¿Es posible un futuro sin autos? Estrategias para desalentar su uso
Bicicletas, áreas peatonales, zonas de bajas emisiones y coches eléctricos que no contaminan, en las nuevas planificaciones urbanas
¿Es posible una ciudad donde no circulen autos? ¿Los coches tradicionales tienen los días contados? Más allá de los vaticinios a futuro, los cierto es que el auto se convirtió en uno de los enemigos declarados en la lucha contra el embotellamiento de tránsito constante, la ocupación del espacio público y el cambio climático por la utilización de combustibles fósiles. La batalla para liberar a las ciudades de muchos países del mundo del exceso de automóviles que circulan por sus calles empezó hace varios años, pero se intensificó en los últimos tiempos, cuando la pandemia puso en blanco sobre negro las prioridades ambientales.
Las acusaciones que obligan a sentar a los rodados en el banquillo de los acusados son elocuentes: el sector del transporte, especialmente los autos, que dependen casi por completo de los combustibles fósiles, son considerados responsables de aproximadamente una cuarta parte de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, según el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC).
Por esta razón, en la Conferencia sobre Cambio Climático, la COP26 que se realizó hace un mes en Glasgow, más de cien países se pusieron de acuerdo en firmar una declaración sobre emisiones cero de autos y furgonetas que pone fin a la venta de motores de combustión interna en 2035 en los principales mercados y en 2040 a nivel mundial.
Un gran desafío si se tiene en cuenta que hasta el año pasado solo uno de cada 50 coches nuevos en todo el mundo era completamente eléctrico, todavía son costosos y con autonomía más limitada.
La llamada movilidad inteligente, que considera criterios de eficiencia en cuanto a optimizar tiempos y costos, reducir accidentes y lograr bajas emisiones a la hora de trasladarse, es el faro que ilumina el camino a seguir. Este uso consciente del transporte incluye autos compartidos, bicicletas, monopatines eléctricos, trenes, subtes, transporte público autónomo, autos eléctricos y hasta, por supuesto, caminar.
Christian Brand, profesor de la Unidad de Estudios de Transporte de la Universidad de Oxford, realizó una investigación en la que se estudió los desplazamientos diarios de 4000 personas residentes en Londres, Amberes, Barcelona, Viena, Örebro, Roma y Zúrich durante dos años, para calcular la huella de carbono que generaba cada uno al movilizarse. “Descubrimos datos sorprendentes, como que las personas que se desplazan diariamente en bici generaban huellas de carbono diarias totales un 84% menores que aquellas que no lo hacían. También descubrimos que los residentes urbanos que cambiaron el coche por la bici en un solo desplazamiento diario redujeron su huella de carbono anual en torno a media tonelada de CO2, y evitaron así una cantidad de emisiones equivalentes a las que supondría un vuelo de ida entre Londres y Nueva York”, expresa en las conclusiones de su estudio.
Según los cálculos a los que llegó el investigador, bastaría con que uno de cada cinco residentes urbanos cambiara de forma permanente sus hábitos de viaje para que Europa disminuyera un 8% las emisiones de sus desplazamientos en coche.
“La realidad es que para que cambien las cosas tiene que haber conciencia social de un determinado problema y ahora se empezó a tomar conciencia. El primer paso que las ciudades están dando es tomar conciencia de la situación del transporte de la movilidad ciudadana, del espacio público. Casi todas las ciudades están haciendo transformaciones, eso es un signo de época. La movilidad está ordenando la planificación de las ciudades. Antes la organizaban los edificios, en este momento es la movilidad la que ordena la vida humana, los tiempos, los modos de arribo. Además, hay que tener una mirada sistémica, de la ciudad y los alrededores”, explica a la nacion el arquitecto Roberto Converti. Decano de la Facultad de Arquitectura y Diseño de la UADE y especialista en planificación urbana, Converti recuerda que ahora la gente camina más, por eso se habla de la ciudad de los 15 minutos, que es el tiempo de radio de acción donde se piensa el futuro laboral y de compras, como se está desarrollando en París.
“Después la pandemia, de conflicto, de perdida de trabajo –continúa Converti– el ciudadano tiene la posibilidad de repensarse a sí mismo, lo que impacta altamente en la organización urbana de las ciudades. Pasa en todas las ciudades, no solo en Buenos Aires. El que planifica ciudades no puede saber lo que un ciudadano va a hacer. La ciudadanía tiene resistencia y decisiones propias y también es necesario educarla sobre ciertos temas.”
Converti no se imagina una ciudad donde todos caminen o anden en bicicleta, aunque sería ideal, porque la sociedad fue admitiendo a la bici como un vehículo más y no se