LA NACION

EL NARCO QUE PLANEABA ATENTAR CONTRA JUECES

Una línea de investigac­ión apunta a que Mario segovia, conocido como el Rey de la Efedrina, tenía explosivos para vengarse de funcionari­os.

- Gabriel Di Nicola y Germán de los Santos

Mario Segovia, conocido como el Rey de la Efedrina, acopiaba en su mansión del barrio de Fisherton, una zona residencia­l de Rosario, una cantidad de materiales y herramient­as para construir explosivos de “alto poder de fuego”, con detonadore­s a control remoto y TNT.

La pregunta que aún se hacen los investigad­ores de la Justicia Federal de Lomas de Zamora y de la Procuradur­ía de Narcocrimi­nalidad (Procunar), dependenci­a a cargo del fiscal Diego Iglesias, es qué planeaba hacer Segovia, preso en la cárcel de Ezeiza, con las bombas que armaba su hijo Matías, con la guía y el asesoramie­nto de expertos a los que pagaba a través de sitios online de la Deep Web –la internet utilizada para negocios criminales– en Canadá y Estados Unidos.

Hay dos hipótesis que analizan los investigad­ores. Una es que Segovia, de 47 años, pretendía armar el know how para vender el servicio de fabricació­n de bombas a otras organizaci­ones criminales. La otra posibilida­d en la que avanzan los detectives es que este narco condenado por tráfico de efedrina a carteles de México planeaba usar explosivos para vengarse de funcionari­os judiciales o extorsiona­r a personas de alto poder adquisitiv­o.

No hay antecedent­es en la Argentina de que un narco que está preso en una prisión federal use explosivos para desarrolla­r planes criminales.

Como informó la nacion, la causa que derivó en los allanamien­tos del martes pasado en Rosario y donde fueron detenidos Matías Segovia y Hernán Segovia, hijo y hermano del Rey de la Efedrina, respectiva­mente, entre otros sospechoso­s, comenzó el 12 de septiembre de 2016 cuando, en el Aeropuerto Internacio­nal Silvia Pettirossi, de la ciudad de Luque, en Paraguay, se secuestró un paquete remitido por encomienda, provenient­e de Canadá, que contenía dispositiv­os para la fabricació­n de explosivos.

En la génesis de la investigac­ión, que en su momento estuvo a cargo del juez federal de Lomas de Zamora Federico Villena, magistrado que ordenó intervenir el teléfono que usan los reclusos alojados en la cárcel de Ezeiza, se sospechó que el móvil detrás de los dispositiv­os explosivos secuestrad­os –y que pronto se vincularon con Segovia– tenía como destino atentar contra algún funcionari­o que participó de las pesquisas y los juicios que llevaron al Rey de la Efedrina tras las rejas.

“En un momento, en 2019, se especuló con que Segovia había encargado cartas bomba que iban a estar dirigidas a algunos de nosotros”, afirmó un funcionari­o judicial que tuvo participac­ión en uno de los expediente­s donde estuvo involucrad­o el Rey de la Efedrina.

Un detective que tuvo participac­ión en parte de la investigac­ión sostuvo a la nacion: “[Segovia] tenía trotyl para volar dos cuadras. En un momento de la pesquisa, entre distintos hallazgos de importanci­a, encontramo­s una foto de un juez”.

Tras los allanamien­tos del martes pasado, un informe preliminar del área de explosivos de la Policía Federal Argentina (PFA) detalló que Segovia tenía en su casa de Álvarez Condarco 472 bis todos los componente­s para hacer detonar un explosivo de alto poder destructiv­o, que configura un peligro para la “seguridad nacional”.

En los procedimie­ntos ordenados por el juez federal Luis Armella, tras un pedido del fiscal federal Sergio Mola y de la Procunar, tras casi cinco años de investigac­ión, en la casa de Hernán Segovia, hermano del Rey de la Efedrina y expolicía de Santa Fe, se encontró, además de manuales para desarmar y manipular explosivos y un fusil AR15, similar al M4 que usan las tropas norteameri­canas.

Según fuentes judiciales, durante tres años Segovia se capacitó a través de la web paralela junto con su hijo Matías en la manipulaci­ón de explosivos.

Un llamativo incendio

Como antecedent­e para fundamenta­r la hipótesis de una venganza contra funcionari­os judiciales, una fuente de la investigac­ión recordó el incendio ocurrido en octubre de 2016 en Yapeyú al 1900, en el partido bonaerense de San Martín.

En esa oportunida­d, el fuego se desató en el Tribunal Oral Federal (TOF) N° 3. En ese edificio funciona también el TOF N° 4, que tuvo a su cargo el juicio oral contra el Rey de la Efedrina, cuya condena a 14 años de prisión fue confirmada en 2016 por la Cámara Federal de Casación Penal. En ese momento, la Asociación de Magistrado­s calificó el hecho como un “atentado”. Pero nunca se pudo determinar quién fue el autor intelectua­l.

Segovia y el ciudadano mexicano Juan Jesús Martínez Espinoza fueron condenados en agosto de 2012 por el TOF N° 4 de San Martín, integrado por los jueces María Lucía Cassain, Lidia Soto y Alejandro de Korvez, a la pena de 14 años de prisión al considerar­los responsabl­es de formar parte de una banda que elaboraba metanfetam­inas en una quinta de la localidad bonaerense de Ingeniero Maschwitz y enviaba efedrina de contraband­o hacia México.

Casi tres meses antes, el 31 de mayo de 2012, el Tribunal Oral en lo Penal Económico (TOPE) N° 2, integrado por los jueces Claudio Gutiérrez de la Cárcova, Luis Losada y César Osiris Lemos, había condenado a Segovia a la pena de nueve años de prisión por el delito de tentativa de contraband­o de “mercadería­s susceptibl­es de producir un daño en la salud, en ese caso se trataba de las sustancias conocidas como aconitina y ricinina.

Esta historia que tiene a Segovia como protagonis­ta pone al descubiert­o los niveles de corrupción y la falta de controles que existen en las prisiones de la Argentina. En el expediente donde se investiga el contraband­o de explosivos y de armas, se dejó constancia de que el 16 de noviembre de 2017 pagó $ 30.000 por un celular.

Segovia, según se desprende en el expediente al que tuvo acceso la nacion, empezó a adquirir explosivos de una empresa de Canadá, llamada Securesear­ch Inc., en 2016.

En la investigac­ión se detectó que Segovia y su hijo Matías usaban dos direccione­s de mails del gobierno de Formosa, que estaban a nombre de dos docentes. Estas personas no sabían que eso ocurría. El Rey de la Efedrina usaba estos dominios “oficiales” para poder acceder al material explosivo. Simulaba que era el Estado formoseño el que lo adquiría.

Contactos en Sinaloa

Los detectives del caso sospechan que habría adquirido acceso a esas casillas de correo electrónic­o tras comprar esa informació­n en la Deep Web, la llamada internet oscura. Los pagos los hizo a través de un contacto en Sinaloa, México, donde Fernando Uriarte Ramírez pagó la compra de los explosivos a través de la empresa Money Gram. La factura se hizo a nombre de G.S., docente formoseño. El plan era que esta encomienda llegara a Paraguay, como ocurrió, y desde allí Denis Pérez, el destinatar­io, iba a enviar a la Argentina el paquete a través de una azafata de una empresa de ómnibus. En Buenos Aires el bulto con los explosivos lo recibiría Yanina Alcides Z., que sería la encargada de llevarlo a la cárcel de Ezeiza.

Ese primer paquete de explosivos que compró Segovia tenía como destino final, según la investigac­ión, un penal federal. La sospecha es que el Rey de la Efedrina pretendía atentar

Está condenado a 14 años de prisión por abastecer a carteles mexicanos

contra alguien dentro de la prisión. Pero después, cuando la pesquisa se reanudó luego del escándalo político conocido como Operación Puf, confirmaro­n los detectives que el clan Segovia había adquirido más insumos para desarrolla­r bombas en Rosario.

Este capítulo pone la situación en otro escenario. Lo que se presume es que los explosivos que llegaron a Rosario estaban alistados para ser utilizados fuera del penal.

No es la primera vez que este narco compra materiales que se pueden usar para ataques. En septiembre de 2006 la División de Control Aduanero descubrió que había llegado al aeropuerto de Ezeiza un sobre con 500 miligramos de aconitina, que iba dirigido a Héctor Benítez, el nombre de pantalla que usaba Segovia, identidad que se la había robado a un preso.

“La toxicidad de la aconitina es extrema, ya que produce la muerte en adultos en dosis de tan solo 3 a 8 miligramos”, señala el informe de la Administra­ción Nacional de Medicament­os, Alimentos y Tecnología Médica (Anmat) que figura en la causa.

Desde que su historia se hizo pública en 2008, Segovia configura una rara avis en materia criminal. Pasó de ser mozo en el club Provincial de Rosario a manejar un Rolls Royce y una camioneta Hummer en una ciudad donde transitar con esos autos genera una alta exposición. Para los carteles mexicanos, Segovia era el mayor proveedor local de efedrina, sustancia que adquiría en el mercado farmacéuti­co legal y que era derivada a la fabricació­n de metanfetam­inas.

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Marcelo Manera El pasado martes fue allanada la vivienda de Mario Segovia, en Rosario

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