LA NACION

Del vuelo sin control que trajo el primer caso a los tests en Ezeiza

Desde Italia, el 1º de marzo de 2020 llegó un pasajero que se convertirí­a en el primer positivo en el país; en el avión no se usó barbijo y en el aeropuerto no se tomó la fiebre ni se exigió distancia

- José María Costa.

21.45 del 29 de febrero de 2020, Aeropuerto Fiumicino de Roma, Italia. El vuelo AZ 680 de Alitalia despega hacia la Argentina. Un viaje sin sobresalto­s ni ninguna particular­idad advertida por los pasajeros. Sin embargo, en ese Boeing 777-200 llegaría el primer caso de Covid-19 al país, uno de los tres primeros de la región en registrar SARS-COV-2.

El “virus chino” había comenzado a circular en algunas regiones de Europa y cada vez se acercaba más. En el arribo de aquel vuelo no hubo barbijos, ni tapabocas, ni distancia, ni toma de temperatur­a. Solo una declaració­n jurada que cada uno de los más de 180 pasajeros llenó a mano mientras desayunaba sobre el Océano Atlántico antes de llegar a la Argentina. Esos papeles fueron entregados en la manga a dos hombres vestidos como enfermeros.

El 1º de marzo, los pasajeros de 240 vuelos, entre arribos y despegues, pasaron por la terminal internacio­nal de Ezeiza como un día habitual. Pero uno de ellos se iba a convertir en noticia dos días después. Había viajado solo en el sector business del avión que aterrizó a las 7.45 provenient­e de Fiumicino, Roma.

España llevaba 32 días con el virus circulando y contaba con 165 casos confirmado­s. En Italia los infectados llegaban a 2502. El epicentro del brote dejaba de ser Wuhan, China, desde donde no había vuelos directos con la Argentina. Y la amenaza comenzaba a concentrar­se en dos países con frecuencia­s diarias. Varios aviones aterrizaba­n desde Roma (Aerolíneas Argentinas y Alitalia) y Madrid (Iberia, Level, Air Europa y también Aerolíneas Argentinas). De hecho, si bien el 3 de marzo de 2020 se declaró el primer caso, es imposible afirmar que el coronaviru­s no haya ingresado antes a través de un pasajero asintomáti­co o alguien que no dio importanci­a los síntomas. Las primeras restriccio­nes comenzaría­n dos semanas después de aquel día bisagra.

conversó con pasajeros la nacion que arribaron en el mismo vuelo que Claudio Ariel Pazzi, que advirtió las señales de la enfermedad luego de llegar a su departamen­to en Puerto Madero. Pasado el mediodía de ese 1º de marzo, el hombre de 43 años fue a una clínica de Recoleta y 48 horas después se confirmó que había contraído el virus en Barcelona o en Milán, dos de los destinos que había visitado durante su viaje por Europa.

“Había algunas personas con barbijos. Muy pocos. Nosotros teníamos puesto un [cuello] buff para taparnos la boca porque veníamos de Milán, que era el centro de los contagios en ese momento. Pero la mayoría de la gente no lo usaba”, describió un pasajero que vive en el interior del país.

Otro de ellos, que recuerda haber viajado lejos del asiento del paciente cero de la Argentina, relató: “Era todo muy nuevo. Llamaba la atención el que tenía barbijo de los profesiona­les, de los médicos. No estábamos acostumbra­dos”.

Las 13 horas y media de vuelo transcurri­eron como cualquier trayecto prepandemi­a. “La mayoría eran argentinos e italianos. No hubo turbulenci­as y casi todos durmieron. En Ezeiza nos hicieron entregar una especie de declaració­n jurada. Allí nos preguntaba­n de dónde veníamos y si teníamos algún síntoma”, detalló. Nadie les tomó temperatur­a o les sugirió alguna otra medida.

“Cuando se supo que había un caso positivo en el avión nadie nos contactó. Fui yo el que llamó a médicos de la zona donde vivo para saber qué tenía que hacer”, agregó un turista del vuelo AZ 680. Sin embargo, aquellos que se ubicaron en los asientos cercanos al de Claudio Ariel Pazzi fueron contactado­s gracias a los datos aportados por Alitalia.

“No tuvimos que hacer cuarentena cuando llegamos. Nos dijeron que si no teníamos síntomas podíamos hacer una vida normal. Cuando explotó el tema y apareciero­n más casos en Buenos Aires, decidieron que los que habían llegado de Europa y de Estados Unidos a partir de esa fecha tenían que hacer 14 días de cuarentena. A esa altura, ya había pasado una semana desde nuestra llegada. Yo ya había estado con mi familia y con amigos. Hice lo que hago normalment­e la primera semana, y en la segunda me hicieron aislar”, indicó el mismo hombre, que pidió reserva de su nombre por las situacione­s incómodas que debió vivir los días posteriore­s en la ciudad pequeña en la que reside con su familia.

Semanas después del primer caso declarado en la Argentina, ante una consulta de para una investigac­ión, la nacion fuentes oficiales no sabían exactament­e cuántas declaracio­nes juradas se habían entregado y tampoco habían logrado hacer una trazabilid­ad de los pasajeros.

El 12 de marzo, cuando en el país se habían identifica­do 31 contagios y un hombre había fallecido, el Gobierno tomó la decisión de frenar los arribos desde toda Europa, Estados Unidos, China, Japón, Corea del Sur e Irán. Formalment­e, se prohibiero­n los viajes por 30 días y se autorizó solo a Aerolíneas Argentinas a realizar los llamados “vuelos sanitarios”. Una semana después, en la víspera del inicio de la cuarentena, se prohibiero­n todos los vuelos.

Hoy, el aeropuerto internacio­nal de Ezeiza está operativo, pero la postal es muy diferente a la de hace un año. El uso de tapabocas es obligatori­o, se toma la temperatur­a al ingresar a la terminal, en el piso están marcados los lugares para respetar la distancia, se ven acrílicos protectore­s en las áreas de check-in y en las puertas de embarque. Solo pueden entrar al aeropuerto aquellas personas que viajan y no pueden salir una vez que quedan del lado de adentro.

Además, se pide a los pasajeros con destino a la ciudad de Buenos Aires que se realicen un test en la posta dispuesta en el lugar por el gobierno porteño y a los demás, un PCR negativo con 72 horas de antelación; en caso de no tenerlo, lo deben hacer antes de retirarse del aeropuerto.

El caso de Claudio Ariel Pazzi pudo contenerse. Su hermano, que había ido a buscarlo a Ezeiza, no se infectó. Tampoco los pasajeros de aquel vuelo. La circulació­n comunitari­a estaba lejos y todavía era posible identifica­r posibles cadenas de contagios para evitar que el virus se diseminara por todo el país, tal como terminó sucediendo.

En los 365 días que siguieron, los casos crecieron en forma exponencia­l y la Argentina llegó a estar entre los cinco países más afectados. Actualment­e, los infectados superan los 2.100.000 y se ubica en el lugar número 12º entre las naciones con más contagios. Otro récord lamentable se registró cuando el país ingresó entre los diez con mayor cantidad de muertes por millón de habitantes. Hoy, con más de 52.000 víctimas fatales, ocupa el puesto 13º en total de fallecidos a nivel global.

La esperanza de la Argentina y del mundo está puesta en las vacunas. Un esquema transparen­te y eficiente para llegar a la población se impone como un desafío crucial tras un año de miedo y dolor.

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Claudio Ariel Pazzi paciente cero

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