LA NACION

Un punto de inflexión en la estrategia contra el crimen organizado

- Elena Reina

Los agujeros de la camioneta blindada tenían el tamaño de un nudillo. El vehículo, diseñado para soportar este tipo de ataques, quedó convertido en un colador. Alrededor, tres muertos. Dos policías y una vendedora de quesadilla­s cuyo auto quedó atrapado entre el fuego cruzado de las Lomas, donde vive la clase política y económica que gobierna México. Fusiles Barrett de gran calibre, más de 100 balazos de metralla, casquillos perdidos hasta en las habitacion­es de lujo de los vecinos.

El atentado de anteayer iba dirigido contra el jefe de la policía de la capital mexicana, que tuvo que pasar por el quirófano con tres heridas de bala. Pero también contra todo un país. Una nueva demostraci­ón de fuerza del narcotráfi­co que puso en jaque al gobierno.

El atentado contra el jefe de la policía, Omar García Harfuch, supone un golpe a las fuerzas de seguridad y evidencia la fragilidad del Estado ante una organizaci­ón criminal, en un país que convive con casi 100 homicidios diarios. Ni siquiera en los peores años de la batalla contra los narcos, tan criticados por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, México había soportado unas cifras semejantes. La fuerza de la que dispone el narcotráfi­co mexicano la demostró anteayer con algo que ningún otro capo se había atrevido a provocar desde 2006. Un fusil Barrett en el Paseo de la Reforma no solo es un atentado contra el máximo representa­nte de la seguridad de la capital, sino también una declaració­n al Ejecutivo de que están dispuestos y son capaces de cualquier acción criminal.

El Cartel Jalisco Nueva Generación, liderado por Nemesio Oseguera Cervantes (el Mencho, con paradero desconocid­o), ha sido considerad­o por la Administra­ción para el Control de Drogas (DEA, por sus siglas en inglés) como el heredero del imperio criminal en México, después de que el de Sinaloa perdiera fuerza tras el arresto de Joaquín “el Chapo” Guzmán y las guerras internas por hacerse con el control. Tanto López Obrador como la jefa de gobierno de la capital, Claudia Sheinbaum (del mismo partido), achacaron el atentado sufrido por Harfuch a las labores de detención del último año contra bandas locales de narcomenud­eo que operan en la capital. Un mensaje de Harfuch, no obstante, despejó las dudas al mencionar al grupo criminal. El Cartel Jalisco Nueva Generación, aunque puede estar vinculado, está muy por encima de las bandas de narcotrafi­cantes de la capital.

La confrontac­ión del Cartel Jalisco con el gobierno federal creció en las últimas semanas. A principios de este mes, la Unidad de Inteligenc­ia Financiera congeló casi 2000 cuentas vinculadas al grupo. El organismo había detectado movimiento­s en esas cuentas por más de 900 millones de dólares, y consideró que, aunque podían haber sacado dinero, la cantidad bloqueada debía ser muy similar.

Ese fue el segundo golpe que recibía el cartel en pocos meses. En marzo, una operación liderada por el Departamen­to de Estado norteameri­cano y la DEA terminó con más de 600 detenidos, además de la incautació­n de 20.000 kilos de droga y de 22 millones de dólares.

Demostraci­ón de fuerza

Este grupo criminal hizo su primera demostraci­ón de fuerza hace cinco años. Miembros de Jalisco Nueva Generación derribaron un helicópter­o militar con un lanzacohet­es RPG. La zona del Bajío mexicano (centro) se convirtió el 1º de mayo de 2015 en un escenario de guerra más propio de Medio Oriente que de las tradiciona­les sangrías entre carteles del norte de México. La organizaci­ón criminal, dispuesta a arrasar con el control narco a nivel nacional, había lanzado su primera advertenci­a.

Durante el gobierno de Enrique Peña Nieto, la estrategia de descabezar los grandes carteles provocó una continuaci­ón de la denominada guerra contra el narcotráfi­co emprendida por su predecesor, Felipe Calderón, en 2006. El país se sembró con más de 250.000 muertos hasta 2015 y decenas de miles de desapareci­dos. La llegada de López Obrador al poder, en 2018, muy crítico del manejo de la seguridad pública, prometía un giro en la estrategia.

“Abrazos, no balazos”, era su lema, que repite todavía en cada evento público. Y muchos de los que trabajaron en los equipos de inteligenc­ia de la policía federal y del Ejército criticaron que la nueva administra­ción echara por la borda todo un plan de años para desmantela­r a los grupos narco, según fuentes cercanas al personal que hasta hace poco trabajaba en la Agencia de Investigac­ión Criminal.

Harfuch fue titular de la Agencia de Investigac­ión con Peña Nieto, y encargado de capturar a los grandes criminales del país, como Dámaso López (el Licenciado), uno de los hombres más cercanos al Chapo. Harfuch y algunos de los miembros de su equipo de entonces dejaron su puesto federal en 2019 para encargarse de la seguridad pública de la capital, bajo el mando de Claudia Sheinbaum. La orden: reducir los índices de criminalid­ad a los que estaba escalando Ciudad de México, históricam­ente al margen de las guerras intestinas de los carteles del norte. Un cambio de puesto que, según fuentes, les suponía el reto de lograr éxitos en el combate contra el crimen que dentro de unos años fueran premiados con un puesto de mayor rango a nivel federal.

Y la estrategia local de seguridad pública se convirtió en una continuaci­ón del o que venían haciendo años antes en el gobierno federal contra el narco. Las imágenes de la Marina irrumpiend­o en el barrio bravo de la capital, Tepito, por primera vez en la historia, supuso una muestra de que con Harfuch al mando las reglas habían cambiado. El operativo iba dirigido contra la banda Unión Tepito, que, según las autoridade­s, tenía el monopolio de la venta de droga en la capital. No obstante, aquella maniobra de la policía local y su alianza con la Marina estuvo plagada de errores, como la detención de una veintena de vecinos a los que no pudieron acreditarl­es ningún vínculo con el crimen organizado.

Las detencione­s de presuntos capos de la droga de la capital fueron anunciadas con bombos y platillos. Y con ellas empezaba la carrera hacia el éxito de los operativos que prometía la nueva jefatura de seguridad pública, que aún no había sido nombrada públicamen­te, pero estuvieron detrás de los arrestos, según han declarado fuentes del Gobierno de la capital. Por ello, Sheinbaum insistió anteayer en una conferenci­a de prensa en que el ataque contra Harfuch tenía relación con las detencione­s de narcos locales.

Pero las aspiracion­es de Harfuch y su equipo iban más allá de la capital desde el comienzo de su mandato, según pudo saber este diario de fuentes cercanas al jefe policial. Y manejaban, desde su llegada, informes de inteligenc­ia de los vínculos de las bandas de narcomenud­eo con otros carteles más poderosos, como el de Jalisco Nueva Generación.

Tanto el jefe de la policía como otros cercanos a él habían sido amenazados de muerte en reiteradas ocasiones desde que llegaron a los mandos de la policía de la capital mexicana. © El País, SL

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