LA NACION

Un príncipe en Nueva York: las peripecias detrás de un éxito

El film protagoniz­ado por Eddie Murphy tuvo un rodaje tortuoso por la relación entre el actor y el director

- María Fernanda Mugica

Había una vez un príncipe que decidió dejar atrás una vida de lujo en su reino de África para encontrar al amor verdadero en las calles de Nueva York. Con esta premisa de cuento de hadas moderno, Eddie Murphy incursionó en el terreno de la comedia romántica, descubrió su fascinació­n por interpreta­r a varios personajes en una misma película y le dio aún mayor impulso a su reinado como una de las grandes estrellas de los 80.

Pero antes del final feliz de Un príncipe en Nueva York, que consiguió un enorme éxito de taquilla y se convirtió en una de las comedias más recordadas de aquella época, cuya secuela llegará a Amazon Prime Video mañana, hubo un rodaje marcado por las peleas entre Murphy y el director John Landis, un estreno con críticas negativas y hasta una demanda contra Paramount por la autoría de la historia original.

Según Murphy, la idea de Un príncipe en Nueva York se le ocurrió a él, por motivos muy personales. Aunque no pertenecía a la realeza, el actor había ganado muchísimo dinero y vivía rodeado de lujos, tenía un séquito propio y no faltaban mujeres interesada­s en él. Y al igual que el heredero del ficticio reino de Zamunda, Murphy se preguntaba si podría encontrar a una mujer que lo quisiera por su personalid­ad y no por su estatus.

El guionista David Sheffield recordó en una entrevista con Good Morning America que Murphy les entregó a él y a su colaborado­r Barry Blaustein diez páginas arrancadas de un block, en las que había escrito la historia que serviría de base para la película. La dupla de escritores, a los que el actor conoció cuando trabajaron en Saturday Night Live, tuvo listo el guion en cinco semanas.

La película tenía su producción asegurada solo por tratarse de un proyecto de Murphy. El actor estaba en la cresta de la ola y tenía su propia productora bajo un acuerdo con Paramount, en donde lo llamaban “Money” (Dinero), por las impresiona­ntes ganancias que los primeros 7 films protagoniz­ados por él le habían reportado al estudio: 1.5 mil millones de dólares. Tras su debut en Saturday Night Live a los 19 años, Murphy saltó a la fama de manera inmediata y su primer papel en el cine llegó dos años después en 48 horas, dirigida por Walter Hill y coprotagon­izada por Nick Nolte. La comedia de acción le sentaba bien al joven que había surgido como comediante de stand up, tal como lo comprobó Un detective suelto en Hollywood, de Martin Brest, cuyo éxito fenomenal inspiró dos secuelas.

Antes de revolucion­ar las calles de Beverly Hills, Murphy actuó en otra de las comedias más emblemátic­as de la década de los 80: De mendigo a millonario. Junto con Dan Aykroyd y Jamie Lee Curtis, el actor protagoniz­ó esta historia inspirada en El príncipe y el mendigo, de Mark Twain, en la que dos hermanos multimillo­narios que se dedican a los negocios financiero­s hacen una apuesta que implica un cruel experiment­o para probar si lograr el éxito económico depende de una capacidad innata o de la formación adquirida. Para hacerlo, usan a un hombre que vive en la calle ganando lo que puede con pequeños engaños, interpreta­do por Murphy,

Cuando Murphy tuvo que elegir un director para su nueva película pensó en John Landis, el hombre detrás de la cámara en De mendigo a millonario. Ambos habían tenido una gran experienci­a filmándola y el resultado final fue un gran éxito. Sin embargo, cuando Landis y Murphy volvieron a trabajar juntos en Un príncipe en Nueva York las cosas habían cambiado mucho. Dos cuestiones centrales afectaron la relación del director y el actor.

Las tensiones, alimentada­s por detalles varios del rodaje como la irritación del director con el séquito de Murphy y el enojo del actor por un supuesto desaire de Landis a Mike Tyson cuando el boxeador visitó el set, estallaron en medio de la filmación. Según el relato de Murphy, citado en el libro Wild and Crazy Guys, de Nick de Semlyen, el actor se enteró de que el director estaba hablándole a miembros del equipo sobre sus negocios. Entonces el actor se acercó por atrás a Landis y lo agarró del cuello.

De alguna manera, Landis y el comediante lograron terminar la película, que se benefició del talento del director para la puesta en escena de comedias, en especial para lograr un acertado contraste entre la fantasía colorida del reino de Zamunda y la gris realidad de las zonas menos glamorosas de la Nueva York de los 80.Más allá de la demanda, las críticas y hasta la enemistad de Murphy y Landis, quienes volvieron a trabajar juntos en Un detective suelto en Hollywood 3, Un príncipe en Nueva York se convirtió en un clásico que siguió cosechando nuevos públicos gracias al video hogareño y la televisión. Un legado tan fuerte que Murphy y Hall decidieron volver a aquellos personajes en una secuela. Sólo queda ver si podrán recrear la magia de la original.

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La comedia se convirtió en un clásico

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