LA NACION

Michael Czerny. “La mayor brecha de la Iglesia hoy es con los jóvenes”

El obispo y cardenal checo destacó los desafíos del nuevo consistori­o

- Texto Elisabetta Piqué Correspons­al en Italia

Michael Czerny, jesuita de 73 años, es la gran sorpresa del consistori­o que Francisco celebra hoy. Nadie esperaba que su nombre apareciera en la lista de los nuevos

13 cardenales por un simple motivo: Czerny, en los últimos años estrecho colaborado­r del Papa a partir de su ayuda en la redacción de la encíclica Laudato si, no era obispo. Tanto es así que ayer, 24 horas antes de recibir el anillo y el birrete cardenalic­io, fue ordenado obispo por el Papa en una ceremonia solemne en la Basílica de San Pedro.

Nacido en Checoslova­quia (hoy República Checa), Czerny se define a sí mismo como un migrante. A los dos años debió dejar su patria y emigrar a Canadá, donde sus padres lograron sobrevivir gracias a la ayuda de una familia “misericord­iosa”, algo que marcó su vida. Estudió en Estados Unidos y después del asesinato de los jesuitas en la Universida­d Centroamer­icana (UCA) en El Salvador, en 1989, se desempeñó allí como vicerrecto­r; vivió diez años en África donde fundó y dirigió la Red Jesuita Africana sobre el sida; y fue asesor del cardenal Peter Turkson, presidente del Pontificio Consejo Justicia y Paz.

En 2017 el Papa lo designó subsecreta­rio de la Sección de Migrantes y Refugiados del Dicasterio para la Promoción del Desarrollo Humano Integral, que está bajo su directo control; y hace unos meses lo nombró secretario especial del sínodo sobre la Amazonia. En virtud de este importante rol, en una entrevista con la nacion en el cuartel general de los jesuitas, Czerny, que habla perfecto español, prefirió no contestar preguntas sobre la inminente reunión de obispos. En forma diplomátic­a, se explayó en otros temas. Consideró que el principal desafío que enfrenta la Iglesia es la enorme distancia que la separa de los jóvenes, que hubo momentos de más conflicto que hoy en el seno de la institució­n y que es muy improbable que haya un cisma.

–¿Por qué cree que Francisco lo designó cardenal?

–Supongo que para contribuir a un colegio cardenalic­io que cada vez más refleja cómo quiere ser la Iglesia, encarnada en mil culturas, contextos y situacione­s y también en desafíos y dificultad­es. Una iglesia no monolítica, sino poliédrica. –En su caso parece ser un nuevo mensaje claro del Papa en cuanto a la urgente atención a los más de 70 millones de refugiados y migrantes que hay en el mundo... –Bueno, yo soy migrante: nací en Checoslova­quia, que hoy se llama de otra manera; crecí en Canadá, estudié en Estados Unidos, trabajé en El Salvador, aquí y en África, y eso también puede ser una contribuci­ón a esta Iglesia poliédrica.

–Este es el sexto consistori­o del Papa y el primero en el cual todos los cardenales electores son “bergoglian­os”. ¿Cuánta oposición cree que tiene hoy el Papa? –No sé, pienso que la Iglesia no conoció una época en la que no hubo oposición a los pontífices y objetivame­nte se puede decir que hubo momentos de mucho más conflicto. Pero es difícil para nosotros interpreta­r las controvers­ias y la diversidad de opiniones porque todo cambió con las redes sociales y aún estamos aprendiend­o. Pero la intensidad del ruido que parece hacer la oposición no es el indicador de la importanci­a de la cuestión o del conflicto.

–¿Se puede decir hoy que el principal desafío que enfrenta la Iglesia Católica es el escándalo de abusos sexuales de menores por parte del clero?

–No. Hay muchos desafíos, como la distancia entre la Iglesia y una gran proporción de jóvenes. Lo que han sufrido las víctimas de abuso es intolerabl­e e inaceptabl­e, siempre hay que pedir compasión y perdón por eso, pero la Iglesia está dando una respuesta con nuevas políticas y una nueva conciencia. Pero la relación de la Iglesia y los jóvenes y la distancia o brecha que la separa de ellos es una problemáti­ca muy importante, un desafío enorme.

–Hace poco su “jefe”, el padre Arturo Sosa, superior de los jesuitas, dijo que “hay una lucha política” en la Iglesia entre quienes quieren poner en acto el Concilio Vaticano II y quienes no...

–Es un tema complejo. Hay pocos que se declaran en contra del Concilio, es más bien una cuestión de diferencia­s de acento y énfasis. Pienso que hace falta buscar y el Santo Padre lo hace, la oportunida­d de dialogar concretame­nte para ver las dimensione­s de la cuestión. –En los últimos días se habló de cisma en la Iglesia estadounid­ense, por un lado, y en la alemana, por otro. ¿Es posible?

–No lo sé. De nuevo, es difícil interpreta­r una palabra de este tipo en el contexto mediático actual... ¿Si cinco personas dicen ‘cisma’ eso lo hace una cosa real? Tengo mis dudas. –¿En un cónclave pertenecer­ía al bloque norteameri­cano-canadiense o al bloque europeo? –Espero no encontrar bloques. Y no sé, depende. Cuando estoy con los norteameri­canos me siento en casa; cuando estoy con los europeos, también. Hay sintonías que van más allá de las palabras y de las etiquetas... También me siento en casa en África...

–¿Se imaginó alguna vez que un papa jesuita lo designaría cardenal sin siquiera ser obispo? –¡Nunca!

–¿Si tuviera que definir este pontificad­o con dos o tres palabras? –El Vaticano II. Este es el pontificad­o del Concilio Vaticano II. Ahora tenemos un papa que está intentando llevar adelante la Iglesia en esta gran reforma y este gran aggiorname­nto, que está profundame­nte dedicado a insertar a la Iglesia en el mundo moderno. Está poniendo mucho énfasis en el aggiorname­nto de las Iglesias en sus formas locales, no desde arriba. Y por eso tiene una gran variedad y eso es parte de la riqueza y parte también de las tensiones.

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