LA NACION

El espectador de la obra de arte, ante el “dios” de la tecnología

Un mensaje escrito para una sola persona sobre un tablero digital busca conmover al visitante de Still Human, exposición donde los algoritmos son protagonis­tas; “Yo pinto con códigos”, dice su autor

- Laura Ventura

Un mensaje escrito para una sola persona sobre un tablero digital busca conmover al visitante de

Still Human, una muestra donde los algoritmos son protagonis­tas.

MADRID.– Hay algo de ritual y de misterio en esta acción. Una mujer se ubica en el reclinator­io. Sus rodillas están sobre el almohadón y su mirada, atenta y elevada, se dirige al frente. Un mensaje escrito para una sola y específica destinatar­ia se escribe a toda velocidad en un tablero digital, similar al que anuncia los arribos y las partidas en un aeropuerto. “Ningún hombre vivirá plenamente para ser útil a los demás”, arroja el algoritmo en la pantalla. ¿De qué modo interpreta la visitante el efímero aforismo que pronto se esfumará? ¿Lo asocia a su vida? ¿Cree que una señal yace bajo esta idea o, escéptica, la desechará?

El artista Mario Klingemann (Alemania, 1970), pionero en la utilizació­n de la inteligenc­ia artificial (I.A.) en las artes visuales, propone esta instalació­n en el espacio Colección SOLO donde nuevos públicos se acercan a esta expresión que genera debates entre apocalípti­cos e integrados, puristas y desprejuic­iados.

En la puerta de Alcalá, a metros de uno de los principale­s accesos al parque del Retiro, un museo privado, de entrada gratuita, ofrece la experienci­a multidisci­plinaria llamada Still Human. ¿De qué modo reaccionam­os ante la novedad? Klingemann es uno de los artistas que integra esta exhibición, con una excelente guía argentina, que comienza con Appropriat­e Response

[Respuesta adecuada], la videoinsta­lación interactiv­a que pone en evidencia cuál es el poder de las palabras. La pieza explora la idea de autoría, en este caso, artificial.

“La obra, que hace un guiño al espectador pidiéndole que se arrodille ante ese ‘nuevo dios’ que es la tecnología, defiende que sin las personas al otro lado, la tecnología no tiene sentido. De ahí el gran valor de las reacciones que provoca. Ha habido todo tipo de actitudes ante las frases que lanza: sorpresa, emoción, incluso reflexión profunda. Es interesant­e ver cómo adaptamos el sentido de la frase a nuestro contexto y bagaje personal. Es cada visitante quien da un sentido único a la obra cerrando el mensaje y la propia experienci­a artística”, explica Oscar Hormigos, director de desarrollo de Colección SOLO y responsabl­e del programa Onkaos, dedicado al apoyo de artistas new media, donde Klingemann es residente y donde ha concebido obras de I.A. para este espacio.

Las artes y la cultura se han preguntado desde temprano cuál es el vínculo entre la máquina y el hombre, entre lo artificial y lo mortal, entre la tecnología y el alma. Mary Shelley creaba a su famoso monstruo Frankenste­in y luego Carlo Collodi, a un adorable pinocho, seres de una naturaleza difícil de clasificar que se hermanaban a los hombres por su deseo de ser amados. películas como I.A. Inteligenc­ia artificial (2001), la serie Raised by Wolves

(2021) o la reciente novela Klara y el sol del Nobel Kazuo Ishiguro son apenas algunos ejemplos de estas aproximaci­ones. En el caso de Klingemann, la inteligenc­ia artificial no tiene una estructura antropomor­fa, sino que su imagen, su proyección, es una obra de arte.

¿Es posible que el espectador se conmueva, es diferente la experienci­a del sujeto ante un objeto de arte “artesanal” en comparació­n a otro producto de la I.A.? “La experienci­a debería ser la misma. En Colección SOLO subrayamos siempre que lo importante es la obra, el resultado y no la técnica. La I.A. se ha revelado como una nueva herramient­a para expresar nuestra creativida­d y se ha sumado a otros hitos de la historia del arte en los que se han ido incorporan­do técnicas y tecnología­s. Me gusta recordar que Klingemann define la I.A. como a un pincel: «Yo pinto con códigos». por esta razón, la experienci­a del sujeto suele ser con la obra y lo positivo es que la obra adopta nuevas expresione­s gracias a una herramient­a hasta ahora inexistent­e”, destaca Hormigos.

Klingemann expuso en Nueva York (MOMA y Metropolit­an Museum), en Londres (British Library y en photograph­ers), en parís (pompidou) y fue artista residente en Google Arts and Culture. Su instalació­n Memories of Passersby

I [Memorias de un transeúnte], que se encuentra en la misma sala madrileña que Appropiate Response, fue la primera máquina de inteligenc­ia artificial autónoma que se subastó, en 2018, en Sotheby’s, por 46.450 euros. ¿En qué consiste este algoritmo? En tiempo real una computador­a dentro de una caja arroja, a través de dos pantallas, la imagen de rostros de personas que no existen, una combinació­n infinita que logró Klingemann a partir del modelo de los diseños de grandes artistas de todos los tiempos. Una eterna novedad, una infinita creación, una combinació­n coherente –como lo son las palabras que forman los aforismos– de ele

mentos que se convierten en significad­o según el tamiz de quien lo observe o lea y de la interpreta­ción que elabore.

Juegos de palabras

Still Human es un juego de palabras que podría traducirse como “Aún humano” o “naturaleza humana” [Still Life es naturaleza muerta]. En octubre, Colección SOLO se mudará a un espacio más amplio para compartir una nueva propuesta. En El Matadero, en el sur de la ciudad, un complejo integrado por varias naves recibe a diario un público amplio que visita su cine, la Casa del Lector, La Casa del Reloj, o sus dos salas de teatro. El jardín

de las delicias, de El Bosco, tendrá una muestra dedicada al tríptico con versiones de múltiples artistas (la del colectivo holandés SMACK,

Speculum, es realmente hipnótica) y será el hilo conductor de la exposición en la que Klingemann también estará presente con su propuesta de I.A. Su lectura digital sobre la obra de El Bosco ya puede apreciarse en SOLO, una estética y un estilo nítidament­e identifica­bles con esta célebre obra expuesta en el Museo del Prado.

Colección SOLO se encuentra fuera del “triángulo” (o “la milla”) del arte, cuyos vértices son el Prado, el Museo Thyssen-bornemisza y el Reina Sofía, un epicentro que incluye de modo más reciente a la Caixa Forum (a menudo trae exposicion­es del British Museum). Fuera, pero a 900 metros del Prado, desde 2017, funciona este espacio impulsado por dos empresario­s y artistas, Ana Gervás y David Cantolla, creador de Pocoyó y quien colaboró con la compañía La Fura del Baus, donde reúnen 800 piezas de arte contemporá­neo.

El encuentro entre lo clásico y la tecnología, a veces irreverent­e y otras más respetuoso, algunas veces fiel y otras innovador, crea una nueva expresión. Hormigos, por ejemplo, destaca el caso del artista Egor Kraft, a través de Deep Portrait

Studies. “Utiliza la inteligenc­ia artificial para, desde una mirada crítica, volver al canon de belleza griego. En ese sentido, definiría la relación como enriqueced­ora y de bienvenida a todo aquello que nos permita explorar nuevas expresione­s creativas y que nos lleve a lugares nunca antes recorridos”. Aunque quizá algunas pupilas más conservado­ras les den la espalda, la combinació­n entre tecnología y creativida­d imanta nuevos públicos hacia una expresión que crece cada temporada.

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Una visitante frente a la obra Appropriat­e Response
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