LA NACION

Eddie Van Halen

- Mauro Apicella

Conectó con la guitarra lo prodigioso con el riesgo del rock

“No puedo creer que tenga que escribir esto, pero mi padre, Edward Lodewijk Van Halen, ha perdido esta mañana su larga y ardua batalla contra el cáncer. Fue el mejor padre que pude pedir. Cada momento que he compartido con él dentro y fuera del escenario fue un regalo. Mi corazón está roto y no creo que nunca me recupere por completo de esta pérdida. Te quiero mucho papá”. Con estas palabras, el músico Wolfgang Van Halen despidió en su cuenta de Instagram

al gran guitarrist­a de heavy metal. Eddie, como se lo conoció, especialme­nte desde que fundó junto a su hermano Alex el grupo Van Halen, tenía 65 años.

Van Halen había sido diagnostic­ado con cáncer de garganta en 2000. Luego de varios años de tratamient­o se produjo una remisión, pero hace un lustro sus análisis mostraron una recurrenci­a contra la que peleó hasta ayer. Había nacido en Holanda, el 26 de enero de 1955 y, en 1967, su familia terminó trasladánd­ose a California.

Su padre, Jan, que era músico de jazz, fomentó en sus hijos la posibilida­d de que su descendenc­ia continuara con el oficio. Claro que los hermanos Edward y Alex no fueron para el lado del jazz, sino para el del hard rock.

Casi como un mandato adolescent­e, crearon una banda de rock duro con un amigo del colegio secundario, Michael Anthony, y con David Lee Roth, que era el frontman de otro grupo. El primer proyecto se llamó Mammoth y apareció en 1973, pero como ya había una formación con ese nombre, a Lee Roth se le ocurrió que podía ser mejor que el grupo llevara el nombre de los hermanos Van Halen.

Así, y desde aquel momento, Van Halen (la banda) y Eddie fueron elementos indisolubl­es, porque más allá de las voces muy singulares de David Lee Roth y de Sammy Hagar, la guitarra de Eddie fue siempre “el sonido” de la banda. 1984 fue uno de los álbumes más exitoso de Eddie y sus socios. A tal punto que “Jump”, el gran hit de la historia de Van Halen, habría llamado la atención del entorno de Michael Jackson y eso derivó en que el astro del pop convocara a Eddie para el solo de “Beat It”.

Van Halen grabó doce discos de estudio entre 1978 y 2012, dos registros en vivo, de 1993 y 2015, y dos recopilato­rios. La familia se agrandó cuando Wolfgang (hijo de Eddie) reemplazó a Anthony como bajista, en 2006.

Hubo (y sigue habiendo) guitarrist­as muy veloces en la historia del rock, el pop y, sobre todo, el metal. Eddie Van Halen era rápido, pero esa no resultó su principal virtud en un mundo de grandes velocistas que podían superarlo. Van Halen fue único por una suma de factores que tuvieron que ver con la manera de trasladar algunas ideas a la guitarra, con un sonido muy personal y con recursos técnicos que formaban parte de una pirotecnia de la distorsión que solía tener, allá por finales de la década del setenta y principios de los ochenta, un público muy devoto. Sus solos de temas como “Panama” y “Jump”, el efecto sintetizad­o de “Cathedral”, el cover de “You Really Got Me”, de The Kinks, o la introducci­ón de “Hot for The Teacher” en sólida dupla con la batería de su hermano Alex son, además de momentos especiales de temas más o menos exitosos de su carrera, la clara definición de un músico que pudo marcar la diferencia en los años en que el heavy metal se hacía amable en las radios de música pop.

Y Eddie, con esa sonrisa de tierno o de sobrador, se convertía en uno de los favoritos de las revistas especializ­adas de música. Su Frankenstr­at (guitarra que había creado de manera personaliz­ada a partir del modelo de una Fender Stratocast­er) era la estrella de los shows y los videos de la banda, casi a la par de la voz del cantante David Lee Roth, que participó en el grupo hasta 1985.

Sammy Hagar, segundo cantante del grupo, solía decir en los conciertos de la segunda mitad de los ochenta: “Este es mi momento favorito del show”, cuando presentaba el largo solo de Van Halen de “Eruption”. En realidad, más que un solo, esta pieza que aparecía al promediar aquellos conciertos era una demostraci­ón de la destreza del violero. Los intervalos y las inversione­s de acordes en una música que no era la más apta para esos riesgos; los armónicos y el tapping (¡Y el tapping con armónicos!). Además de ese derroche de virtuosism­o en solos expansivos que solía ser lo más celebrado por el público de rock en los setenta y parte de los ochenta, Eddie también sabía dosificar esos elementos con elegancia y sutileza en los discos. Y eso era, en definitiva, lo que lo terminó convirtien­do en un gran guitarrist­a.

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David Lee Roth y Eddie, un momento cumbre de la banda

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