¿Quiénes seríamos si la historia hubiera sido otra muy diferente?
La última novela del francés Laurent Binet imagina que los incas llegaron a Europa y actualiza así el subgénero de la ucronía
A partir de un hecho que trastoca lo ocurrido en la realidad, novelas como El hombre en el castillo y La conjura de América propusieron en su momento desafiantes mundos alternativos; ahora, en Civilizaciones, el francés Laurent Binet imagina que los incas llegaron a Europa y alienta así por medio de la literatura una contrahistoria desbocada
¿ Qué sería hoy del mundo si un hecho histórico dado hubiera sucedido de otra manera? En Máquinas como yo, ian Mcewan narra algo en esa línea. protagonizada por alguien obsesionado por los robots y la inteligencia artificial, la novela tiene como trasfondo la inglaterra de 1982. Hay unos cuantos desvíos de lo que conocemos: alan Turing no comió su manzana envenenada y sigue activo, el mundo está ya bastante computarizado y Margaret Thatcher deja el poder porque ... la argentina ganó la guerra de Malvinas. Mcewan no desarrolla esa última trama, pero no es difícil predecir qué implicaría para una novela en clave argentina que retomara esa fantasía contrafáctica.
Ucronía es el nombre que reciben esas ficciones que se preguntan por el “cómo habría sido si...”. la idea original fue de un filósofo, el francés charles renouvier, que la desplegó en su novela Ucronía (una utopía en el tiempo), de 1876, donde imagina un desarrollo apócrifo de la civilización europea. a diferencia de las responsabilidades de la disciplina histórica, que tiene a los procesos sociales como algo mucho más complejo que un hecho puntual, la literatura se puede permitir los escenarios especulativos, que también tienen su lógica.
Tal vez por eso la fantasía ucrónica, por ese rigor, ha dado menos ejemplos de lo que se podría imaginar. antes de que se volviera moneda corriente, Borges la redujo sin saberlo a su más perfecta abstracción. lo hizo en las pocas páginas de “El jardín de senderos que se bifurcan”, un cuento que transcurre en la primera Guerra Mundial, pero se publicó en 1941, a comienzos de la Segunda. casualidad o perspicacia visionaria del argentino, la Segunda Guerra Mundial es, en todo caso, el eje alrededor del que han girado las ucronías hasta ahora más relevantes, como si hubieran buscado conjurar la barbarie nazi con abordajes ficticios.
Hay dos novelas del género que ya son clásicos. la hoy algo olvidada El sueño de Hierro (1972), de norman Spinrad, imagina que adolf Hitler, después de su fracaso en la pintura y en el putsch de Munich, emigró a Estados Unidos, donde se convirtió en autor de ciencia ficción e ilustrador. Mejor, sugiere Spinrad, que las oscuras ideas míticas del nazismo quedaran reducidas a libros como Lord of the Swastika, uno de los volúmenes imaginarios que se le atribuyen al Hitler sci-fi.
El otro clásico es El hombre en el castillo (1962), de philip K. Dick. El eje ganó la guerra y el territorio de Estados Unidos –que nunca intervino en la contienda– quedó dividido entre la alemania nazi al este, Japón al oeste y unos estados tapón en el medio. Más allá de los hechos históricos alternativos, lo que importa es el aire de sospecha borgeana sobre la propia realidad. El autor de una novela de culto que cuenta cómo el eje en verdad perdió la contienda es la clave de bóveda del libro de Dick, al que una serie reciente le birló solo el título y el punto de partida.
Ya de este lado del siglo, El sindicato de policía Yiddish (2007), de Michael chabon, se inspira en el proyecto –que existió– de asentar en alaska a la población judía que escapaba de Europa. la historia policial transcurre en una ciudad de ese helado territorio americano, ya en nuestros tiempos, cuando la ley que permitió la instalación está a punto de ser revocada.
La conjura contra América (2004), de philip roth, por su parte, fabula que el aviador charles lindbergh, héroe nacional filofacista, llegó a la casa Blanca en vez de roosevelt. roth exploró con ese artilugio la incertidumbre de una familia judía suburbana en tiempos de la guerra, pero la llegada de Trump al poder (tan parecido en su demagogia al lindbergh de la novela) le puso en estos años la inesperada rúbrica de profética.
Una regla tácita de las ucronías, de su eficacia, es que haya al menos un hecho reconocible de la historia con mayúscula que se altere. por eso tal vez ni Nunca
me abandones, de Kazuo ishiguro, o 4321, de paul auster, que cuenta cuatro vidas paralelas de un mismo personaje, encajen con comodidad en la definición. Tal vez convenga incluso que el hecho sea más o menos reciente. De otra forma, la suma de variaciones amenazarían con reducir la trama a un aire de leyenda, como le ocurre al francés laurent Binet –autor de una celebrada novela sobre el nazi reinhard Heydrich y un thriller sobre la muerte de roland Barthes– en la reciente Civilizaciones.
Dividida en cuatro partes–hay una saga islandesa sobre la llegada a américa de los viking os, un cuaderno de bitácora decr is tob al colón, único sobreviviente de su expedición y, como corolario, las aventuras picarescas de un tal cervantes–, la parte más extensa del libro está dedicada a las peripecias del inca atahualpa, que, tras ser derrotado por Huáscar, su hermano, huye hacia el norte. Desde cuba, donde se entera de la existencia de otro continente allende el mar –la noticia quedó boyando ahí tras la debacle de colón–, se lanza hacia Europa. la idea no es por completo original. El conquistador, de Federico andahazi, por ejemplo, partía de un argumento parecido.
Binet adopta el estilo de las viejas crónicas de indias, un formato de época que sirve para su juego literario pero también ahoga la narración. obligada a perseverar en su estilo, la prosa sigue las muchas etapas de sibilina conquista de atahualpa (desde su desembarco en portugal en
1531, con 200 súbditos, hasta su asesinato, años después, ya emperador, en una Florencia maquiavélica) entre el ritmo incontenible y la monotonía machacona con que acopia una enorme cantidad de aventuras imaginarias. Binet maneja con destreza la cultura incaica y, claro está, la de la Europa de la época. los apariciones históricas estelares, de carlos Val u te ro y Miguel Ángel, son legión. las mujeres ocupan un lugar protagónico importante. Hay intercambios de cartas y se citan los versos de una épica: “las incadas”. por momentos, Civilizaciones parece imitar al vanguardista raymond roussel, pero más pronto que tarde recuerda que su naturaleza es la del bestseller internacional “de calidad”, previsible a pesar de todos sus aparentes sorpresas argumentales. las alteraciones dan lugar a la simple fantasía desbocada sin entregarse –su principal nota a favor– a las amplias facilidades de la corrección política. Es una paradoja: encivilizaciones hay mucho, demasiado, y las buenas ucronías también necesitan de una lógica sobria y verosímil.