Actitud para innovar El desafío de superar las emociones que paralizan
El temor, la ansiedad y la frustración disminuyen la “claridad de pensamientos”; el biólogo Estanislao bachrach dio sus tips para enfrentar esas sensaciones
¿Cuáles son las emociones que traban los procesos de innovación? ¿Es “malo” tener miedo o se trata de un paso más en el proceso? ¿Cómo se enfrenta el temor? En busca de respuestas a estas preguntas, Estanislao Bachrach, PhD en biología molecular y profesor full time de la Universidad Torcuato Di Tella, explicó algunos de los secretos del cerebro humano y dio consejos sobre cómo ganarles a las emociones “poco placenteras”.
“Es muy difícil cuando uno lidera un equipo o se propone generar ideas para un proceso de innovación. Se tiene mucha presión, tensión, angustia. No es fácil pensar ideas que agreguen valor y sean nuevas. Cuando te ponen limitantes de dinero o tecnología, es dificilísimo, nadie puede pensar algo así”, observó.
Durante su exposición, en la entrega del Premio a la Innovación organizado por y Visa, la nacion Bachrach señaló que el concepto de innovar tiene un centenar de definiciones. Pero todas tienen dos características en común: por un lado, que se trata del desarrollo de proyectos novedosos y, por el otro, que suma valor.
Cada organización tiene un método para llevar adelante sus procesos de innovación. Si bien cada una es un mundo, algunas etapas se comparten. En primer lugar, el preguntarse para qué, luego investigar y entender qué se desea, qué hace la competencia, qué quiere el cliente. Después viene el “paso más divertido”, que es la lluvia de ideas para resolver el problema puntual. En cuarto lugar, llega elegir algunos de esos aportes para desarrollarlos. Finalmente, poner a prueba el prototipo para ver si funciona, o si hay que “matar la idea”.
“La biología ha tratado de entender cómo usamos la cabeza en cada una de las etapas. Si bien no hay áreas del cerebro que estén identificadas, sí hay palabras claves que muestran que a lo largo del proceso de innovación usamos distintas partes del mismo”, indicó.
Allí también se dan diferentes pasos: la capacidad de transformar, dejar de quejarse para pensar en una idea y cambiar lo que no funciona; entender por qué y para qué se hace algo; soñar proyectos y soluciones “absolutamente fantásticos” y, por último, evaluar y razonar.
“Cuando innovar tiene que ver con el cambio, la pregunta válida para hacerse es qué le pasa a las persona frente a momentos de incertidumbre. Es muy normal sentirse amenazados, se enciende un área del cerebro inconsciente, no tenemos el control. Este incendio dispara emociones poco placenteras, mal llamadas por la sociedad como ‘negativas’. Tendemos a pensar que el miedo, la tristeza o la frustración son malas, pero son simplemente emociones”, sostuvo.
Como consecuencia de ellas se desatan otras sensaciones: los nervios, el miedo, la angustia y la ansiedad, que terminan siendo contraproducentes. Es que, a mayor intensidad emocional, se piensa con menos claridad. Pero no todo está perdido: es posible salir de ese círculo, siempre y cuando se entiendan y clasifiquen las emociones, para bajar sus intensidades.
“Al ponerlas en palabras, desciende la intensidad emocional y sube la claridad de los pensamientos. Entonces, tenemos más chances de ser creativos después, para reinterpretar la información y pensar eso como una oportunidad y no como amenaza”, dijo Bachrach.
La conclusión a la que arribó el especialista es que es imposible no tener miedo al innovar. Pero lo que puede hacerse es bajar la intensidad emocional, para no quedarse paralizado. Según el experto, la clave reside en el coraje. ß