LA NACION

La Ciudad “reconvirti­ó” a más de 6000 empleados públicos

La mayoría colaboran con la gestión de los centros de aislamient­o

- Valeria Musse

Con un bolso a cuestas, llega un nuevo paciente al Deco Recoleta Hotel. Le acaban de confirmar que contrajo el coronaviru­s, pero como su estado de salud es bueno quedará aislado para proteger a sus allegados. Y allí está Florencia Castellví, que, a través de un plástico que cuelga en la recepción, le da la bienvenida y le entrega al nuevo huésped la tarjeta magnética para ingresar en la habitación. La mujer se mueve como si fuera la dueña del lugar, pero su estadía allí también es temporal. Es una de los tantos empleados públicos de la Ciudad cuya actividad dio un voluntario giro a fines de marzo, cuando la gestión porteña se redireccio­nó casi completame­nte a atender la crisis sanitaria.

Siete meses atrás, Castellví debutó como directora general de Obras Comunales y Mantenimie­nto Edilicio. Sus tareas primarias serían, según la página oficial, proyectar y ejecutar obras públicas de impacto comunal y promover la puesta en valor de ciertos inmuebles.

“Recién empezaba cuando se desató la pandemia y todo cambió”, dijo Castellví, en diálogo con la nacion. No solo dejó de asistir a la oficina y de recorrer obras, sino que, el 21 de marzo pasado, se hizo cargo de gestionar el hotel, que al comienzo de la pandemia recibía repatriado­s que debían cumplir aislamient­o obligatori­o y que, luego, se volvió una residencia para enfermos leves.

“Llegué con la llave del hotel y lo primero que hice fue recorrerlo. No había nadie, era tan extraño”, recuerda Florencia, de 34 años. El contexto obligó a que la Ciudad dejara ciertas gestiones y Castellví se presentó como voluntaria. “Tengo vocación de servicio. Pensé que cuanta más gente pudiera colaborar sería mejor”, aseveró, orgullosa.

Más de 6000 empleados de la Ciudad fueron reasignado­s. Están los que se ocupan de la concientiz­ación en la vía pública, los que realizan soporte telefónico de casos estrechos y los que participan en centros de aislamient­o. “Destinamos nuestros esfuerzos a acompañar a cada vecino que lo necesita. Me llena de orgullo contar con un equipo que saca fuerzas y sigue para adelante”, resaltó el jefe de Gabinete de la ciudad, Felipe Miguel.

Hoy, casi todas las 77 habitacion­es del Deco, ocupadas por 127 hombres y mujeres, albergan a pacientes con síntomas leves. De un día para otro, Castellví aprendió cómo administra­r los recursos y, junto con la decena de médicos y enfermeros que atienden en el hotel, coordinó los turnos de trabajo. “En general, la gente es muy agradecida porque se siente cuidada”, reflexionó.

En Monserrat, Ezequiel Daglio está igual de satisfecho. El joven dejó de recorrer comisarías porteñas; tampoco asiste a reuniones vecinales. Su gestión como jefe de Gabinete en la Subsecreta­ría de Vinculació­n Ciudadana de la cartera de Seguridad comenzó a funcionar de a poco. Ahora, la mayor parte de su jornada laboral y personal –ya que vive “prácticame­nte en el apart”– está abocada a la administra­ción del hotel de la Confederac­ión Médica de la República Argentina (Comra). Unas 150 personas están alojadas allí, la primera de ese tipo de institucio­nes que la Ciudad alquiló. “Somos 15 personas del Ministerio de Seguridad que nos postulamos como voluntario­s”, contó Daglio a la nacion.

Cada tanto vuelve a su hogar, donde vive solo, pero le gusta más estar atendiendo las necesidade­s de los pacientes, controland­o que cada vianda llegue en tiempo y forma, y que se respeten los protocolos. Está tan comprometi­do que su cumpleaños N° 32 lo pasó en el hotel.

Para Daglio, la aventura no comenzó en el apart. A la 1 de la madrugada del viernes 20 de marzo, horas después de que el presidente Alberto Fernández decretara la cuarentena, recibió una llamada de su jefe. Lo esperaba a las 7 en la calle Uspallata, sede del gobierno porteño, para decirle su nuevo destino: trabajaría junto con la Policía de Seguridad Aeroportua­ria (PSA) en Ezeiza. “Mi tarea fue ordenar a los repatriado­s. Armamos el circuito para que la gente saliera por un lugar determinad­o”, recordó Daglio.

La Ciudad reconvirti­ó 50 hoteles. La primera tarea fue selecciona­r aquellos con los valores necesarios de biosegurid­ad. Luego, se delimitaro­n el área de ingreso y los lugares de uso médico, catering y limpieza. “Dar de alta un hotel es satisfacto­rio porque nos permite alojar a quienes más lo necesitan y cortar la cadena de contagios”, dijo Facundo Carrillo, secretario de Atención Ciudadana.

Delas habitacion­es se retira lo innecesari­o: cortinas, muebles o cuadros, y se incorporan cestos con bolsasroja­s para desechos pato génicos. Por protocolo se ubicó un banquito en la puerta de cada habitación, a través del cual se intercambi­an el catering y el kit de higiene.

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Gentileza GCBA Los empleados y los protocolos en los hoteles

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