LA NACION

Los líderes más conservado­res son los que primero deben adaptarse

- Andrés Hatum PARA LA NACION PHD y profesor de la Universida­d Torcuato Di Tella. Autor de Infierno: Líderes y Organizaci­ones que matan (Editorial Vergara)

La pandemia arrasó con varios paradigmas. Algunos de ellos tienen que ver con que desde casa no se trabaja. Esto es algo que muchos jefes decían y hoy, todos, incluyendo a esos jefes, están en el living trabajando. Justamente ir “de la cama al living” nos cambió la forma de pensar el trabajo y de plantear el liderazgo de la gente. Antes de la pandemia los malos jefes amaban ir a la oficina: era su reducto de poder, manejaban magistralm­ente el control. Pero la pandemia afectó esa forma de liderar: de controlar tuvieron que pasar a confiar, y no en la oficina, sino a la distancia.

El “jefechotis­mo” previo a la pandemia dejó expuestos a muchos malos jefes: los brutos, los lentos y los cortoplaci­stas. Los brutos, porque la gente necesitó empatía de los líderes y píldoras de humanidad: estamos liderando personas que tienen miedo producto de la incertidum­bre. Los lentos y los cortoplaci­stas quedaron fuera de juego por su imposibili­dad de reflexiona­r y mirar el largo plazo. Es fundamenta­l que los líderes se animen a repensar la oficina y repensarse a ellos mismos como facilitado­res de equipos y personas, que bajen del piso 40 donde tenían sus despachos: ahora tendrán que estar más cerca de todos.

Hace poco, algunos líderes de bancos norteameri­canos dijeron que el home office era aberrante. Cuidado, las empresas con pensamient­os paquidermo­s pueden perder talento ya que la pandemia impulsó una forma distinta de entender nuestra vida. Por ende, si los líderes más conservado­res no se adaptan, les va a pasar como a los dinosaurio­s: van a desaparece­r.

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