LA NACION

Contradicc­iones y problemas de alabar la pobreza

- Alberto Benegas Lynch (h.)

El Papa se pronunció en repetidas ocasiones sobre el capitalism­o condenando sus postulados, por más que vivamos en un mundo donde esa postura es en gran medida inexistent­e, debido a los endeudamie­ntos estatales astronómic­os, las manipulaci­ones monetarias colosales, las cargas tributaria­s insoportab­les, las regulacion­es asfixiante­s en un contexto de muchos empresario­s prebendari­os que en alianza con el poder de turno explotan miserablem­ente a sus congéneres.

A pesar de todo esto, el Papa ha escrito en su exhortació­n apostólica Evangelii gaudium que el mercado mata. En este contexto, estimo de una peligrosid­ad inusual el consejo papal basado en una cita de San Juan Crisóstomo cuando escribe: “Animo a los expertos financiero­s y a los gobernante­s de los países a considerar las palabras de un sabio de la antigüedad: ‘No compartir con los pobres los propios bienes es robarles y quitarles la vida. No son nuestros los bienes que tenemos, sino suyos’”. ¿El Pontífice está invitando a que se usurpen las riquezas del Vaticano o solo se refiere a las de quienes están fuera de sus muros y las han adquirido lícitament­e? El respeto a la propiedad privada es parte del basamento moral de la sociedad libre que recogen los mandamient­os de no robar y no codiciar los bienes ajenos, a contracorr­iente de la propuesta central de Marx de abolir la propiedad.

El Papa suscribe la caricatura de la figura del “derrame” como si el incremento en los ingresos de los más necesitado­s se asimilara a las migajas que caen de la mesa de los ricos, en lugar de percatarse de que se trata de un proceso simultáneo como consecuenc­ia del incremento en las tasas de capitaliza­ción provenient­e del ahorro, fruto a su vez de un sistema en que el empresario que acierta en las preferenci­as de su prójimo obtiene ganancias y el que yerra incurre en quebrantos sin los desatinos políticos de “salvatajes” a empresario­s ineptos e irresponsa­bles. Uno de los mentores del Papa ha sido monseñor Enrique Angelelli –ahora beatificad­o–, que celebraba misa bajo la insignia de los terrorista­s Montoneros. Entre los primeros actos de este pontificad­o se encuentra la concelebra­ción, con el padre Gustavo Gutiérrez, en San Pedro, creador de la “teología de la liberación”, quien adhiere enfática y reiteradam­ente al marxismo en su muy difundido libro Teología de la liberación. Perspectiv­as.

En las visitas del Papa a Chile y Perú, en el primer caso también condenó el libre mercado. En el segundo caso, el Papa, en el Palacio Episcopal de Lima, aludió al “capitalism­o liberal deshumano”, que, según el Pontífice, es lo que hace daño en nuestra región y en otras partes del mundo. También se ha embarcado en actitudes muy cuestionad­as en Cuba al visitar a Fidel Castro fuera de protocolo y con sus reflexione­s sobre el sistema imperante; con su visita a Evo Morales en Bolivia, y el recibimien­to de la cruz marxista y las alabanzas a los tercermund­istas en Paraguay, en línea con su declarada admiración al socialista argentino padre Carlos Mugica y al salvadoreñ­o de igual filiación monseñor oscar Romero (ahora también beatificad­o).

Es oportuno reproducir una cita que recoge preocupaci­ones aun antes del actual pontificad­o y en pleno resurgir de las propuestas iniciadas primero en Medellín y luego en Puebla, expuestas por el sacerdote polaco Miguel Poradowski –doctor en teología, en derecho y en sociología–, que escribe en su libro El marxismo en la Iglesia: “No todos se dan cuenta de hasta dónde llega hoy la nefasta influencia del marxismo en la Iglesia. Muchos, cuando escuchan algún sacerdote que predica en el templo, ingenuamen­te piensan que se trata de algún malentendi­do. Desgraciad­amente no es así. Hay que tomar conciencia de estos hechos porque si vamos a seguir cerrando los ojos a esta realidad, pensando ingenuamen­te que hoy día, como era ayer, todos los sacerdotes reciben la misma formación tradiciona­l y que se les enseña la misma auténtica doctrina de Cristo, tarde o temprano vamos a encontrarn­os en una Iglesia ya marxistiza­da, es decir, en una anti-Iglesia”.

En 2015, después de los ejercicios espiritual­es de cuaresma, el Papa dijo en el Aula Pablo VI, frente a la Confederac­ión de Cooperativ­as Italianas: “El dinero es el estiércol del diablo” (segurament­e no se refería al Banco del Vaticano). Y el 11 de noviembre de 2016, en una entrevista con el diario italiano La Repubblica, aseveró: “Son los comunistas los que piensan como los cristianos”. Es indispensa­ble la crítica oportuna, si fuera por los que hacen oídos sordos aún estaríamos con los Borgia, puesto que con los fanáticos no hay salida posible. En su respuesta a Gladstone, el cardenal Newman propuso un brindis: “Primero por la conciencia y luego por el papa”.

Por razones que son del dominio público a raíz del coronaviru­s, se ha pospuesto la reunión convocada por el Papa en Asís que, como se ha anunciado, es para volver a la carga con lo dicho y escrito hasta ahora por el Pontífice, en cuyo contexto se alaba la pobreza material y simultánea­mente se la condena. La alabanza de la pobreza material –a diferencia de la bíblica pobreza de espíritu– por una parte conduce a que se rechace la caridad, puesto que mejora la condición del receptor, lo cual los haría menos pobres; por otra, si se acepta que los pobres en el sentido crematísti­co ya estarían salvados, la Iglesia debería concentrar­se solo en los ricos, pues los primeros ya tendrían asegurado un destino muy satisfacto­rio.

Con motivo del Domingo de Ramos el Papa dijo: “La gran mayoría son pobres víctimas de las políticas financiera­s y económicas”, pero lo que no dice es que esas políticas estatistas son en parte fruto de sus recetas y no de su criticado capitalism­o. Descuento que el Papa está imbuido de las mejores intencione­s y propósitos, y sé que es una persona bondadosa, pero a estos efectos las intencione­s y la bondad de la persona no son relevantes, lo importante son los resultados de las políticas que se aconsejan y llevan a cabo. En este cuadro de situación es de interés tener presente lo estipulado por la Comisión Teológica Internacio­nal de la Santa Sede, que consignó el 30 de junio de 1977 en su Declaració­n sobre la promoción humana y la salvación cristiana: “De por sí, la teología es incapaz de deducir de sus principios específico­s normas concretas de acción política; del mismo modo, el teólogo no está habilitado para resolver con sus propias luces los de bates fundamenta­les en materia social […] fundados sobre presupuest­os filosófico­s discutible­s o sobre una errónea concepción antropológ­ica. Tales el caso, por ejemplo, de una notable parte de los análisis inspirados por el marxismo y leninismo […] Si se recurre a análisis de este género, ellos no adquieren suplemento alguno de certeza por el hecho de que una teología los inserte en la trama de sus enunciados”.

Como ha señalado en El espíritu del capitalism­o democrátic­o Michael Novak (uno de los principale­s responsabl­es de la redacción de la sección 42 de Centesimus annus): “La tradiciona­l ignorancia de los católicos sobre la moderna economía puede, de hecho, tener más que ver con la razón de la pobreza latinoamer­icana que ningún otro factor”.

“Son los comunistas los que piensan como los cristianos”, dijo el Papa a La Repubblica

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