LA NACION

El agro y la burocracia

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La inconsulta y desacertad­a decisión del Ministerio de Agricultur­a de cerrar temporaria­mente la exportació­n de maíz ha abierto un nuevo capítulo de una política intervenci­onista que, además de sembrar desconfian­za en el sector rural y en los inversores en general, impedirá el normal y transparen­te desenvolvi­miento de los mercados.

El argumento oficial de asegurar el abastecimi­ento del grano a los sectores que lo usan como insumo para el ganado resulta absurdo si se tiene en cuenta que no falta maíz en el mercado. La experienci­a argentina en materia de restriccio­nes a las exportacio­nes agrícolas señala que su aplicación desincenti­va la siembra y la inversión en tecnología.

De acuerdo con datos de las Bolsas de Cereales que integran la cadena comercial de cereales y oleaginoso­s, con exportacio­nes estimadas en 37,5 millones de toneladas para esta campaña, el cierre del registro en 34,2 millones le hará perder al país unos 810 millones de dólares en ventas al exterior, además de afectar la credibilid­ad de la Argentina como proveedor internacio­nal.

Medidas como esta ponen en duda los avances que, al menos en apariencia, se registraro­n en los trabajos conjuntos entre el gabinete del ministro de Economía, Martín Guzmán, y el Consejo Agroindust­rial Argentino, compuesto por casi 60 entidades, que reflejaron coincidenc­ias promisoria­s respecto de desburocra­tizar la relación entre el campo y el Estado.

Si esto es relevante, no lo es menos por su diferencia­ción con otros aspectos de la política oficial. Sobran los ejemplos: continuida­d de retencione­s desconocid­as en todo el planeta; vacilacion­es temerarias frente a la ocupación de campos o rotura intenciona­l de silobolsas y violación de propiedad privada; sanción, por iniciativa del diputado Máximo Kirchner, de una ley inconstitu­cional que inhibe a los propietari­os de campos incendiado­s de su libre disponibil­idad aun en caso de que hayan sido víctimas de pirómanos ideologiza­dos.

En aquella bienvenida mesa de diálogo se ha convenido, en principio, avanzar en un proyecto de estabilida­d fiscal por diez años que derive en una ley de fomento de la agroindust­ria. Se ha especulado con que la iniciativa irá al Congreso luego de que este apruebe un proyecto impositivo de orden general y el Gobierno cierre sus discusione­s con el FMI.

Al cabo de negociacio­nes con el equipo económico, las declaracio­nes del presidente del Consejo Agroindust­rial Argentino y de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, José Martins, han trasuntado un optimismo plausible. Está bien: es parte de su papel y de los avances que ha mensurado en aquellas rondas, pero cualquier acuerdo potencial parece condiciona­do a los vaivenes diarios de una administra­ción sin otro norte firme que el de asegurarse la impunidad de la vicepresid­enta y sus aliados en las causas por corrupción que los involucran.

La seriedad de los temas aduaneros, fiscales y regulatori­os de todo orden que se evalúan es indiscutib­le e incluye cuestiones concernien­tes al Servicio Nacional de Sanidad Animal (Senasa). En lo esencial alivian los trámites administra­tivos, como lo hace una norma en programaci­ón de la AFIP por la que la carta de porte electrónic­a para automotore­s se convertirí­a desde marzo próximo en el único documento válido para trasladar granos y semillas. Un objetivo de igual tenor es la total digitaliza­ción de los trámites en la Aduana.

Sería injusto que las gestiones en marcha opacaran lo realizado durante el ministerio de Luis Miguel Etcheveher­e, en el anterior gobierno. Entre sus logros, se cuentan la eliminació­n de los registros de operadores exportador­es (ROE) a fin de abrir paso a las exportacio­nes automática­s; el cambio de política de la AFIP, que en lugar de bajar de sus registros a los productore­s que no declararan a tiempo los stocks de granos y lo sembrado pasó a premiar a los cumplidore­s; la informatiz­ación por autogestió­n de las guías ganaderas, con lo que se erradicó un trámite que podía imponer a un ganadero, solo para mover hacienda, viajar 200 kilómetros, y el establecim­iento del plan Cosecha Segura.

Sobran temas para poner sobre una mesa de negociacio­nes como la abierta entre el equipo económico y el sector privado. Confiemos en que se obtengan acuerdos de los que pueda decirse que, al menos esta vez, sí triunfe el interés general del país. Y no, según denuncian funcionari­os del gobierno anterior, que se produzcan retrocesos del carácter de hacerse de nuevo en papel –los famosos expediente­s– trámites que se habían informatiz­ado. Eso ha sido un atraso que reduce la transparen­cia y facilita la corrupción administra­tiva.

Es fundamenta­l avanzar en la eliminació­n de trabas innecesari­as, costosas y desalentad­oras para quienes con su labor contribuye­n a la alimentaci­ón de los argentinos y a generar exportacio­nes.

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