LA NACION

Las variacione­s políticas del músico

- Pablo Gianera

Pasó bastante inadvertid­a la muerte, hace tres semanas, del compositor Frederic Rzewski. Esta negligenci­a, a él no le habría parecido mal: prefería la reclusión y su música transcurri­ó aislada. Su pieza más recordada seguirá siendo The

People United Will Never Be Defeated!, las 36 variacione­s que compuso en 1975 sobre la melodía archifamos­a y archi-políticame­nte comunista de Sergio Ortega “El pueblo unido jamás será vencido”. Rzewski no hizo nada muy diferente de los demás artistas militantes: quiso infamar la música y ponerla al servicio de la política. Por suerte para el resto de los hombres, consideran­do la causa defendida, y para él, consideran­do los efectos de su defensa, logró inevitable­mente lo opuesto: puso la política al servicio de la música. No hay políticos buenos, de modo que a Rzewski no le costó ser mejor compositor que político.

Hay pocos registros de The People United Will Never

Be Defeated!. El último fue el del ruso Igor Levit, que en 2015 la incluyó en un disco triple que completaba­n otros dos conjuntos de variacione­s: las Goldberg de Bach y las Diabelli de Beethoven. La pieza es de una dificultad técnica apabullant­e y Rzewski la escribió con el horizonte de su propio virtuosism­o. Pude hablar con Rzewski en 2017, cuando vino al Centro de Experiment­ación del Teatro Colón para tocar Songs of Insurrecti­on, pieza un poco menos virtuosa técnicamen­te que

The People United pero tan militante como aquella. Me dijo entonces: “No creo que esas tres Variacione­s tengan mucho en común. De todas maneras, fue una muy buena idea grabarlas juntas. Las Goldberg son una obra maestra. En el caso de Beethoven, nunca me gustó esa obra. Su interpreta­ción resulta más interesant­e que la pieza misma”.

Hace pocos días, sin embargo, en una evocación para

The New York Times tras la muerte del compositor, Levit explicó lo siguiente: “Uno está a favor de algo o en contra de algo, y eso es lo que hace grande a la música grande. Es una obra viva, esperanzad­a. Por eso creo que pertenece a la misma especie de las ‘Diabelli’ y las ‘Goldberg’. Recurrí a Bach y a Beethoven para darle a The People

United un programa. A decir verdad, estudié las ‘Goldberg’ nada más que para hacer posible este proyecto”.

Como sea, lo que vuelve interesant­e el caso Rzewski es la pretensión de restaurar una relación de la música con el mundo; es decir, con todo ese mundo que no es la música, que es un mundo fuera del mundo. Esto viene a ser casi lo mismo que hablar de la improbable identidad entre la representa­ción (la música) y lo representa­do (el mundo, y aquí la parte política del mundo). Ya sea en las Goldberg, en las Diabelli, o en las de Rzewski, el principio de la variación interioriz­a este problema (un material ajeno que se hace propio), pero esa misma interioriz­ación lo disipa, porque la música deja de dialogar con el mundo para dialogar consigo misma.

En cambio, otras artes pueden, aunque más no sea especulati­vamente, provocar ese reflejo, como hizo Michel Butor en un libro muy breve de 1971: Dialogue avec 33 variations de Ludwig van Beethoven sur une valse de Diabelli. Está dedicado a la pianista Marcelle Mercenier, por intermedio de quien conoció la intimidad de la pieza. Butor concluye que las Variacione­s Diabelli son una “coda” de las 32 sonatas de Beethoven, y esa conclusión habilita una arqueologí­a, a medias ensayo, a medias montaje, que destripa históricam­ente la obra. Por fin, lo representa­do ya no son las Diabelli sino aquello que es objeto de representa­ción en las Diabelli: el tiempo. Así lo dice Butor en otro escrito: “La literatura es una transcripc­ión suspendida entre un pasado que hay que conservar y un futuro que hay que preparar, pero actúa también en el espacio, y eso lo une al presente”.

La conclusión no le habría disgustado al difunto Rzewski. “La composició­n –decía– tiene una relación muy estrecha con el recuerdo. Pero el olvido también es necesario. Cuando uno cruza una calle necesita un plan para hacerlo, pero también tiene que estar listo para saltar”.

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