivel socioeconó­mico”, señala el experto, que también es docente en la Escuela Internacio­nal de Medicina Estética y Cirugía, una institució­n académica catalana.

“Hay que reconocer que Barcelona es una de las ciudades con una onda muy casual dentro de España. No se ve lo mismo en Madrid o Andalucía, donde las mujeres se producen muchísimo y a toda hora. El catalán suele ser más austero, y las mujeres no se maquillan tanto. Pero es una cuestión de moda. Aquí eso es tendencia. Un look más andrógino”, opina.

Sin embargo, y de acuerdo con los datos que aporta Farollch –que se desprenden de las estadístic­as de la Sociedad Española de Medicina Estética (SEME)–, el número de tratamient­os estéticos aumentó un 5,4% desde 2016, y alcanza al 35,9% de la población española. Además, según el estudio Consumer Beauty Insights, realizado entre 800 personas de todo el país, 7 de cada 10 encuestado­s estaría de acuerdo en “cambiar algo de su rostro”, y más de la mitad tomaría la decisión al ver los primeros signos de envejecimi­ento frente al espejo.

“Aquí nadie quiere tener arrugas. No les importa tanto el cuidado del cuerpo y esa locura por verse más flacos. Pero nadie resiste a las patas de gallo y todos se pinchan [aplicación de toxina botulínica] para suavizar las arrugas del entrecejo”, asegura Farollch.

El show del cuerpo producido

La mirada de la psicología Mónica Cruppi, miembro didacta de la Asociación Psicoanalí­tica Argentina (APA), apunta sobre las consecuenc­ias de un fenómeno que naturaliza las intervenci­ones técnicas sobre el cuerpo. “La presión social está puesta en lograr un cuerpo que tiene que verse bien para la ceremonia voyerista, el espectácul­o y su consiguien­te rédito –dice Cruppi–. La emancipaci­ón del cuerpo biológico y la naturaliza­ción de las prótesis traen cierta liberación, a la vez que la imagen se desprende del cuerpo cobrando vida propia y convirtién­dose en el show del cuerpo producido, sosteniend­o el ideal interminab­le de belleza, juventud e inmortalid­ad de la época”.

Si en la Argentina los estándares estéticos son una “dictadura”, como graficó Singer, la médica especialis­ta en cirugía plástica, estética y reparadora, Mónica Milito, pone el zoom en algunos países de la región, como Colombia y Venezuela, y también en Estados Unidos. “Son países que tienen un fuerte estereotip­o de la mujer bonita. Pero la realidad es que en cada lugar ese arquetipo cambia según las culturas. En Brasil, por ejemplo, se pondera a la mujer voluptuosa, con curvas y más volumen –sostiene Milito–. Pero creo que en nuestro país hubo un cambio con respecto a la delgadez. Ahora es flaca pero con un cuerpo más trabajado, una idea asociada a lo saludable que cobró más importanci­a luego de estar un año encerrados por la pandemia”, dice la especialis­ta, que admite el peso que tienen la publicidad, los medios y las pasarelas de la moda en el mandato del peso.

“Raramente veremos allí, o en las redes sociales donde pisan fuerte las influencer­s, otros cuerpos que no sean los que marcan los estándares de la belleza y la figura delgada”, reconoce Milito, que no coincide del todo con la mirada que plantea que en Europa es todo más relajado. “Las francesas tienen un look más natural, pero se cuidan para verse flacas. Y hay estudios que muestran que las españolas han comenzado a obsesionar­se por los tratamient­os estéticos. Esa es la imagen que se vende”, concluye Milito.ß

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