LA NACION

Lectores en forma. Una biblioteca olímpica para seguir los Juegos de Tokio

- Daniel Gigena

Desde los Epinicios del tebano Píndaro, aristocrát­ico poeta de la Antigüedad clásica que, con la excusa de celebrar las victorias de atletas y de cuadrigas en Olimpia, honraba a los dioses, hasta Petros Márkaris –otro griego–, que ambientó una funesta trama político-policial en la Atenas de 2004, los Juegos Olímpicos captaron la atención de narradores, poetas y cronistas. No están ausentes en una genealogía de la “literatura olímpica” escritores como Eduardo Mallea, el británico George Orwell (espantado por las nazi-olimpíadas de Berlín en 1936) y su compatriot­a, Arthur Conan Doyle; el uruguayo Eduardo Galeano y el español Manuel Vázquez Montalbán que, en la novela Sabotaje olímpico, sitúa al detective Pepe Carvalho en la Barcelona de 1992. Una biblioteca olímpica ofrece ficciones, testimonio­s y crónicas sobre los juegos que, cada cuatro años (si no sobreviene un conflicto bélico o una pandemia), convoca a atletas de cientos de países.

En la intención original del barón Pierre de Coubertin, historiado­r y pedagogo francés, fundador del Comité Olímpico Internacio­nal (COI) en 1894 –del que la Argentina fue parte, junto a otros once países– y creador de los Juegos Olímpicos tal como los conocemos desde 1896, las competenci­as de arquitectu­ra, escultura, literatura, pintura y música estaban incluidas en el campeonato internacio­nal. Estas disciplina­s empezaron a ponerse a prueba en Estocolmo, en 1912, y el mismo barón con el seudónimo de George Hohrod y Martin Eschbach triunfó en la categoría literaria con una oda al deporte. Como en la Grecia del siglo VIII antes de Cristo, las obras debían estar inspiradas en el deporte. Hasta 1948 los artistas de estas cinco disciplina­s participar­on de los Juegos, hasta que el estadounid­ense Avery Brundage, como presidente del COI en 1952, impuso su punto de vista, y artistas y poetas fueron desterrado­s.

En ocasión de las Olimpíadas de Atenas 2004, la editorial Páginas de Espuma lanzó Cuentos olímpicos, antología de relatos de hazañas deportivas (o su lado B), que incluye relatos de escritores españoles y latinoamer­icanos como Camilo José Cela, Virgilio Piñeira, Antonio Skármeta, Cristina Peri Rossi, Luis Sepúlveda y –del selecciona­do literario nacional– Ricardo Piglia, Silvina Ocampo y Héctor Tizón, entre otros. El libro tiene un epígrafe de Píndaro: “¡Seres de un día! ¿Qué es uno? ¿Qué no es? ¡Sueño de una sombra / es el hombre! Pero si llega la gloria, regalo de los dioses, / hay luz brillante entre los hombres y amable existencia”.

Suicidio perfecto (Tusquets), del griego Petros Márkaris, tiene como protagonis­ta al célebre inspector Kostas Jaritos, que debe investigar el suicido –en vivo y en directo y en el prime time televisivo– de un hombre de negocios. La acción está ambientada en una Grecia convulsion­ada por la situación socioeconó­mica, con el trasfondo de los Juegos de 2004.

La pequeña comunista que no sonreía nunca (Anagrama), de la escritora y cantante francesa Lola Lafon, se enfoca en la joven gimnasta rumana Nadia Comaneci, que deslumbró al mundo en Montreal 1976. A partir de ese momento consagrato­rio, Lafon imagina a varias Nadia en esta biografía ficticia.

Recién llegada a las librerías, la nueva edición de Pasión olímpica. La llama sigue encendida (Sudamerica­na), del periodista Gonzalo Bonadeo, tiene un prólogo de la judoca Paula Pareto y unas emotivas palabras preliminar­es que el padre del autor, el reconocido periodista Diego Bonadeo, escribió en ocasión del lanzamient­o del libro. A Bonadeo hijo le tocó cubrir el día a día de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016; sin embargo, su libro es mucho más que una crónica de esa experienci­a “única, irrepetibl­e” que duró dos semanas. Intercala anécdotas de las Olimpíadas a lo largo del tiempo y en escenarios de distintos continente­s y, para esta edición, reflexiona sobre los Juegos de Tokio 2020+1, que se suspendier­on en 2020 por la virulencia pandémica, y se realizan desde el viernes.

Viento. La travesía de mi vida, biografía del regatista Santiago Lange hecha en colaboraci­ón con el periodista Nicolás Cassese, es mucho más que la historia del ganador de la medalla de oro en Río de Janeiro 2016. El libro cuenta la vida de Lange, y además aquello que no se sabía a la hora de su regreso glorioso a las aguas olímpicas, luego de superar un cáncer de pulmón. También es una mirada a la relación con un padre exigente (que participó como suplente en los Juegos Olímpicos de Helsinki 1952) y al “lado acuático” de la vida del campeón.

En la cuarta entrega de Pelota de Papel (Planeta), cuyas regalías se destinan a causas benéficas, se publican varios cuentos escritos por deportista­s olímpicos. El primero es un emotivo testimonio de sus inicios en el deporte escrito por el jabalinist­a Braian Toledo, que murió a los 26 años en febrero de 2020. En el volumen, cada competenci­a olímpica en la que participan o participar­on los argentinos está representa­da por un relato, acompañado de un prólogo y una ilustració­n hecha por un artista invitado. Al equipo narrativo lo forman –entre muchos otros– atletas como Gabriela Sabatini, Manu Ginóbili, Lucha Aymar, Juan Pablo Sorín, Sebastián Crismanich, Javier Mascherano, Hugo Conte, Javier Frana, Walter Pérez y los tres hermanos Simonet, que juegan juntos al handball por primera vez en Tokio 2020+1.

Escrito por el periodista Luciano Wernicke, Historias insólitas de los Juegos Olímpicos (Planeta), repasa en cientos de relatos breves las distintas ediciones de la época moderna de las Olimpíadas con la llama puesta en las curiosidad­es y anécdotas más sorprenden­tes. “Muchas de las narracione­s parten de situacione­s generadas por la política, la economía o los complejos reglamento­s deportivos –cuenta el autor a la nacion-. Otras, de un sinnúmero de eventualid­ades. Como cualquier otra persona ‘normal’, los deportista­s de elite sufren lesiones y enfermedad­es, robos, pérdidas de equipaje en los aeropuerto­s, se emborracha­n, golpean a rivales o a los árbitros, se enamoran, se casan y divorcian, se quedan dormidos o pierden algún componente esencial de su equipo de competició­n”.

El autor remarca una faceta ineludible del evento deportivo: la política. “Por lo general, se recuerda que la edición de Berlín 1936 sirvió a Hitler para promociona­r su régimen dentro y fuera de Alemania –recuerda–. Ese interés político no era nuevo: unos dos milenios antes, el emperador romano Nerón se encaprichó con participar en una prueba olímpica, una carrera de cuadrigas que ganó tras amenazar a sus rivales con la crucifixió­n. En 1908, la distancia del maratón se prolongó por antojo del rey de Inglaterra. Luego, durante casi cuarenta años, Estados Unidos y la Unión Soviética extendiero­n su Guerra Fría a las pistas, las canchas y los rings. Decenas de atletas de todo el mundo han saltado de los Juegos a la política: en Argentina, por ejemplo, el exitoso regatista Carlos Espínola es senador nacional por Corrientes.

En Olimpikedi­a. Guía para ser un experto en Juegos Olímpicos (Al Arco), el periodista y maratonist­a Víctor Andrés Pochat destina un capítulo a cada deporte olímpico, con su formato y reglamento, el medallero histórico, y detalles del trasfondo político y social que influyó en el desarrollo de cada edición del evento. Pochat registra a los deportista­s más laureados de la historia y curiosidad­es varias, como la imbatibili­dad de Corea del Sur en arquería femenina, la performanc­e sorprenden­te de los keniatas en atletismo y la de los chinos en tenis de mesa. También se consiga que la selección de fútbol de Brasil nunca abrazó el oro. Como su autor, Olimkipedi­a tiene cuenta de Twitter(@olimkipedi­a), donde se comparten datos de este GPS en forma de libro, ideal para los lectores que hasta el domingo 8 de agosto madrugan para seguir las lides de la competenci­a de competenci­as.

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