LA NACION

el brillo de Borré, al frente de una función cortita y letal

- Andrés Eliceche

Una cadena de pases ininterrum­pidos por toda la cancha en la que solo no intervino Armani y duró un minuto y medio fue el instante del clímax: la gente –que a esa altura, 25 minutos del segundo tiempo, disfrutaba la ventaja– se puso de pie para aplaudir al mentor de esta época, una que River celebra y extiende. El “¡Muñeco, Muñeco!” pareció bajarle el telón a una función cortita y letal, la que decidió el 2-0 sobre Patronato en el Monumental, vital para prenderse arriba en la tabla del campeonato. Faltaban 20 minutos de partido, pero ya era lo de menos. Apenas quedaba lugar, en todo caso, al salto en el calendario que el público hizo al final, remitiendo a la vuelta contra Boca en la Bombonera, el tema que lo desvela.

Después de una etapa inicial sin tensión, River necesitaba un revulsivo, estaba visto. Al entretiemp­o llegaron envueltos en una paridad llamativa. Pero el comienzo de la segunda parte entregó señales de lo que vendría, con el equipo local más enchufado, como si algo en el vestuario los hubiera activado. Vino lo mejor, lo más atractivo a la vista, con combinacio­nes en velocidad que ya Patronato no pudo defender. La ráfaga de los dos goles de Borré en dos minutos le dio brillo a ese pasaje eléctrico. En las dos jugadas resultó decisiva la implicació­n de Matías Suárez: en la primera al tirar ese centro atrás que tan bien ejecuta y en la segunda al devolver de espalda y a un toque la pelota para que luego De la Cruz habilitara al colombiano. Detalles, al cabo, que exudan la jerarquía y crean la diferencia. Una que River exhibió cuando realmente se lo propuso.

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