El espectador de la obra de arte, ante el “dios” de la tecnología
Un mensaje escrito para una sola persona sobre un tablero digital busca conmover al visitante de Still Human, exposición donde los algoritmos son protagonistas; “Yo pinto con códigos”, dice su autor
Un mensaje escrito para una sola persona sobre un tablero digital busca conmover al visitante de
Still Human, una muestra donde los algoritmos son protagonistas.
MADRID.– Hay algo de ritual y de misterio en esta acción. Una mujer se ubica en el reclinatorio. Sus rodillas están sobre el almohadón y su mirada, atenta y elevada, se dirige al frente. Un mensaje escrito para una sola y específica destinataria se escribe a toda velocidad en un tablero digital, similar al que anuncia los arribos y las partidas en un aeropuerto. “Ningún hombre vivirá plenamente para ser útil a los demás”, arroja el algoritmo en la pantalla. ¿De qué modo interpreta la visitante el efímero aforismo que pronto se esfumará? ¿Lo asocia a su vida? ¿Cree que una señal yace bajo esta idea o, escéptica, la desechará?
El artista Mario Klingemann (Alemania, 1970), pionero en la utilización de la inteligencia artificial (I.A.) en las artes visuales, propone esta instalación en el espacio Colección SOLO donde nuevos públicos se acercan a esta expresión que genera debates entre apocalípticos e integrados, puristas y desprejuiciados.
En la puerta de Alcalá, a metros de uno de los principales accesos al parque del Retiro, un museo privado, de entrada gratuita, ofrece la experiencia multidisciplinaria llamada Still Human. ¿De qué modo reaccionamos ante la novedad? Klingemann es uno de los artistas que integra esta exhibición, con una excelente guía argentina, que comienza con Appropriate Response
[Respuesta adecuada], la videoinstalación interactiva que pone en evidencia cuál es el poder de las palabras. La pieza explora la idea de autoría, en este caso, artificial.
“La obra, que hace un guiño al espectador pidiéndole que se arrodille ante ese ‘nuevo dios’ que es la tecnología, defiende que sin las personas al otro lado, la tecnología no tiene sentido. De ahí el gran valor de las reacciones que provoca. Ha habido todo tipo de actitudes ante las frases que lanza: sorpresa, emoción, incluso reflexión profunda. Es interesante ver cómo adaptamos el sentido de la frase a nuestro contexto y bagaje personal. Es cada visitante quien da un sentido único a la obra cerrando el mensaje y la propia experiencia artística”, explica Oscar Hormigos, director de desarrollo de Colección SOLO y responsable del programa Onkaos, dedicado al apoyo de artistas new media, donde Klingemann es residente y donde ha concebido obras de I.A. para este espacio.
Las artes y la cultura se han preguntado desde temprano cuál es el vínculo entre la máquina y el hombre, entre lo artificial y lo mortal, entre la tecnología y el alma. Mary Shelley creaba a su famoso monstruo Frankenstein y luego Carlo Collodi, a un adorable pinocho, seres de una naturaleza difícil de clasificar que se hermanaban a los hombres por su deseo de ser amados. películas como I.A. Inteligencia artificial (2001), la serie Raised by Wolves
(2021) o la reciente novela Klara y el sol del Nobel Kazuo Ishiguro son apenas algunos ejemplos de estas aproximaciones. En el caso de Klingemann, la inteligencia artificial no tiene una estructura antropomorfa, sino que su imagen, su proyección, es una obra de arte.
¿Es posible que el espectador se conmueva, es diferente la experiencia del sujeto ante un objeto de arte “artesanal” en comparación a otro producto de la I.A.? “La experiencia debería ser la misma. En Colección SOLO subrayamos siempre que lo importante es la obra, el resultado y no la técnica. La I.A. se ha revelado como una nueva herramienta para expresar nuestra creatividad y se ha sumado a otros hitos de la historia del arte en los que se han ido incorporando técnicas y tecnologías. Me gusta recordar que Klingemann define la I.A. como a un pincel: «Yo pinto con códigos». por esta razón, la experiencia del sujeto suele ser con la obra y lo positivo es que la obra adopta nuevas expresiones gracias a una herramienta hasta ahora inexistente”, destaca Hormigos.
Klingemann expuso en Nueva York (MOMA y Metropolitan Museum), en Londres (British Library y en photographers), en parís (pompidou) y fue artista residente en Google Arts and Culture. Su instalación Memories of Passersby
I [Memorias de un transeúnte], que se encuentra en la misma sala madrileña que Appropiate Response, fue la primera máquina de inteligencia artificial autónoma que se subastó, en 2018, en Sotheby’s, por 46.450 euros. ¿En qué consiste este algoritmo? En tiempo real una computadora dentro de una caja arroja, a través de dos pantallas, la imagen de rostros de personas que no existen, una combinación infinita que logró Klingemann a partir del modelo de los diseños de grandes artistas de todos los tiempos. Una eterna novedad, una infinita creación, una combinación coherente –como lo son las palabras que forman los aforismos– de ele
mentos que se convierten en significado según el tamiz de quien lo observe o lea y de la interpretación que elabore.
Juegos de palabras
Still Human es un juego de palabras que podría traducirse como “Aún humano” o “naturaleza humana” [Still Life es naturaleza muerta]. En octubre, Colección SOLO se mudará a un espacio más amplio para compartir una nueva propuesta. En El Matadero, en el sur de la ciudad, un complejo integrado por varias naves recibe a diario un público amplio que visita su cine, la Casa del Lector, La Casa del Reloj, o sus dos salas de teatro. El jardín
de las delicias, de El Bosco, tendrá una muestra dedicada al tríptico con versiones de múltiples artistas (la del colectivo holandés SMACK,
Speculum, es realmente hipnótica) y será el hilo conductor de la exposición en la que Klingemann también estará presente con su propuesta de I.A. Su lectura digital sobre la obra de El Bosco ya puede apreciarse en SOLO, una estética y un estilo nítidamente identificables con esta célebre obra expuesta en el Museo del Prado.
Colección SOLO se encuentra fuera del “triángulo” (o “la milla”) del arte, cuyos vértices son el Prado, el Museo Thyssen-bornemisza y el Reina Sofía, un epicentro que incluye de modo más reciente a la Caixa Forum (a menudo trae exposiciones del British Museum). Fuera, pero a 900 metros del Prado, desde 2017, funciona este espacio impulsado por dos empresarios y artistas, Ana Gervás y David Cantolla, creador de Pocoyó y quien colaboró con la compañía La Fura del Baus, donde reúnen 800 piezas de arte contemporáneo.
El encuentro entre lo clásico y la tecnología, a veces irreverente y otras más respetuoso, algunas veces fiel y otras innovador, crea una nueva expresión. Hormigos, por ejemplo, destaca el caso del artista Egor Kraft, a través de Deep Portrait
Studies. “Utiliza la inteligencia artificial para, desde una mirada crítica, volver al canon de belleza griego. En ese sentido, definiría la relación como enriquecedora y de bienvenida a todo aquello que nos permita explorar nuevas expresiones creativas y que nos lleve a lugares nunca antes recorridos”. Aunque quizá algunas pupilas más conservadoras les den la espalda, la combinación entre tecnología y creatividad imanta nuevos públicos hacia una expresión que crece cada temporada.