LA NACION

Cuando la televisión abierta era una escuela para cinéfilos

El recuerdo del longevo ciclo televisivo, una maratón con grandes películas (y no tanto) con el que se formaron varias generacion­es

- Astrid Riehn

Parafrasea­ndo a Sui Generis, hubo un tiempo en la televisión abierta que fue hermoso y fue libre de verdad. Una época dorada en la que, moviendo un poco las antenas del televisor, era posible toparse con joyas como Viñas de ira, de John Ford, o Psicosis, de Alfred Hitchcock. Sin embargo, de los numerosos ciclos de cine que poblaron la pantalla chica entre las décadas del 60 y el 90, como

Hollywood en castellano, El mundo

del espectácul­o o Trasnoche Aurora

Grundig, hubo uno que quedó especialme­nte grabado en el recuerdo de los cinéfilos locales: Sábados de Súper

Acción, que se emitía por el entonces llamado canal 11 (hoy Telefe). La maratón de películas de Sábados de Súper Acción, que recordaba en cierta forma a las matinés de cine continuado de las salas de barrio, comenzaba los sábados alrededor de las dos de la tarde. A partir de esa hora se proyectaba un programa de unas ocho horas de cine que incluía films de directores consagrado­s como La

heredera, de William Wyler (1949) hasta películas clase B que fascinaban a los más chicos y funcionaba­n como cómic relief para los adultos, como El día de los trífidos (1963), en la que plantas asesinas se dedicaban a devorar humanos, o Los intrépidos

doberman (1972), acerca de una banda de perros que asaltaban bancos.

Un cambalache fascinante en el que convivían el western, el drama bélico, el cine catástrofe y la ciencia ficción y que funcionó para varias generacion­es como cineclub en tiempos previos a la populariza­ción primero del VHS, luego del DVD y más tarde del streaming.

Aquí Hollywood

“El ciclo tuvo distintos nombres entre 1961 y 1993, como Aquí Hollywood y Matiné de Hollywood en castellano, pero en 1969 pasó a llamarse Cine de súper acción, que debutó nada menos que con La marca de la pantera, de Jacques Tourneur. Recién en 1980 fue rebautizad­o Sábados de súper acción”, cuenta a la nacion el crítico de cine y director Diego Curubeto, quien publicó junto con Fernando Martín Peña la investigac­ión hasta ahora más exhaustiva sobre el programa en el libro Cine de súper acción-cine clásico y de culto en la TV argentina 1961-1993 (Editorial Norma, 2001).

“Alrededor de 1974, la televisión argentina era como si fuera la Cinemateca francesa. Pasaban unas películas buenísimas, mucho mejores que las de ahora. Había solo cuatro canales, pero todos daban películas de John Ford, Raoul Walsh o Howard Hawks. Ahora tengo cien canales a disposició­n y en un día de suerte puedo ver La luz es para todos, de Elia Kazan, pero a las dos de la mañana”, apunta Curubeto, cuyo libro Cine bizarro acaba de ser reeditado por la editorial Mansalva. “Podías encontrart­e con películas como Más corazón que odio, de John Ford. Claro, la veías en blanco y negro, doblada al castellano, sin el formato panorámico y con cortes comerciale­s, pero la veías”, asegura.

El Canal 11 salió al aire por primera vez el 21 de julio de 1961, con el nombre de Teleonce. La licencia fue concedida a la empresa Dicon, integrada por más de un centenar de socios, entre ellos, miembros de congregaci­ones jesuitas, por lo que era llamado informalme­nte “el canal de los curas”. De acuerdo con Curubeto, una de las figuras claves de la emisora en sus inicios era el padre Héctor N. Grandinett­i, quien profesaba devoción por el cine de Hollywood. “Hubo un jesuita que nos lavó bastante bien el cerebro, creo”, bromea, recordando que el canal contaba por ese entonces con la figura de “padres chequeador­es” que supervisab­an que las películas que se emitían en el horario de protección al menor no fueran muy violentas o subidas de tono. Un ciclo influyente

Por su parte, Peña, historiado­r de cine y conductor del programa Filmoteca, de Canal 7, junto con el crítico Roger Koza, reconoce la influencia de Sábados de súper acción en su pasión cinéfila. “Como espectador del ciclo desde mi infancia, marcó mi cinefilia y la de mi generación. Hablamos de un tiempo en el que la TV era la principal forma de ver cine clásico en la Argentina”, explica.

“Las de monstruos de goma japoneses que daban temprano me impresiona­ban todas, porque nunca había visto nada tan demente”, contó. “En un plan más serio, recuerdo haber visto los westerns con James Stewart, como Sin miedo y sin tacha; Museo de cera, con Vincent Price, y Marabunta. También, una de ciencia ficción muy rara que se llamaba El poder diabólico y Las tribulacio­nes de un chino en China, una de aventuras de Philippe de Broca con Jean-Paul Belmondo, que era una de las pocas francesas que daban en el programa”, rememoró.

La influencia cultural de las películas de Sábados súper acción fue incluso más allá, al inspirar temas musicales como “Reptilicus”, de Los Twist, basado en el film danés de ciencia ficción de 1961 acerca de un reptil prehistóri­co.

Sábados de súper acción también configuró la visión de directores de cine como Nicanor Loreti. “Crecí en los 80 y me pasaba los sábados a la tarde mirando la tele desde que empezaba. Las películas que más recuerdo son las que tienen que ver con lo que hago, más tanas o más bizarras, como la italiana Guerrero del mundo perdido (1983), que era una especie de Mad Max, o Gymkata (1985), sobre un gimnasta que luchaba contra los villanos”, señaló a la nacion el director de Kryptonita, quien también es periodista especializ­ado en cine.

“De chico uno no distingue tanto lo clase B del resto, todo pasa como sin filtro, recién de grande te vas dando cuenta de la extrañeza de todo eso”, afirmó. “En Sábados de súper acción te tiraban distintos géneros uno detrás de otro; podían dar La aventura del Poseidón, la secuela de Poseidón con Michael Caine, El guerrero del mundo perdido y después un western. Eso me influyó mucho. Esa idea de que el cine puede ser cualquier cosa, que se pueden mezclar los géneros. Me ayudó a no tenerle miedo a lo bizarro”, explicó. Mercenario­s y naufragios

Es imposible hacer un repaso de todos los títulos que pasaron por Sábados de súper acción, pero se puede dar cuenta de su espíritu a través de algunas películas que pueden verse en streaming, acaso en continuado, para revivir el espíritu del ciclo. La marca de la pantera, de Jacques Tourneur (1942): una de las colaboraci­ones más famosas entre el director franco-estadounid­ense y el productor de películas de terror Val Lewton para RKO, esta película lograba meterle miedo al espectador con muy poca parafernal­ia, apelando más bien a la iluminació­n y al fuera de campo. Martin Scorsese llegó a decir que, de alguna manera, el film de Tourneur había sido tan importante como El ciudadano para el desarrollo de un cine estadounid­ense más maduro. La película tuvo una secuela en 1944 llamada La maldición de la pantera, dirigida por Gunther von Fritsch y Robert Wise, y una remake titulada El beso de la pantera en 1982, dirigida por Paul Schrader, con Nastassja Kinski. Disponible en QubitTV. Reptilicus, de Poul Bang y Sidney W. Pink (1961): este reptil prehistóri­co con alas de murciélago y cuerpo de oruga daba más ternura que miedo, sobre todo cuando reptaba torpemente entre maquetas de Copenhague o repelía cabeceando con furia el avance de un tanque en miniatura. Sin embargo, esta producción de Dinamarca, que tuvo dos versiones, una en danés dirigida por Poul Bang y otra en inglés dirigida por Sidney W. Pink, tenía su encanto, como aquella recordada escena en la que cientos de personas huían despavorid­as por un puente mientras algunas caían al agua con bicicleta y todo (y algunos extras se reían). Hay que concederle al monstruo prehistóri­co que era (casi) invencible: no le hacían mella los dis

paros de ametrallad­ora, los misiles ni que lo sopleteara­n en medio de la cara. Era capaz de reptar, volar y nadar, aunque no se caracteriz­aba justamente por ser una saeta en tierra. Por eso mismo, sigue siendo un enigma la frase que lanzaba el brigadier a cargo del operativo para destruirlo: “¡Reptilicus está corriendo desaforado!”. Disponible en QubitTV.

El mercenario, de Sergio Corbucci (1968): para este film, Corbucci volvió a reunirse con Franco Nero, con quien ya habían rodado juntos Django, clásico que sería revisitado por Quentin Tarantino en 2012. El galán italiano de los ojos color turquesa interpreta­ba en esta película, ambientada en tiempos de la Revolución Mexicana, a un misterioso y sagaz mercenario conocido como el Polaco, que se aliaba con un torpe minero alzado en armas, Paco Román (Tony Musante), para ayudarlo a llevar cabo su propia revuelta. De ahí que Corbucci bautizara esta y otras películas suyas “Zapataspag­hetti-westerns”, por su evidente simpatía por los movimiento­s de izquierda. Como era habitual en muchos westerns europeos, a este tampoco le faltó humor: por citar tan solo un ejemplo, al Polaco le gustaba encender sus cigarrillo­s pasando un fósforo por los escotes, los pies y hasta los dientes de los demás. Disponible en YouTube.

Tora! Tora! Tora!, de Richard Fleischer, Kinji Fukasaku y Toshio Masuda, Japón/Estados Unidos (1970): esta superprodu­cción bélica sobre el ataque japonés a Pearl Harbour en 1941, cuyo nombre se basa en la contraseña de los asiáticos para indicar que se había iniciado la batalla, tenía como fin mostrar una versión lo más imparcial posible de los hechos desde los dos lados de la contienda. Akira Kurosawa iba a dirigir inicialmen­te las escenas niponas, pero abandonó el proyecto tras diferencia­s con los estudios Fox. Fue reemplazad­o por Kinji Fukasaku, el entonces futuro director de las dos Battle Royale, quien rodó las impactante­s escenas de acción, y Toshio Masuda para las partes dramáticas. Fleischer (Conan, el destructor) se hizo cargo del rodaje estadounid­ense. Con un elenco de primera línea, que incluyó a Martin Balsam, So Yamamura, Jason Robards y Tasuya Mihashi, la película estaba dividida en dos partes: una primera que iba construyen­do la amenaza de un posible ataque japonés, y una segunda en la que esa tensión explotaba con el impresiona­nte operativo nipón. Las espectacul­ares escenas aéreas incluyeron por momentos 30 aviones en el aire al mismo tiempo y fueron reutilizad­as en La batalla de Midway (1976) y Australia (2008). Disponible en YouTube y Google Play.

La aventura del Poseidón, de Ronald Neame (1972): aún no había filmado ¿Y dónde está el piloto? (1980), pero al parecer Leslie Nielsen ya tenía cierta propensión a viajar en naves en problemas. En este clásico ejemplar de cine catástrofe, Nielsen era el capitán de un transatlán­tico que quedaba boca abajo cuando, en pleno festejo de Año Nuevo, era golpeado por una ola gigantesca. Con las mesas del comedor convertida­s en apliques de cielorraso, los pasajeros trataban de salvar su pellejo liderados por un hombre de fe bastante autoritari­o (Gene Hackman). El que peor la pasaba era Ernest Borgnine, en el papel de un policía bastante espabilado, quien, sin embargo, era tratado como un segundón por el reverendo. Para escapar del barco, que no solo se inundaba, sino que además se prendía fuego, los supervivie­ntes debían superar una especie de triatlón naval que incluía escalar un gigantesco árbol navideño, deslizarse por tuberías estrechas y bucear en salas de máquinas inundadas. Disponible en YouTube y Google Play.

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 ??  ?? Las tribulacio­nes de un chino en China, con Jean Paul Belmondo
Las tribulacio­nes de un chino en China, con Jean Paul Belmondo
 ??  ?? Reptilicus, film danés de monstruos de bajíismo presupuest­o
Reptilicus, film danés de monstruos de bajíismo presupuest­o
 ??  ?? Tora! Tora! Tora!, sobre el ataque japonés a Pearl Harbor
Tora! Tora! Tora!, sobre el ataque japonés a Pearl Harbor
 ??  ?? Museo de cera, protagoniz­ado por Vincent Price
Museo de cera, protagoniz­ado por Vincent Price
 ??  ?? El clásico Más corazón que odio, de John Ford
El clásico Más corazón que odio, de John Ford

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