Daniel Dessein. “El Gobierno recicla viejas prácticas de ataques a la prensa”
El nuevo presidente de ADEPA señaló que el período más difícil para el periodismo desde 1983 se dio entre 2009 y 2015
En un mundo en el que los hechos se ponen en duda y mientras en América Latina sobreviven gobiernos con sesgos autoritarios, el ejercicio del periodismo enfrenta “atropellos y descalificaciones” desde el poder, denunció días pasados la Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas (ADEPA), al poner como caso más emblemático la “velada amenaza” del ministro Aníbal Fernández al dibujante Nik.
“Todas estas prácticas nos recuerdan el período más complejo para la libertad de expresión desde el regreso de la democracia, que fue entre 2009 y 2015, durante la presidencia de Cristina Kirchner”, reveló Daniel Dessein, nuevo presidente de ADEPA, en una entrevista con la nacion.
Abogado, miembro de la Academia Nacional de Periodismo y presidente de la empresa editora de La Gaceta, de Tucumán, Dessein tiene 48 años y viene de encabezar la comisión que redactó el informe sobre la situación de la libertad de prensa en el país. Ya ocupó la presidencia de ADEPA en tres períodos.
Lamenta que Alberto Fernández no haya condenado la fuerte agresión de su ministro. “La Argentina vive un período de extraordinaria aceleración histórica y enorme incertidumbre, no sabemos cómo se va a definir nuestro futuro económico y político. Por eso es importante alertar sobre la relevancia estratégica de la libertad de prensa y poner énfasis en los atropellos y descalificaciones que alteran el clima necesario para que el periodismo pueda ejercer adecuadamente su oficio”, dijo Dessein. Reconoció, de todos modos, que la sociedad argentina aún mantiene “reflejos democráticos”, un haz de luz optimista frente a los ataques e intimidaciones con que muchas veces desde el poder se intenta silenciar a la prensa.
–¿Cómo evalúa la reacción del Gobierno frente a hechos como la amenaza de Aníbal Fernández?
–Muchos referentes de la coalición gobernante expresaron su rechazo. Pero sobresalió el silencio del Presidente. Ese ministro dependía de un presidente que no habló.
–¿Es preocupante que, en cambio, haya aplaudido el exabrupto del intendente Mario Ishii, en favor de un “levantamiento del pueblo contra los medios”?
–Absolutamente. Son todas frases muy poco felices y peligrosas para el clima necesario de libertad de expresión. La amenaza de Aníbal Fernández fue el episodio más grave dentro de las desafortunadas expresiones de funcionarios públicos, pero hubo muchos otros, como las palabras de la vicepresidenta Cristina Kirchner, quien en un acto público dijo que los argentinos merecerían otros medios, que no los amargaran tanto.
–¿Cómo recibe el periodismo esa descalificación?
–El periodismo argentino se caracteriza a nivel internacional por la calidad, el vigor, la diversidad. Las redacciones más modernas de América Latina están en la Argentina,
los mejores índices de audiencia de habla hispana están en la Argentina y esa pluralidad en la oferta informativa es lo que permite que la audiencia elija una u otra opción. Y ese es el premio o castigo del público. De ninguna manera necesitan las democracias prescripciones gubernamentales, ni ningún tipo de tutelas, normas asfixiantes u observatorios inhibitorios como los que se intentó instalar.
–¿Hay casos de persecución judicial contra periodistas?
–El caso de Daniel Santoro es un símbolo, viene sufriendo un hostigamiento constante desde ciertos sectores del Poder Judicial, con el avance de jueces que fueron revocados en las cámaras de apelaciones, a pesar de lo cual esos revocamientos fueron desoídos. Se desconoce la naturaleza del ejercicio del periodismo de investigación.
–¿Tiene antecedentes esta ofensiva judicial?
–Todas estas prácticas nos recuerdan el período más complejo para la libertad de expresión desde el regreso de la democracia, que fue entre 2009 y 2015, durante la presidencia de Cristina Kirchner. Allí hubo un despliegue de un arsenal de medidas. El acoso judicial fue una de ellas, pero también la ley de medios, el uso de la publicidad oficial, la utilización de los medios públicos para desacreditar a los medios independientes, escraches, agravios, intimidaciones. Ese fue el peor momento.
–¿El Gobierno avanza en esa dirección?
–Ahora no vemos cosas de esos niveles, pero sí algunas reediciones, después de los cuatro años de Mauricio Macri, donde se desmontaron todos los elementos de esa gran batalla contra los medios y se recuperó un clima de debate público, de diálogo, con ciertos avances, como la ley de acceso a la información pública. Cambió totalmente el clima.
–¿Esos avances se abandonaron?
–A partir de la nueva gestión empezamos a ver cómo se reciclaban algunas de estas viejas prácticas y siempre hay que alertar tempranamente. Lo que empieza por la violencia verbal muchas veces termina en hechos más graves, como lo hemos visto en toda la región.
–¿Al Gobierno le molesta la prensa independiente?
–El problema es cuando se quiebran ciertos límites, que terminan minando la calidad del debate público, con estas agresiones e intimidaciones, con estas asimetrías entre el poder y la prensa. Los periodistas deben moverse con libertad para ejercer su oficio y no pueden estar estigmatizados ni apuntados con el dedo público, como hemos visto en estos casos. Están expuestos y hay un factor de intimidación que muchas veces puede llegar a la autocensura, a no meterse en ciertos temas.
–¿Existe una relación entre la sucesión de atropellos y descalificaciones y la profundización de la crisis política y social?
–Está íntimamente vinculada la calidad democrática con el vigor del periodismo. Cuando se multiplican estos intentos de deslegitimación, agresiones, atropellos, se afecta el clima de convivencia armónica de una sociedad y eso es peligroso en contextos muy volátiles, como los que hoy atraviesa la Argentina.
–¿Frente al horizonte electoral es preocupante el panorama para los próximos dos años?
–Es preocupante por la fragilidad de todo el tejido institucional, económico y sanitario. El gran misterio es cuál será la reacción de la oposición y de la coalición gobernante frente al resultado. Si se radicaliza con preeminencia de la corriente más hostil en materia de libertad de expresión y otros campos, tal vez eso acelere los niveles de intolerancia, que se acerque más al momento más duro del período kirchnerista anterior.
–¿Sigue siendo discrecional la distribución de la publicidad?
–Si bien no existen los extremos del período más crítico, hay claras asimetrías. En aquel período, muchos medios de mayor audiencia no recibían nada y tenían castigos muy directos. Por el contrario, medios que prácticamente no tenían audiencias recibían volúmenes enormes, a partir de los cuales se construían grandes grupos que creaban o compraban medios. Fue el gran combustible que usó el gobierno de Cristina Kirchner para cooptar y seducir. Hoy vemos claras desproporciones: medios que tienen la mitad de la audiencia de un competidor y reciben cinco veces más de pauta. Faltan elementos objetivos, que vayan en línea con los preceptos del sistema interamericano, apoyados en los niveles de audiencia, de influencia.
–¿La sociedad reacciona frente a las situaciones de atropellos por parte del poder?
–Es uno de los elementos más positivos de este tiempo. En la Argentina vemos todavía reflejos democráticos muy vivos. Repudios generalizados a situaciones como las vividas por Nik. En el propio oficialismo entienden que no hay margen para que ocurran.
–¿Es un signo positivo?
–Esa reacción temprana de la sociedad nos permite ser optimistas. No hay una ciudadanía dispuesta a que se traspasen ciertos límites. No puede haber un periodismo vigoroso sin una sociedad receptiva, con reflejos democráticos y que valora adecuadamente las libertades. Es el mejor síntoma que puede tener una comunidad.ß