LA NACION

La Argentina, un eterno deudor al que le cuesta cobrar lo que le deben

El país tiene acreencias con Cuba, Guyana y la República Centroafri­cana que datan de décadas atrás; gobiernos de distintos signos intentaron cobrarlas sin éxito

- Pablo Fernández Blanco

Los Bielsa vienen de familia erudita. Un poco por eso y otro tanto por su amor a Roma, Rafael, el excancille­r, describe una faceta de Néstor Kirchner con sofisticac­ión y en italiano: con las cuentas era un accanito, lo recuerda. En rioplatens­e, quiere decir que se trataba de un cobrador emperrado. Con ese espíritu, el expresiden­te le ordenó a su ministro viajar a Cuba en octubre de 2003. Kirchner quería descongela­r las relaciones con Fidel Castro, puestas en el freezer tras llamar “lamebotas” a Fernando de La Rúa, pero también cobrar una olvidada deuda millonaria de ese país con la Argentina.

Se sabe, Kirchner no disociaba la política de las finanzas. Rafael Bielsa intentó cumplir la orden de Kirchner durante el tiempo que estuvo en el gabinete, pero no pudo. Su nombre forma parte de una lista de frustracio­nes en la que también están funcionari­os de Carlos Menem y de Raúl Alfonsín. El último en tropezar fue, el año pasado, Marcos Peña.

La historia del crédito a Cuba es la más onerosa de un conjunto desconocid­o de saldos a favor que están perdidos en algún lugar de las cuentas argentinas y sobre los cuales casi no se habla desde principios de los 80. A las acreencias en el Caribe se les suman una deuda de Guyana por más de US$15 millones y otra de República Centroafri­cana. Así surge de una investigac­ión que hizo la nacion a partir de documentos oficiales, consultas a exfunciona­rios, a fuentes del Gobierno y a un miembro de uno de los últimos equipos económicos de Héctor J. Cámpora, cuando con la venia de Perón se originó la mayor parte de esos pasivos.

Los saldos incobrable­s de la Argentina confluyen en una ironía financiera. El país, que dejó de pagar su deuda en 2001 y vuelve a tener dificultad­es hoy para cumplir con sus compromiso­s, también sufrió los problemas de prestarles dinero a malos pagadores. Los registros indican que, al 30 de septiembre de este año, Cuba le debía al país US$2658 millones. Es lo que se necesita para comprar el 74% de YPF, según su valor de mercado en la mañana del 25 de septiembre, o pagarles a 43 millones de beneficiar­ios de la Asignación Universal por Hijo (AUH), incluido el último plus y con un dólar a $59,33.

Una comitiva liderada por Bielsa viajó a la isla el 11 de octubre de 2003 para traer el dinero. Discutió el tema cara a cara con Castro. “Tú tienes que hablar con la gente que se ocupa de eso”, se desligó el líder cubano ante la consulta del enviado. Dos días después, estaban negociando con el presidente del Banco Central Cubano, Francisco Soberbón.

La Argentina llevó una propuesta acordada antes con el ministro de Economía, Roberto Lavagna. Su contenido merodeaba una serie de ideas como parte de pago: aceptar tecnología para medicament­os y tratamient­o de discapacid­ades, y licitar en el mercado argentino bonos de deuda cubana que les permitiera­n a sus tenedores participar del turismo en el Caribe, una idea del subsecreta­rio de Asuntos Latinoamer­icanos, Eduardo Sguiglia. soberbón, en cambio, contraofer­tó con una alternativ­a de inspiració­n kirchneris­ta. “Queremos pagar en la medida de nuestras posibilida­des”, los sorprendió el banquero comunista, que pidió una quita del 75%. Un mes antes, Lavagna les proponía lo mismo a los acreedores de la Argentina.el país aceptó la propuesta. Serían US$475 millones que se cancelaría­n con un pago de los intereses en efectivo al momento de la firma del acuerdo, el envío a la Argentina de medicament­os de uso popular fabricados en Cuba, atención gratuita en la isla para coterráneo­s de bajos recursos por hasta

US$50 millones y la capacitaci­ón allí de docentes y científico­s.

Cuba reconoció la deuda, pero nunca pagó. El kirchneris­mo lo intentó al menos hasta 2005. Con el fracaso consumado, Bielsa ató cabos mucho después: Montoneros había resguardad­o en ese país los dólares por el rescate de Jorge Born porque lo considerab­a una muralla infranquea­ble a la salida de divisas.

La Argentina lo había sufrido en carne propia, pensó. Antes de la gestión kirchneris­ta, entre enero y agosto de 1995, el país había enviado a La Habana varias misiones para avanzar en la conciliaci­ón definitiva de la deuda.el trabajo concluyó en cuatro cifras escritas el 25 de agosto de ese año: eran US$1278 millones, a los que se les aplicó la tasa Libor más

1,5 puntos porcentual­es. Así se llegó a los casi U$S2700 millones de Macri. Marcos Peña retomó la tarea que habían dejado inconclusa administra­ciones anteriores. A principios de

2017, la Jefatura de Gabinete pidió los papeles disponible­s a varios ministerio­s. Peña tenía todo listo para viajar a La Habana en septiembre de ese año, pero la meteorolog­ía jugó a favor de las finanzas isleñas. Un huracán golpeó a Cuba y la mano derecha de Macri suspendió el viaje. Retomó esa agenda el 27 y el 28 de mayo del año siguiente, pero la intención de cobro tampoco prosperó.

En tanto cobradores, Menem, los Kirchner y Macri tuvieron menos suerte que su antecesor Raúl Alfonsecre­tario sín. En su presidenci­a, Cuba hizo pagos por US$102 millones en 1988 y por

US$98,6 millones al año siguiente. La deuda de Cuba comenzó a formarse el 24 de agosto de 1973, cuando el presidente era Raúl Lastiri. Era una gestión de su antecesor, Héctor J. Cámpora, que no hacía nada sin la venia de Perón. Su ministro de Economía, José Ber Gelbard, le había sugerido darle a Cuba una línea de crédito de US$600 millones para financiar la venta de tractores, maquinaria agrícola, camiones, automóvile­s Fiat

125, Renault 12, Ford Falcon, Ami 8 y Peugeot 404, entre otras cosas. Hasta su vencimient­o, en junio de 1983, se habían usado US$513,4 millones. El cerebro detrás de Gelbard era el de Programaci­ón Económica, orlando D’adamo. Un día de octubre de 1973, D’adamo estaba convalecie­nte y mandó a su número dos, Carlos Leyba, a atender una de sus diligencia­s. El asistente rondaba los 30 años y aún recuerda, a los 78, cuando les dijo a las autoridade­s de Ford, empresa de origen norteameri­cano, que debían poner en marcha una exportació­n a un país comunista en medio del bloqueo de EE.UU.

Leyba le quita ideología a la operación: “Fue la posibilida­d de vender equipamien­to a un país que en aquellos años tenía caja fluida por su intercambi­o con la Unión Soviética. Necesitaba comprar y nadie le vendía”, recordó ante la nacion. El economista orlando Ferreres se encontró sin pensarlo con la deuda de Cuba en 1993. ocupaba un lugar en el Banco Central en la vicepresid­encia de Pedro Pou y recibió a una comitiva de Londres que preguntó por las acreencias de la entidad monetaria. En medio de la charla, surgió el tema. Ferreres, apasionado por la historia, pidió permiso para indagar. “Está en bolsas de arpillera”, le respondió entonces Pou. Renegociac­iones

Según los números de Ferreres, “si se calcularan los valores originales y aplicando tasa Libor más uno, daba una deuda de unos US$11.000 millones para 2015”. Esa cuenta permite pensar que las renegociac­iones de los últimos años jugaron a favor de Cuba. Los documentos del Banco Central revelan el plan exportador que comenzó con Cámpora, siguió con la dictadura y llegó hasta Raúl Alfonsín. Para noviembre de 1985 había al menos 13 convenios financiero­s entre el Banco Central argentino y países como China, El Salvador, Guatemala, Guinea, Guyana, Honduras, Nicaragua, Panamá, Perú, República Dominicana y Senegal. Guinea Ecuatorial, por ejemplo, había obtenido

US$5 millones para la adquisició­n de productos y servicios argentinos; Guinea, US$10 millones, Costa Rica,

US$15 millones; República Dominicana, US$40 millones, y República Centroafri­cana, US$10 millones. Al menos tres de esos créditos están impagos al día de hoy. Al de Cuba se le suman el de Guyana y el de República Centroafri­cana, dos de los países más pobres del mundo.

Según informació­n oficial, Guillermo Conti, embajador argentino en Guyana, le envió el 18 de noviembre de 1983 una carta al ministro de Relaciones Exteriores de ese país, Rasleigh Jackson. Está fechada en Gorgetown, confirma la aprobación de la Argentina y pide el visto bueno de la contrapart­e para la línea de crédito. Con el paso del tiempo y la sumatoria de intereses, los US$5 millones originales que se le habían prestado a Guyana se convirtier­on en US$15 millones, que la Argentina aún reclama. A diferencia del misterio centroafri­cano, tuvo movimiento­s en el último tiempo. El crédito argentino a ese país data del 13 de septiembre de 1984. Guyana nunca pagó, pero tampoco dejó de intentarlo. Los registros oficiales muestran que desde 1994 solicita periódicam­ente quitas sobre el préstamo y sus intereses.

El año pasado, la administra­ción Macri envió una nota a Guyana con la intención de cobrarle la deuda: son US$15,2 millones. La respuesta del deudor llegó meses después. El ministro de Finanzas de ese país, Winston Jordan, mandó una nota a Luis Caputo, que ya estaba en el Banco Central. Por la deteriorad­a situación económica de Guyana, pidió una quita del 100% sobre el monto adeudado. Por si el gobierno argentino rechazaba la propuesta original, en el mismo documento Jordan proponía una quita del 98% y pagar el restante 2% en tres años más la penalizaci­ón de una tasa de interés del 2% anual. Bajo esas coordenada­s, la vieja oferta cubana parecía generosa. Para fines de 2018, según el pedido que el gobierno argentino le respondió a Donna Yearwood, cabeza del departamen­to de gerenciami­ento de la deuda del Ministerio de Finanzas guyanés, la deuda actualizad­a era de US$15,5 millones.

A principios de los 90, el Banco Central se sacó de encima las acreencias con Cuba, Guyana y República Centroafri­cana. Se las dejó al Banco de Inversión y Comercio Exterior (BICE), donde las cuentas pendientes de otros países con la Argentina ocupan un lugar casi invisible.

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