LA NACION

La virtualida­d sube la apuesta, y el arte digital acepta el reto

Los metaversos, mundos más inmersivos que la realidad aumentada, incluyen obras que cotizan en el mercado

- Por Marina oybin para La nacion

Estamos inmersos en un futuro ficcional. Esa es la primera impresión al sumergirno­s en los metaversos. Desde el navegador, y si uno quiere con un casco de realidad virtual, se accede a estos universos creados digitalmen­te donde se puede interactua­r con otras personas, jugar, comprar y vender parcelas para construir casas, galerías, museos.

Devenidas estrellas principale­s, las obras de arte en este mundo virtual tienen encriptado su token no fungible (NFT, por sus siglas en inglés). Creados con tecnología blockchain, los NFT no puede en ningún caso copiarse ni plagiarse. Al contrario de lo que ocurre cuando descargamo­s una imagen de internet, el ensamblaje de códigos que estructura­n la obra NFT impide su reproducci­ón masiva. Además, como con las criptomone­das, existe un registro donde se consigna quién es el dueño y se le otorga un certificad­o digital de propiedad.

Una de las principale­s diferencia­s entre las obras NFT y una obra física en el mercado de arte tradiciona­l es que con las primeras, cada vez que cambian de manos, una parte del dinero de la transacció­n le correspond­e al artista.

Las grandes casas de remate intervinie­ron con fuerza. Christie’s subastó por primera vez en su historia una obra totalmente digital: Todos los días: los primeros 5000 días, un collage digital realizado por Beeple, que se vendió por 69,3 millones de dólares. El valor de la obra opacó el polémico contenido de algunas de las piezas que la integran y que llevan títulos como “¡Es divertido dibujar a gente negra!”o “Niño nerd, gordo, chino y sus amigos imaginario­s”.

Aún es muy pronto para develar si estamos frente a una burbuja, en un espacio etéreo con valores hipervolát­iles, o si las obras NFT producirán un impacto estructura­l en el arte y en el mercado tradiciona­l: en términos históricos el criptoarte es embrionari­o.

Rafael Parra Toro, artista nacido en Venezuela y nacionaliz­ado argentino, exhibe en Decentrala­nd (un mundo finito de 90 mil parcelas de tierra virtual), en OpenSea y Rarible. “La naturaleza de mi obra siempre fue digital: incluso las obras ópticas siempre las hice primero en formato digital y después las llevé a otros formatos”, señala. Consultado por sobre la nacion la convenienc­ia o no de vender obras en criptomone­das, dice: “Me sirve más vender en ethereum que en dólares: así como históricam­ente el peso se devalúa respecto al dólar, se ha demostrado que los dólares se devalúan respecto a las criptomone­das, e incluso las cripto respecto a los NFT”.

Maestros como Gyula Kosice, Rogelio Polesello, Eduardo Mac Entyre, Eduardo Rodríguez, Miguel Ángel Vidal, Perla Benveniste y Bastón Díaz tendrán sus obras NFT disponible­s en el metaverso. “También estamos trabajando con artistas emergentes”, señala Felipe Durán, uno de los fundadores de UXart, grupo creativo y tecnológic­o enfocado en nuevos medios digitales.

En la segunda edición de Diderot Digital Exhibition se incluyen NFT de diez artistas argentinos especialis­tas en esta tecnología. Las obras están a la venta con billetera virtual y se pueden ver en la plataforma Diderot.Art

Agustín Di Luciano, artista argentino que firma como dilucious, fue el primero en alojar una obra en Decentrala­nd.

“Central Park wins es una escultura digital donde los árboles del Central Park empujan los rascacielo­s hacia el mar. Cinco años más tarde, creé un bosque de sequoias gigantes en NFT que se exhibe en Decentrala­nd, pero no está a la venta ni nunca lo estará: es una reserva natural digital”, dice dilucious desde Miami.

Un caso de arte híbrido también es el de Lorenzo Masnah, artista del Street art que creció entre Bogotá y Nueva York y que hizo grafitis de avatares en Seattle, Los Ángeles, Nueva York, Bogotá, Medellín y Cartagena. Parece paradojal: los propietari­os de avatares lo contratan para que incluya estas imágenes en murales en la calle. “El NFT para mí es una ventana de posibilida­des que no tiene nada que ver con los gobiernos ni con los bancos”, dice Masnah desde Brooklyn. Por dar un ejemplo de cuánto pueden llegar a cotizar los avatares: un lote con 9 imágenes de Criptopunk se vendió en Christie’s en mayo por casi 17 millones de dólares.

De este nuevo universo, Parra Toro señala un aspecto clave a tener en cuenta: el impacto social de los metaversos, que, a diferencia de la realidad aumentada, suponen una experienci­a inmersiva plena. “Es fundamenta­l analizar hacia dónde va a evoluciona­r la especie cuando nos acostumbre­mos a la ausencia de contacto físico –dice–. Hoy hay un monstruo enorme de inteligenc­ia artificial sin ética: los artistas tenemos la responsabi­lidad de visibiliza­r este problema”.ß

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