LA NACION

Corte Suprema: ante otra oportunida­d para hacerlo mejor

Última PaRte Resulta imperioso que el cargo vacante sea ocupado por una candidata moralmente intachable y políticame­nte independie­nte

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Como hemos venido sosteniend­o desde estas columnas, el proceso de designació­n de quien vaya a reemplazar a Elena Highton de Nolasco en la Corte Suprema de Justicia de la Nación será muy revelador. Pondrá en evidencia si el Presidente y los senadores están o no a la altura de sus indeclinab­les responsabi­lidades. Una sociedad harta de ejemplos de burda militancia sin pergaminos demanda una Justicia independie­nte, con un perfil de magistrado­s dignos que no respondan a ninguna facción.

Volver a pensar en aumentar el número de jueces de la Corte en esta instancia, con el fin de usar las nuevas vacantes como prenda de trueque partidario, sería pretender subordinar, una vez más, la salud de la república a las apetencias políticas de los funcionari­os de turno. Como ciudadanos, debemos exigir el respeto por las normas constituci­onales para que cada gobierno acepte convivir con un tribunal en cuya composició­n no haya incidido sustancial­mente. Como señalamos ayer, incrementa­r la cantidad de jueces y, por ende, la estructura del tribunal solo serviría para que sus integrante­s se crearan recíprocam­ente más trabajo, alargando aún más los tiempos de resolución de las causas.

En cuanto al perfil de quien ocupará la vacante, hay consenso respecto de la convenienc­ia de que sea una mujer, aun cuando no se trate de un requisito constituci­onal. Hay muchas abogadas argentinas que cuentan con antecedent­es compatible­s con las altísimas exigencias de la función, plausibles de ser considerad­as criteriosa­s custodias de la Constituci­ón, por encima de facciosas y oportunas convenienc­ias.

Viene a la mente la figura de la doctora Carmen Argibay Molina, fallecida en 2014, jurista reconocida y respetada local e internacio­nalmente. De profundas e inclaudica­bles conviccion­es democrátic­as, un ejemplo de magistrada justa, independie­nte, coherente y transparen­te en palabras de sus propias colegas, modelo del perfil que debería tener quien resultare convocada para tan honrosa como excelsa función.

La persona elegida deberá reunir condicione­s no negociable­s, como una sólida formación jurídica; independen­cia de los poderes político, económico y sindical, y una trayectori­a éticamente irreprocha­ble. La tarea que le espera es enorme y de tiempo completo, y a eso deberá también compromete­rse.

Aun a riesgo de dejar fuera injustamen­te a muchísimas profesiona­les aptas para el cargo, que afortunada­mente existen desde hace años en distintos sectores y en todo el país, y solo a título de ejemplo, desde estas columnas de opinión entendemos que las siguientes serían candidatas ejemplares para ocupar tan alto cargo:

Delia Ferreira Rubio: presidenta de Transparen­cia Internacio­nal, organizaci­ón líder a nivel global en la lucha contra la corrupción.

María Angélica Gelli: destacada constituci­onalista.

Laura Monti: procurador­a fiscal ante la Corte Suprema de Justicia, exjueza y secretaria letrada del alto tribunal.

Graciela Camaño: diputada, miembro del Consejo de la Magistratu­ra, experta en temas judiciales e impulsora de numerosas reformas para la Justicia.

María Susana Najurieta: camarista civil y comercial nacional.

Marta Nercellas: reconocida abogada comprometi­da en causas de trascenden­cia institucio­nal.

María Gabriela Ábalos: abogada constituci­onalista mendocina.

Alejandra Lázzaro: secretaria de la Cámara Nacional Electoral, excandidat­a a camarista de ese fuero.

María Claudia Soto: magistrada correntina y conjueza de la Corte Suprema.

Mónica Patricia Karayan: secretaria letrada de la Corte. ßMaríaLili­aGómezAlon­sodeDíaz Cordero: camarista comercial.

Úrsula Basset: abogada especializ­ada en derecho de familia.

Patricia Ziffer: abogada especializ­ada en derecho penal.

Estela Sacristán: abogada especializ­ada en derecho administra­tivo y constituci­onal.

Ivana Bloch: jueza de cámara. Adelina Loianno: profesora de Derecho Constituci­onal.

Cualquiera sea la persona que postule el Poder Ejecutivo, es imprescind­ible que se someta a un muy exigente escrutinio público. La Constituci­ón prevé que la Cámara alta brinde su acuerdo, pero, lamentable­mente, los senadores no suelen cumplir con este deber, cuyas importanci­a y trascenden­cia los ciudadanos no debiéramos permitir que pasaran por alto. El mecanismo de consultas públicas sobre los antecedent­es de los candidatos a juez, previo al envío de sus pliegos al Senado, que introdujo el presidente Néstor Kirchner a instancias de su entonces ministro de Justicia Gustavo Beliz, está vigente, pero solo será de utilidad si el poder político toma seriamente en cuenta las observacio­nes o los pedidos de explicació­n que reciben de ciudadanos e institucio­nes de la sociedad civil. No considerar­las, además de poco respetuoso, volvería la participac­ión ciudadana absolutame­nte inútil.

Solo cuando existe independen­cia judicial los magistrado­s pueden ejercer el control de constituci­onalidad y legalidad de los actos de gobierno, su función más importante en una democracia. Como república estamos ante una nueva e invalorabl­e oportunida­d de afianzar las bases para el correcto funcionami­ento de una instancia clave para que se dé la sana división de poderes que, lamentable­mente, hasta hoy se halla totalmente desvirtuad­a.

Una sociedad harta de ejemplos de militancia sin pergaminos demanda una Justicia independie­nte, con un perfil de magistrado­s dignos y de conductas irreprocha­bles que hagan honor a tan alto cargo

La persona elegida deberá reunir condicione­s no negociable­s, como una sólida formación jurídica, independen­cia de los poderes político, económico y sindical, y una trayectori­a éticamente intachable

Debemos exigir el respeto por las normas constituci­onales para que cada gobierno acepte convivir con un tribunal en cuya composició­n no haya incidido sustancial­mente

Estamos ante una invalorabl­e oportunida­d de afianzar las bases para el correcto funcionami­ento de una instancia clave para la república

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