Advierten que la sociedad podría no acatar una cuarentena más estricta
Según expertos, influyen el desgaste emocional y la preocupación económica tras 95 días de encierro
Aunque una marcha atrás en la flexibilización del aislamiento parece indispensable para controlar la propagación del coronavirus, no será algo fácil de llevar a la práctica. La angustia vinculada a las dificultades económicas y el desgaste emocional después de casi 100 días de encierro, advierten los especialistas, son los principales escollos para lograr que la sociedad cumpla con el endurecimiento de la cuarentena y acate las medidas que establecerá el Gobierno.
“Va a ser difícil que la gente cumpla. Una vuelta atrás va a tener un costo emocional y económico enorme. El estado de la salud mental de la población es pésimo. Y psicológicamente el impacto negativo va a ser enorme”, explicó Claudia Borensztejn, presidenta de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA).
Después de tres meses y aún sin una fecha clara de finalización del aislamiento, la incertidumbre genera un desgaste emocional que puede profundizarse aún más con el endurecimiento. Ese desgaste se manifiesta en forma de depresión, angustia y ansiedad. En la línea gratuita que lanzó APA a raíz de la pandemia, crecieron las consultas por estos temas, incluso entre personas que nunca antes habían recibido asistencia psicológica, indicó Borensztejn.
“La incertidumbre hace que la gente no imagine un futuro feliz. Estamos viviendo un trauma acumulativo, que se prolonga en el tiempo y con cada postergación de la cuarentena. Y eso produce más daños en la mente y en el cuerpo”, agregó.
Las dificultades económicas son un motivo central de preocupación y angustia, que agregan una capa de descontento al malestar emocional que causa el encierro. “Es indisociable lo emocional de lo económico. Muchas personas se van a deprimir y llenar de ansiedad porque el país se viene a pique, por la ruina económica y el cierre de las fuentes de trabajo. La población está disminuida en sus potenciales de vida, que se manifiestan en trabajar, afrontar obstáculos, resolver problemas. La gente necesita trabajar. Y el retroceso a una fase previa de la cuarentena agrava aún más esa situación, porque oblitera la expectativa de que esto pueda ir mejorando”, explicó Elsa Wolfberg, médica psiquiatra y psicoanalista de la APA .
“La angustia infectológica potencia la angustia económica. Para quienes dependen de un sustento día a día, hay una puja entre el temor al virus y el temor al hambre. Si bien la angustia económica ya existe desde hace décadas, la pandemia la puso de relieve”, agregó Juan Eduardo Tesone, médico psiquiatra y miembro de la APA.
Sin miedo al virus
Además del hartazgo emocional y de las dificultades económicas, los especialistas señalan que se perdieron dos factores importantes respecto del inicio de la cuarentena: el miedo al virus, aplacado por las medidas de higiene y prevención que muchos ya incorporaron a su vida cotidiana, y cierto sentido de la responsabilidad cívica. Esto también puede dificultar el cumplimiento de las nuevas medidas.
“Al inicio de la cuarentena el acatamiento al mensaje fue bastante alto. La gente tenía una conciencia cívica muy grande, y fue muy respetado. Cuanto más transcurre el tiempo, esta conciencia cívica naturalmente va aflojando”, explicó Tesone.
“Cuando empezó la cuarentena estábamos frente a una situación novedosa. Nos estábamos poniendo a resguardo frente a un enemigo muy mortífero, que generaba mucho temor. Hoy ese temor disminuyó, porque esa ansiedad se resolvió en las medidas de prevención, en la responsabilidad personal y el cuidado hacia el otro”, apuntó Solange Rodríguez Espínola, psicóloga social del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA).
Y agregó: “La cuarentena es una instancia que primero se acató por temor y por necesidad. Se sostuvo a largo plazo, y hoy la necesidad pasa por otro lado: por la necesidad económica y de contacto con el otro”.