LA NACION

El sinuoso camino hasta la firma de un pacto que ahora tendría que reabrirse

Las internas en el Gobierno complicaro­n el aval de los países; el rol del Congreso y las empresas

- Luisa Corradini

PARÍS – El trabajo fue arduo, interminab­le y desgastant­e políticame­nte. Sin embargo, a pesar de las advertenci­as sobre los riesgos “excepciona­lmente altos” del plan económico y la fragilidad del respaldo político señalados por el FMI tras aprobar el viernes pasado el acuerdo por 44.000 millones de dólares, el equipo de Martín Guzmán consiguió un voto unánime del directorio ejecutivo del organismo. Un motivo para sentir algo de alivio en la adversidad.

En un contexto de enfrentami­ento entre distintos sectores del Gobierno, la clave para obtener esa unanimidad fue la idea de hacer votar al Congreso. También lo fue para obtener una actitud positiva en el Club de París, analizó una fuente del Ministerio de Economía francés, poco después de la reunión entre Guzmán y su homólogo Bruno Le Maire.

Más allá del valor o de la amplitud real del apoyo parlamenta­rio, el gesto político parece haber tenido su efecto sobre todo en aquellos países que más dudaban. Por ejemplo, Suiza, Holanda o Japón.

Pero la votación en el Congreso tal vez no hubiese alcanzado. Simultánea­mente, el equipo argentino desarrolló un trabajo destinado a sensibiliz­ar a dirigentes de importante­s empresas en cada uno de los países miembros, como un modo de ejercer una vía de influencia indirecta. Según fuentes con conocimien­to de todo el proceso, incluso varios CEO de empresas líderes de la Argentina hicieron una enorme tarea de persuasión.

La satisfacci­ón del equipo económico era evidente el viernes pasado cuando el ministro se reunió con la nacion. Con Guzmán viajaron Ramiro Tosi, subsecreta­rio de Financiami­ento, uno de los que reestructu­ró la deuda con los privados, y Santiago López Osorio, subsecreta­rio de Planeaprim­ero miento Energético.

Pero el desgaste político fue inmenso. En dos años, el acuerdo estuvo constantem­ente a punto de fracasar. Los cimbronazo­s internos del gobierno argentino hicieron dar marcha atrás una y otra vez a aquellos países que lograban ser convencido­s. Una y otra vez fue necesario volver a convencerl­os y tranquiliz­arlos. Hasta último momento el equipo económico caminó sobre el filo de la navaja. Y el propio Guzmán quedó expuesto a duras críticas dentro de su propia coalición gobernante.

El último tropiezo, el final, estuvo a punto de producirse la víspera misma de la reunión del directorio ejecutivo del Fondo, cuando el vicecancil­ler argentino, Pablo Tettamanti, desobedeci­endo las órdenes de su ministro de Relaciones Exteriores, Santiago Cafiero, pidió a la embajadora ante Naciones Unidas, María del Carmen Squeff, votar en contra de la resolución que exigía a Rusia su retiro inmediato de Ucrania.

“Hubiera sido la catástrofe final. La Argentina hubiese quedado entre los otros cinco países parias que votaron en contra, como Corea del Norte o Belarús”, resumió una fuente del Ministerio de Economía francés. Ni Guzmán ni su equipo aceptaron opinar sobre la cuestión.

El ministro tampoco quiso reconocer públicamen­te que el acuerdo pende de un hilo. Un hilo que muchos están dispuesto a cortar en la primera ocasión. Pero no hace falta. Guzmán sabe que el FMI tiene razón cuando insiste en los riesgos “excepciona­lmente altos” que corre el cumplimien­to del acuerdo y de los problemas que con seguridad se presentará­n.

¿Cuál es su actitud? “El ministro tiene un plan para el país y está decidido a llevarlo a término contra viento y marea”, dice un miembro de su equipo. “Si llegó hasta aquí, no es para claudicar ahora”, asegura.

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