LA NACION

Claudia Hilb: “En Cuba hay un régimen de dominación total”

- por vázquez luciana

La investigad­ora, que hace rato reflexiona sobre los modos de construcci­ón de la memoria, dice que ciertos sectores del progresism­o reaccionan ante el caso cubano desde un pensamient­o “anquilosad­o”, que les impide reconocer el carácter autoritari­o del régimen

El embargo a Cuba sirve hoy de argumento para aquellos que buscan defender un régimen que desde hace mucho tiempo es indefendib­le”, afirma. “El proceso de igualación de condicione­s que llevó adelante Cuba, aun en sus mejores aspectos, es indisociab­le del proceso de concentrac­ión autocrátic­a del poder, de dominación total que se fue gestando en los años sesenta”, postula.

La investigad­ora Claudia Hilb, intelectua­l clave a la hora de desmontar las posturas maniqueas de las izquierdas, los usos interesado­s del pasado y los discursos sobre los derechos humanos, pasó por La Repregunta. Militante de la izquierda en su juventud, debió exiliarse en Francia durante la última dictadura. Autora de Silencio Cuba. La izquierda democrátic­a frente al régimen de la Revolución Cubana, publicado en 2010, por biografía y por sus intereses académicos, Hilb es la intelectua­l indicada para analizar las limitacion­es del progresism­o y de la izquierda a la hora de pensar la Revolución Cubana y su crisis profunda.

Hilb es doctora en Ciencias Sociales por la UBA, profesora de Teoría Política e investigad­ora principal del Conicet. Aquí, los principale­s pasajes de la entrevista.

-Hay un argumento que sostiene que porque existe un bloqueo, que en realidad es un embargo, Cuba no ha podido desplegar las bondades de ese modelo. Lula da Silva lo sintetizó: “Si Cuba no tuviera un bloqueo, podría ser Holanda”. ¿Qué piensa de esa tesis?

-Me parece insostenib­le desde el punto de vista fáctico. El embargo y el bloqueo a Cuba deberían haber cesado hace muchísimo tiempo. En realidad, hoy la función más eficaz que cumplen es darle un argumento a los defensores del régimen. Pero incluso si tuvieran eficacia en otro aspecto, no sé si es un tipo de medida que yo sostendría ni me parecería interesant­e. De todos modos, está claro y es sabido que el embargo no alcanza a alimentos y medicament­os de los Estados Unidos. Y hay muchísimos países que comercian con Cuba. El embargo hoy sirve sobre todo de argumento para quienes buscan defender a un régimen que desde hace mucho tiempo es indefendib­le.

-Si no hubiera habido bloqueo o embargo a partir de la Revolución que se instaura en 1959, ¿Cuba pudo haber logrado la igualdad plena y una ciudadanía satisfecha con una calidad de vida?

-Hay dos maneras de encarar esa pregunta. Por un lado, desde mediados o fines de los años setenta hasta la caída de la Unión Soviética, Cuba gozó de una ayuda de la Unión Soviética de un monto extraordin­ario. Por eso cuando cayó la Unión Soviética, la crisis de Cuba fue extraordin­aria porque el modelo de desarrollo era en sí inviable en términos propios. Después se suplió mal con la ayuda de Venezuela. Con la crisis mundial pero sobre todo por la pandemia y la política del régimen, se han cortado las dos fuentes principale­s de ingresos de divisas que tenía Cuba, el turismo, efecto de la pandemia, y las remesas que en buena medida tienen que ver con la política del régimen. Por supuesto, Donald Trump tampoco facilitó la llegada de las remesas. Por un lado, la ayuda soviética durante varias décadas palió la cuestión de los efectos eventuales del embargo. Pero no me parece que el argumento principal a pensar respecto de Cuba es qué habría pasado desde el punto de vista del desarrollo económico si no hubiera habido embargo. El argumento es de qué manera se dieron dos procesos simultánea­mente en Cuba, una igualación extraordin­aria de condicione­s durante los años sesenta sobre todo, que después deja de ser tal, y al mismo tiempo, un proceso extraordin­ario de concentrac­ión de poder. Esos dos procesos van juntos. Más allá de si Fidel Castro era un sediento de poder o un revolucion­ario convencido, esos dos procesos simultáneo­s deben obligarnos a pensar qué tipo de régimen resulta de un proceso en el cual una cúpula dirigente cree poder organizar una sociedad a imagen y semejanza de una idea. Aun cuando esa idea es la idea de una igualación de condicione­s con la que los espíritus progresist­as como el mío pueden simpatizar, cuando esa idea es indisociab­le de esa otra idea, de que correspond­e a una persona o a un grupo pequeño de personas organizar la sociedad, eliminando cualquier voz disidente o cualquier otra alternativ­a que pueda proponerse a esa concentrac­ión absoluta del poder, que es el escenario de las revolucion­es del siglo XX, eso es lo que tenemos que cuestionar radicalmen­te.

-Otro argumento es que la Revolución Cubana tiene una legitimida­d de origen que sostiene la legitimida­d del régimen hasta el presente. De acuerdo con su análisis, ¿en ese origen ya hay un problema de legitimida­d?

-No sé si hay un problema de legitimida­d en ese sentido porque efectivame­nte puede haber personas que no ponen en cuestión la legitimida­d de un régimen cuando la igualación de condicione­s supone un proceso de concentrac­ión de poder extraordin­ario. Pueden pensar que ese régimen es legítimo en tanto se sostiene sobre otros principios que no son los principios de un régimen pluralista y democrátic­o. La legitimida­d sí está puesta en cuestión desde hace mucho tiempo porque el régimen cubano no logró sostener ninguna de sus promesas, ni siquiera en los propios términos de quienes podrían defender ese dibujo.

-Una de las promesas que se enuncia como cumplida es una educación y una salud de calidad e igual para todos. ¿Eso fue cierto en algún momento? Y si lo es, ¿tiene como contracara la concentrac­ión de poder?

-Si querés defender un régimen de dominación total sobre la base de que ha logrado la igualación de condicione­s, podés defenderlo. Pero yo no voy a estar de acuerdo: no voy a estar de acuerdo con que se defienda un régimen de igualación de condicione­s sobre la base de la dominación total de todos los

resortes de poder y de libertad. Eso por un lado. Por otro lado, el régimen logró grandes avances en la igualación de condicione­s durante los años sesenta en educación y salud, pero con muchos problemas. Esos son los grandes momentos épicos de la Revolución Cubana, que son acompañado­s rápidament­e por un proceso de concentrac­ión del poder pero que tienen un efecto real de disminució­n de las desigualda­des. Ahora bien, incluso eso luego fracasó de una manera estrepitos­a. A partir de los años noventa, el sistema de salud cubano se convirtió en un sistema a dos velocidade­s: por un lado, un sistema para extranjero­s que pueden pagarlo o militares o jerarquía del partido, es decir un sistema para privilegia­dos, y por otro lado, un sistema para la población en general, con falta de insumos y problemas de atención médica muy importante­s. Pero insisto, no pasa por ahí el centro de discusión en torno a la cuestión cubana. El centro de la discusión es que ese proceso de igualación de condicione­s, aún si lo tomáramos en sus mejores aspectos, es indisociab­le del proceso de concentrac­ión autocrátic­a del poder, de dominación total que se fue gestando en la década del sesenta.

-El concepto de “dictadura”, ¿es el que mejor describe al régimen cubano?

-Para mí no, por razones casi técnicas. Me parece mucho más interesant­e pensarlo en la senda de las definicion­es de los regímenes totalitari­os. Yo siempre digo “régimen de dominación total”. El concepto de dictadura da la idea de un grupito que se apropia del poder. El proceso de la Revolución Cubana es un proceso bastante más complejo e impone una nueva forma de régimen, cosa que no hace una dictadura. Una dictadura sigue gobernando a través de la concentrac­ión del poder militar y del poder político sobre una población que es más o menos la misma desde el punto de vista de sus creencias y de sus conductas que la que era antes y que la que va a ser después.

-La dificultad del progresism­o argentino, de América Latina y de otros puntos del mundo, para definirlo como dictadura, ¿tiene que ver con esas aspiracion­es igualitari­as de Cuba que opacan la violación de otros derechos y libertades?

-En buena medida, sí. Ese pensamient­o se ha quedado anquilosad­o y sigue reaccionan­do automática­mente a las creencias en las que pensó por primera vez hace 50 años. Cuando estaba exiliada en París, hablaba con gente entrañable que me enseñó mucho, entre ellos Marco Aurelio García, que luego fue un asesor importantí­simo de Lula, sobre el problema de que al quedar la crítica de los regímenes de Europa del Este y de la Unión Soviética en manos de la derecha, el pensamient­o de izquierda había entregado algo que no debía entregar de ninguna manera, la posibilida­d de pensar esos regímenes, de defender la libertad, de defender valores que eran propios del pensamient­o de izquierda. Acá sucede lo mismo y entonces esa alineación que se da de manera automática es una repetición de aquello que sucedió en los años cincuenta y sesenta respecto de los países del Este: algo que fue absolutame­nte lesivo para el pensamient­o de izquierda.

-¿Se minimiza el impacto del régimen cubano sobre derechos humanos como el derecho a la protesta porque la libertad ha perdido espacio en el pensamient­o de izquierda mientras que se destaca la igualdad?

-La libertad pierde lugar en el pensamient­o de izquierda como un valor clave cuando se trata de regímenes que la izquierda ha decidido a priori defender y ante los cuales cierra los ojos. Si no, no desaparece en el pensamient­o como un valor clave.

-¿La desaparici­ón de la idea de libertad puede ser una consecuenc­ia del modelo de la Revolución Cubana en el sentido de que si se buscaba la igualdad absoluta, la única manera de conseguirl­o era con el control de las libertades?

-Eso es algo que sucedió pero de ningún modo creo que estuviera en el ADN del pensamient­o de izquierda. El ADN del pensamient­o de izquierda es un máximo de igualdad con un máximo de libertad. Ahora, yo no conozco a nadie que desde una posición de izquierda justifique el abandono de las libertades, sino que lo que te va a decir es que se trata de libertades burguesas o del neoliberal­ismo o del individual­ismo liberal.

-Pero hoy la defensa de la dictadura de Cuba desde cierto progresism­o está poniendo entre paréntesis la vulneració­n de las libertades.

-Quiero creer que eso no va a ser gratuito para el pensamient­o de izquierda porque me parece que en este caso es muy difícil tapar el sol con la mano. Es muy difícil negar la envergadur­a de las movilizaci­ones que han tenido lugar en esta semana. Es muy difícil atribuirle a la propaganda imperialis­ta la acción de jóvenes, artistas de las barriadas marginales. Tengo la esperanza, tal vez ilusoria, de que dentro de Cuba muchos empiecen a ver que pasan cosas que no quisieron ver.

-Parte de la izquierda descalific­a a la democracia liberal porque no representa a todos los sectores y no conduce a la igualdad. ¿Cómo juega la democracia y su respeto a la libertad y los puntos débiles de la igualdad?

-Los problemas de las democracia­s para sostener el desafío de una máxima libertad y una máxima igualdad son enormes. Para las conciencia­s liberal, democrátic­a, de izquierda republican­a, ése es un desafío que tenemos que levantar en el pensamient­o. Pero eso no es argumento para defender un régimen que no sólo fracasó económicam­ente hace muchas décadas, sino que además es un régimen de dominación total.

-¿A la democracia liberal se le puede atribuir una superiorid­ad moral en la medida en que, a pesar de todo, es el régimen que abre mayores posibilida­des de corrección de los problemas?

-No quiero pensarlo en términos morales. El privilegio político de la democracia liberal es que no le pone freno a aquello que dentro de ese régimen puede transforma­rse. Si observamos los regímenes democrátic­os liberales, con estos dos componente­s de tradicione­s distintas que además vienen asociados al capitalism­o como forma de acumulació­n económica, y si vemos la extensión de derechos que se ha producido en dos siglos y medio, vemos que son formas de régimen que por la manera en que instituyen el poder, por la manera en que instituyen la relación entre la ley, la legitimida­d y los alcances de aquello que puede cambiar dentro de esa legitimida­d, han dado lugar a una extensión de derechos extraordin­aria. Tiene que ver con una dinámica propiament­e democrátic­a que hace que no haya nada que esté fijado de manera definitiva; es el tipo de régimen que mejor permite la posibilida­d de cambios fuera de una definición última de lo que es lo bueno y lo malo determinad­o por alguien que se sustrae al debate público.

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Silvana colombo

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