La ausencia conduce inevitablemente al olvido
Algunas pretensiones son solo eso, pretensiones. Por ejemplo, que podemos prestarles atención a dos diálogos simultáneamente. Evitaré los detalles, no porque se trate de un tema complejo, sino porque todos sabemos cómo es. Si estás leyendo mensajes en el teléfono tu cerebro puede más o menos captar algunas palabras significativas de lo que la persona que tenés delante te está diciendo. Pero eso está a 25.000 años luz de escuchar a esa persona. Si estás leyendo mensajes en el teléfono estás leyendo mensajes en el teléfono, y nada más. Nuestra consciencia es, en este sentido, bastante limitada. No quito que existan otras especies en el universo que puedan escuchar un audio de Whatsapp y a la vez comprender cabalmente lo una persona les está diciendo, ahí, al otro lado de la mesa. Pero nosotros no funcionamos así.
Podrá parecer a alguna suerte de proyección. Tal vez solo ocurre que como soy un poco lerdo entonces creo que todos los demás son iguales. Puesto a debatir el asunto, sí, tengo que admitir que mi afirmación requiere de una prueba experimental. Así que vamos a hacer lo siguiente. Convoquemos voluntarios para que oigan (no puedo decir escuchar en este caso, y ahí está el problema) dos discursos al mismo volumen y al mismo tiempo. Es más, pueden probar en sus casas, si se sienten voluntariosos hoy. Pongan dos programas de radio a la vez y observen si pueden luego resumir lo que estaban diciendo en cada uno. No el tema general. Ni palabras sueltas.
La atención es monofónica. Otras formas de conectarse con el entorno, no. Por ejemplo, el oído siempre está atento. En los perros el olfato también funciona durante el sueño; pueden probar esto con el pichicho doméstico acercándole algún manjar al hocico mientras duerme. Pero no podemos prestar atención completa a más de una cosa a la vez. Si, además, está involucrado el lenguaje, se requiere todavía más atención. Somos capaces de jugar partidas de ajedrez simultáneas, pero eso es porque el ajedrez es por turnos. Si funcionara como el lenguaje, que está constituido por una sola secuencia de sonidos
Vivir pendientes de la pantalla equivale a no estar presentes aquí y ahora para nuestros seres queridos
(más algunas otras manifestaciones, como los gestos y las miradas) en la que el orden y la presencia o la ausencia de partículas ínfimas, como sí o no, pueden cambiar todo el sentido de lo que se nos dice, entonces la supuesta simultaneidad se va al garete.
Pero hay algo más. Si mientras alguien te está hablando mirás la pantalla del celular, no solo no estás prestando completa atención, sino que además enviás el mensaje claro y distinto de que no estás prestándole atención. Son dos cosas diferentes, y ambas son graves para eso que constituye una relación entre dos personas. No solo no le prestás atención, sino que además le dejás claro que no le estás prestando atención.
La repetición de esta clase de estímulo va deletreando una palabra ominosa para las relaciones humanas. Esa palabra es ausencia. Por mucho que pretendamos estar ahí mientras miramos el teléfono, en realidad estamos en otra parte. No importa dónde, y es muy probable que tengamos motivos válidos para no estar en este lugar, sino en otro, en ese adonde nos lleva la pantalla. Ahora bien, el hecho de tener motivos no cambia el hecho de que estamos ausentes.
Y la ausencia no es neutra. Produce –todos los que hemos atravesado duelos sabemos esto– reacciones psíquicas lentas pero definitivas. Puesto que de otro modo perderíamos la razón, la persona ausente va desapareciendo de la consciencia cotidiana. Si fue alguien amado, lo recordaremos con emoción, con lágrimas, con el corazón hecho pedazos, pero no será así cada hora de cada día. Será el día de su cumpleaños. Será por una foto. Por una palabra. Pero el resto del tiempo, comprensiblemente, la ausencia conduce inexorablemente al olvido.
Creemos, con alguna inocencia, que es inofensivo estar más pendiente del teléfono que de las personas para las que deseamos estar presentes. Pero lo que estamos haciendo es volvernos cada día un poco más ausentes.