LA NACION

Al kirchneris­mo le queda más cerca Nicaragua que Córdoba

- Luciana Vázquez

Si hoy los argentinos quieren que la Argentina se parezca a algo que no quede lejos, es decir, que no implique pasaporte, eso es la ciudad de Buenos Aires o la provincia de Córdoba. “¿Cuál de las siguientes provincias es la que más se acerca a lo que debiera ser nuestro modelo óptimo de país?”, fue la pregunta que a fines de agosto respondió una muestra representa­tiva de argentinos. El 47,50% contestó “CABA” y el 33,06%, la provincia de Córdoba. Lejos, con el 19,44%, está la provincia de Buenos Aires como “modelo óptimo” de la Argentina deseada.

Los datos surgen de la encuesta de opinión nacional realizada por la consultora política Escenarios, dirigida por los politólogo­s Pablo Touzón y Federico Zapata. Este clima en la opinión pública permite comprender dos cuestiones claves. El peso mucho menor de la provincia de Buenos Aires como modelo deseable le pone marco al nuevo drama que viven los bonaerense­s, y todo el país: el asesinato del quiosquero Roberto Sabo en Ramos Mejía, en el partido de La Matanza, que, llegado 2023, acumulará una sucesión sin interrupci­ones de 40 años de intendente­s justiciali­stas. Catorce de esos años, bajo gestión de Espinoza. Todo, en el marco de 28 años de gobernacio­nes peronistas.

La pujanza productiva de ciertos sectores económicos del territorio bonaerense no logra disipar el impacto de la insegurida­d y de la pobreza endémicas de su conurbano. En la encuesta de Escenarios queda claro el peso de la insegurida­d en la percepción de la opinión pública: para casi el 40% de los argentinos, el primer problema es la inflación, y el segundo, con el 24% de respuestas, la insegurida­d. Cualquiera de los otros ocho problemas enumerados viene muy lejos en cantidad de respuestas, la mayoría con porcentaje­s inferiores al 10%.

Por el otro lado, la CABA y Córdoba como el modelo deseado dejan a la vista el error de las palabras del presidente Alberto Fernández en torno a Córdoba y explican mejor el escándalo que produjeron. Sabemos, trató a la provincia de “terreno hostil” y pidió, en una sucesión de anáforas que tanto gustan a la retórica presidenci­al, que Córdoba “se integre al país”, “que sea parte de la Argentina” y que cese en “esta necesidad de siempre parecer algo distinto”.

Si se trataba de captar votos cordobeses, esquivos para el kirchneris­mo, la estrategia es obviamente equivocada. Lo es también si se trata de pescar por fuera del charco propio y de salir a la caza de votos nacionales que en más de un 80%, sumando las respuestas en favor de las dos provincias, ponen las fichas en una Argentina con peso fuerte de la producción y el empleo privado, el desarrollo tecnológic­o y de servicios y una mirada abiertamen­te exportador­a y cosmopolit­a. El modelo de país con el que sueña la ciudadanía está cada vez más lejos del modelo que añora, y en el que insiste, el kirchneris­mo de pura cepa.

Y, sin embargo, el Presidente habló para cuestionar a Córdoba y su autonomía política, que le viene precisamen­te de la mayor independen­cia de su matriz productiva respecto de los avatares y de las presiones político-presupuest­arias, del Estado nacional dominado, en general, por el peronismo o su versión kirchneris­ta.

La continuida­d del peronismo en el gobierno bonaerense frente a una CABA dominada políticame­nte por Pro desde 2007 y una Córdoba en manos de un peronismo resistente al kirchneris­mo, tanto bajo José Manuel de la Sota como bajo Juan Schiaretti, abre la pregunta política: cuán listo está el kirchneris­mo para construir, representa­r o continuar el modelo social y productivo que la opinión pública empieza a preferir.

Hay errores innecesari­os pero elocuentes. El oficial ismo se ha vuelto un experto ala horade producir esos traspiés, o esos tiros en el pie. El error político gratuito se ha vuelto política de gobierno sistemátic­a y cargada de sentido. O más que de un error, se trata de una suerte de acto fallido tras otro que permite vislumbrar­la Argentina con la que sigue soñando el kirchneris­mo cuando se sueña hegemónico y futuro.

Entre la dureza de Fernández sobre Córdoba y la blandura en relación con la violación de derechos y la ilegalidad de las elecciones en Nicaragua, se entreteje una cosmovisió­n que desteje el modelo de país al que aspira buena parte de los argentinos. Y ahí se concentra un punto inquietant­e para la Argentina. Si tuviera asegurada su continuida­d en el poder y el juego de la alternanci­a fuera un riesgo impensado, el Frente de Todos, el kirchneris­mo en general, afianzaría un Estado presente, he gemó ni coy sobre ideo log izado, una economía intervenid­a y un orden institucio­nal debilitado.

Otro ejemplo curioso y revelador, aunque de menor peso, es el video que la militancia viralizó la semana pasada como gesto de cariño a quienes apoyaron a la vicepresid­enta luego de su última intervenci­ón quirúrgica. En las imágenes se ve a una Cristina Fernández presidenta en 2010, en su hogar, rodeada de sus mascotas. Una escena que se quiere doméstica y cargada de ternura hacia los militantes termina resultando algo fallida. Cerca del final, la presidenta no puede evitar exhibir la desmesura a partir de la cual autopercib­e su poder y les dice a unos cachorros tiernos e indefensos, casi como si se lo dijera a un otro político: “¿Vos sabés a quién le estás ladrando? Si a mí me ladran, yo ladro más fuerte”. Justo cuando la salud vicepresid­encial podía reponer algo de empatía para atemperar la imagen negativa que pesa sobre la vicepresid­enta, el video termina mostrando una especie de política estilo Cruella de Vil que no pierde la dimensión del poder ni cuando está en su casa con sus cachorros. Un video-lapsus que termina resultando revelador de una complacenc­ia con un modo de hacer política centrado en el conflicto, la autopercep­ción de poder supremo y el temor reverencia­l entre los propios como estrategia ordenadora del poder.

En un sentido, las elecciones no son una mera elección legislativ­a, de medio término. Hay algo de cambio de época con síntomas a la vista: la irrupción de las huestes libertaria­s, la unidad de la oposición a pesar de todo y una consistenc­ia del kirchneris­mo para equivocar el rumbo e irritar a la ciudadanía.ß

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