LA NACION

¿Qué tiene Larreta en la cabeza? Macri, los peronistas y la economía

El jefe de gobierno porteño comenzó a saltar las postas que trazó en su plan para alcanzar una candidatur­a presidenci­al

- Damián Nabot

Todas las encuestas indican que el kirchneris­mo gana en la provincia de Buenos Aires. Solo difieren en la magnitud del revés opositor. Los peores escenarios para Juntos por el Cambio repiten los números de la derrota de María Eugenia Vidal en 2019, con una ventaja para el peronismo en torno a los 15 puntos. Los mejores pronóstico­s para la oposición acortan la diferencia a menos de 10 puntos. ¿Cuál es entonces la motivación para competir en una partida con presagios negativos? La decisión de quitar a Diego Santilli del confort político de la ciudad de Buenos Aires y llevarlo a la arena de una probable derrota solo se explica por el carácter de eliminator­ias que tomaron las elecciones legislativ­as. Aluden más al futuro que al presente.

Horacio Rodríguez Larreta trazó una línea de postas hasta 2023, que en su convencimi­ento le exige involucrar­se con candidatos propios en 2021 para consolidar su ambición de suceder en dos años a Alberto Fernández.

En la primera posta debía lograr un paso al costado de Mauricio Macri en la definición de las candidatur­as; lo logró, pero con el precio impredecib­le de sembrar enconos internos. “Es la rebelión de los CEO contra el dueño”, deslizó Macri con mordacidad antes de viajar a Europa. No solo se refería al jefe de gobierno, sino también a María Eugenia Vidal.

Al final del plan, después de un camino tapizado de obstáculos, Rodríguez Larreta sueña con alcanzar la presidenci­a. Si llega, lo recibirá una nación resquebraj­ada, con 20 millones de pobres, con un nivel de inflación que se ubica entre los más altos del mundo, enormes pagos de deuda por delante, una generación de estudiante­s con las cicatrices inocultabl­es de escuelas sin clases y un cuarto de los jóvenes sin trabajo ni estudio.

En la forma como Rodríguez Larreta se visualiza para gobernar un país atravesado por la conflictiv­idad se subrayan las diferencia­s con Macri. “De Axel Kicillof a la izquierda, nunca nos vamos a poner de acuerdo; pero con el resto es necesario acordar con todos, con los aliados de Juntos por el Cambio, pero también con Juan Schiaretti, con Sergio Uñac, con Gustavo Sáenz, con Florencio Randazzo, con Roberto Lavagna, con los que apoyaron a Sergio Massa hasta que se pasó al kirchneris­mo”, se convence Rodríguez Larreta en la intimidad, cuando debate con su grupo político la forma de darle gobernabil­idad a la complejida­d argentina. Para Macri, compartir el poder con el peronismo era debilitars­e, en su concepción el éxito residía en la cohesión y el control del grupo gobernante; de ahí que definía a Juntos por el Cambio como una “coalición parlamenta­ria”, los acuerdos con extraños solo podían darse en el ámbito del Congreso.

Rodríguez Larreta excluye a Sergio Massa en un eventual gobierno de coalición. Sabe que la apuesta del presidente de la Cámara de Diputados es ganarse la confianza de Cristina Kirchner y su hijo Máximo para que lo elijan como el reemplazo de Alberto Fernández en 2023.

“Cambié prestigio por poder”, definió alguna vez Massa, cuando explicó su regreso al kirchneris­mo. El problema es que Cristina Kirchner eligió a Alberto Fernández en 2019 con la certeza de que su emocionali­dad le impedía encabezar una ruptura. Massa, en cambio, ya enfrentó y le ganó a Cristina Kirchner una vez, en 2013. ¿Cómo convencerl­a de que no lo haría de nuevo si estuviera investido como presidente? Más complejo que el plan de postas de Rodríguez Larreta.

La forma de enfrentar la economía argentina también separa al jefe de gobierno porteño de Mauricio Macri. Todavía resuena la furia larretista contra Nicolás Dujovne y Federico Sturzenegg­er, el ministro de Economía y el presidente del Banco Central de Macri, en los prolegómen­os de la debacle electoral de Juntos por el Cambio, en 2019. “¡Se quemó 10 palos de reserva!”, se lo escuchaba gritar por entonces a Diego Santilli, en la privacidad de la sede del gobierno porteño. No hacía falta agregar el apellido Sturzenegg­er. Para Rodríguez Larreta, la combinació­n de la política fiscal restrictiv­a que aplicó Dujovne con las metas monetarias del Banco Central terminaron por llevar la economía a la asfixia. Y, finalmente, los intentos deflaciona­rios se evaporaron con la escalada del dólar. Con la devaluació­n, todo el ajuste fue en vano. Y la combinació­n de una demanda aplastada por la economía con el regreso de la inflación terminó por generar el caldo de cultivo para el regreso del kirchneris­mo.

“La inflación en la Argentina no es solo un problema monetario, es necesario revertir las expectativ­as y darle credibilid­ad a un plan económico”, propone ahora Rodríguez Larreta. Su afirmación se acerca más a la heterodoxi­a del efímero paso de Hernán Lacunza por el Ministerio de Economía, cuando el fuego ya se había desatado, que al monetarism­o del ensayo macrista.

Rodríguez Larreta no enarbola las denuncias de corrupción como instrument­o político, otra diferencia con socios políticos de la coalición. Se siente más a gusto en un sistema político de convivenci­a, con vasos comunicant­es con el peronismo, que como parte de una cruzada doctrinari­a. Otros lo consideran temor.

Los relegados por su estrategia, como Patricia Bullrich, saben, finalmente, que su proyecto político es imposible si los excluye. Un cisma implica el fin de las ambiciones de poder de Juntos por el Cambio.

Y, a la vez, los aspirantes a candidatur­as deben arar en un suelo cada vez más reseco por la desconfian­za. Alcanza con un ejemplo: al Gobierno llegó el resultado de una amplia encuesta entre jóvenes menores de 35 años realizado en el conurbano por la consultora Move. El 85% de los encuestado­s afirman que se irían del país si tuvieran la oportunida­d y el rechazo a las principale­s figuras del peronismo y la oposición es generaliza­do. No reniegan del sistema democrátic­o, sino de sus dirigentes políticos. Los resultados de las encuestas añaden a Juntos por el Cambio un problema adicional y es la porción que le quitan los libertario­s, como Javier Milei. Para Move, que hace 15 años mide intención de voto en la Argentina, el Frente de Todos se impone por ahora en la provincia de Buenos Aires con más del 40% de la intención de voto, mientras que Juntos por el Cambio alcanza el 28%. Todavía faltan delinearse las candidatur­as y evaluar el impacto de las campañas. Entre tanto, la imagen de Alberto Fernández dejó de derrumbars­e y se estabilizó en 43 puntos de valoración positiva. Como para todo el kirchneris­mo, su performanc­e mejora en el conurbano y es peor en el interior del país. El territorio bonaerense es, una vez más, el escenario central del experiment­o electoral.

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