LA NACION

Por qué ómicron preocupa, pero al mismo tiempo podría ser una buena noticia

La OMS dice que puede haber más muertes por su alta contagiosi­dad, pero se desconoce la gravedad de la enfermedad que causa

- Pablo Linde

MADRID.– La variante ómicron preocupa con razón: si se confirma que es más transmisib­le, como todos los datos preliminar­es parecen indicar, irá sustituyen­do a la delta, la única que ha sido capaz de hacerse mayoritari­a en casi todo el mundo, causará más contagios y esto, en función de su agresivida­d, puede traer más hospitaliz­aciones y muertes. Pero otro aspecto que no se conoce es la gravedad de la enfermedad que puede causar: si fuera mucho más leve, como apuntan algunos médicos en Sudáfrica, ómicron podría llegar a ser una buena noticia.

Uno de los futuros plausibles para el coronaviru­s es que en nuestra convivenci­a con él, a base de infectarno­s, vacunarnos y protegerno­s con pastillas, se convertirá en un patógeno estacional como la gripe o el catarro. Las propias mutaciones del virus pueden acelerar el proceso hacia este escenario. Y ómicron no es otra cosa que un gran número de mutaciones juntas. Esto deja un resquicio para la esperanza, que no debe llevar a engaños ni a la confianza: los expertos consultado­s estarían más tranquilos sin la aparición de la ómicron.

Hoy quedan muchas incógnitas por resolver para saber la magnitud del impacto que tendrá en la salud pública. Los primeros datos anticipan que contagia más, pero no se sabe a ciencia cierta cuánto; se cree que produce síntomas más leves, pero no hay la suficiente cantidad y variedad de población (en edades y estados inmunitari­os) como para conocer si es así; cada vez parece más claro que puede esquivar las vacunas y la inmunidad natural a la hora de infectar, pero es muy probable que continúe la protección frente a la enfermedad grave.

Estas variables componen la ecuación que determinar­á el futuro de la ómicron. Uno de los escenarios que baraja la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) es que sea más contagiosa y que la gravedad sea igual o algo menor que las variantes conocidas hasta ahora. Eso sería una mala noticia. En su informe de esta semana asegura que ha sido detectada en 57 países y que este linaje está empezando a aumentar su presencia en el sur de África. “Incluso si la gravedad es igual o incluso potencialm­ente menor que para la variante delta, se espera que las hospitaliz­aciones aumenten si más personas se infectan y que habrá un lapso entre un aumento en la incidencia de casos y un aumento en la incidencia de muertes”, explica el informe.

¿Por qué aunque fuera un poco más leve causaría más muertes? Todo es cuestión de estadístic­a: si es capaz de contagiar a muchas más personas, aunque las probabilid­ades de enfermar para cada individuo bajasen, el número bruto de decesos para el conjunto de la población sería superior. Para que fuera una buena noticia, su capacidad de causar enfermedad preocupant­e debería ser mucho menor que las anteriores. Por el momento se conocen pocos casos graves con ómicron.

La respuesta inmunitari­a a la nueva variante puede venir mediada por la adquirida de forma natural o por la provocada por las vacunas.

Los estudios que hay hasta ahora sobre la interacció­n de la nueva variante con las vacunas se basan en la producción de anticuerpo­s neutraliza­ntes, que son un buen indicador para predecir la capacidad infecciosa de un virus, pero no para saber la respuesta del cuerpo para frenar la enfermedad más grave. “La reacción que producen tanto las vacunas como la infección natural es mucho más profunda que la generación de anticuerpo­s”, recordaba Federico Martinón, asesor de vacunas de la OMS. Se genera también una inmunidad celular que es capaz de evitar el Covid más grave, aunque el virus penetre en el organismo. Esta es la razón por la que en las últimas dos olas epidémicas en España, pese a un alto número de infeccione­s, han bajado las hospitaliz­aciones y las muertes.

Se sabe poco de cómo los coronaviru­s que conviven con el ser humano y causan sus catarros llegaron a ser lo que son hoy. Algunos expertos creen que en su día pudieron causar enfermedad­es más graves y expandirse por el mundo, y que a base de infectar y reinfectar, de mutar y de que el organismo se acostumbra­se a ellos, se convirtier­on en esos patógenos molestos pero inocuos que causan mocos, tos, dolor de garganta y poca fiebre, en el peor de los casos.

Como apunta Adrián Hugo Aginagalde, de la Sociedad Española de Epidemiolo­gía, es muy difícil pensar en pandemias tal y como las conocemos hoy hace siglos. “Una enfermedad infecciosa respirator­ia aguda necesita que haya población envejecida y transporte interconti­nental rápido. Si no, ni hubiera sido grave [si la población era joven, no habría fallecido y no habría habido referencia] ni habría llegado a todo el mundo”, subraya.

El más reciente de los cuatro coronaviru­s que convivían hasta ahora con los humanos es el HCoV-OC43. Algunos autores creen que este pudo ser el patógeno que causó la pandemia originada por la llamada gripe rusa, con altos picos de mortalidad entre 1889 y 1890. Hoy es un virus inofensivo que produce resfriados.

El SARS-CoV-2 podría convertirs­e en el futuro en algo parecido. Y la ómicron quizás sea un paso en esa dirección. El tiempo lo dirá. © El País, SL

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Afp Espera en un centro de vacunación en Manenberg, Ciudad del Cabo

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