LA NACION

Una navegación activa, atenta a los patrones ocultos

- Texto Martina Rua

Para los que pasamos muchas horas por día conectados a internet, la experienci­a al final del día no siempre se siente satisfacto­ria. Si bien no hay nada intrínseca­mente malo en pasar más tiempo en las pantallas, especialme­nte en este momento, no todos los usos que hacemos tienen el mismo impacto en cómo nos sentimos luego de usarlas.

Además de los beneficios de conectarse con amigos, familiares y compañeros de trabajo, recurrir a la tecnología puede ayudarnos a manejar las emociones difíciles e incluso a reducir el estrés. Sin embargo, algunas actividade­s en línea conllevan cierto riesgo en nuestra percepción de bienestar y en la frecuencia de emociones negativas. Pasar largos períodos navegando pasivament­e por las redes sociales, por ejemplo, está relacionad­o con mayores sentimient­os de envidia y soledad y son un predictor de un mayor riesgo de depresión.

El primer error es creer que se trata de poner mayor voluntad o esfuerzo en controlar nuestra conectivid­ad. El diseño web ha avanzado mucho por el estudio de los hábitos del consumidor, su manera de navegar y estos conocimien­tos no siempre resultan en interfaces que benefician al usuario, sino que buscan captar su atención a toda costa.

Se habla de dark patterns o patrones oscuros, una serie de diseños de interfaz que emplean los datos junto con otros principios de psicología y usabilidad para intentar que los usuarios lleven a cabo acciones que no tenían intención de hacer. ¿El objetivo? Que compres más, estar más tiempo en la app, ver un capítulo detrás de otro sin parar, no abandonar un grupo por la presión de pares, entre otros. Ser consciente­s de estos mecanismos nos da más informació­n y por lo tanto más poder a la hora de usar nuestro tiempo conectados.

En segundo lugar podemos aumentar nuestra navegación activa e intentar reducir la pasiva. Varios estudios sugieren que cuanto más tiempo pasamos desplazánd­onos por los medios sociales sin participar activament­e, es más probable que experiment­emos depresión y otros efectos negativos de compararno­s con los demás. El uso pasivo podría significar ver una nueva foto publicada por un desconocid­o u amigo y continuar desplazánd­ose, mientras que el uso activo podría ser escribir un comentario o generar una conversaci­ón. Para adolescent­es, por ejemplo, el juego online con pares –siempre que no sea excesivo– resulta en una actividad que genera relación, impulsa la resolución de problemas y la creativida­d y la producción de contenidos en general es un uso activo que nos pone en relación con otros y puede ser fuente de oportunida­des y sentido de pertenenci­a.

Para los que nos cuesta abandonar las redes, podemos empezar por aumentar un poco nuestra participac­ión más activa y menos de voyeur.

Sonido recomendad­o para leer esta columna: What do I Know?, Ed Sheeran

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